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“Terroir lab”: el modelo tecnológico al que apuestan las bodegas para potenciar la producción de vino

Fuente: Infocampo 05/10/2025 08:20:46 hs

El responsable de los cultivos de una bodega del Valle de Uco asegura que ya no se puede hablar de agrónomos y enólogos trabajando por separado, y cuenta que están también sumando otro tipo de soportes, como geofísicos y doctores en climatología y ciencias biológicas

A principios del presente siglo, un puñado de empresarios del vino se lanzaron a la siembra de vid en el extraño Gualtallary del Valle de Uco mendocino. Cultivaron los primeros viñedos en aquella altura, que oscila entre los 1.200 y los 1.600 metros sobre el nivel del mar.

Eran los tiempos en el que el concepto del terroir empezaba a trabajarse en la Argentina, una práctica mucho más común en otras zonas vitivinícolas del mundo, pero que en nuestro país aún no había tenido demasiado desarrollo.

La inquietud de estos bodegueros de punta requirió de la visión profesional de analistas de otros rubros, como fue el caso de la geología: había que determinar en qué suelos podía cultivarse una planta de la cual emergiera una fruta apta para vinos de calidad y con un camino comercial interesante. Eso requirió de mapeos de zonas, pero cada vez más específicas. No daba igual un lote que el otro, el de al lado.

En Gualtallary sucede ese fenómeno, donde la calicata de una parcela puede mostrar propiedades del suelo -ahora terroir- muy diferentes a la de una parcela distante a pocos metros. Esas nuevas características revalorizaron el trabajo de los ingenieros agrónomos en el planteo de una bodega; el resultado final del sabor en copa iba a tener mucho de aquel manejo agronómico a campo.

UNA BODEGA PIONERA EN GUALTALLARY

La bodega Antigal fue una de las pioneras en lanzarse a aquellas inversiones. Hoy, por estos días, celebran los 20 años de su vino malbec con el cual iniciaron el camino comercial de vinos producidos con uva de esa región, y desde la empresa explicaron a Infocampo qué se buscó lograr.

“Nuestra línea 1 cumple 20 años y queríamos celebrarlo con una mirada en el pasado, porque es nuestro vino insignia y está dentro de los 10 vinos más vendidos de Estados Unidos. Queriamos ese vino conmemorativo, pero que a la vez fuera 100% para mercado local, para Argentina, porque si bien Antigal es principalmente exportadora con casi el 90%, teníamos ganas de festejarlo en nuestro país”, resumió Matías Casagrande, el viticultor de la bodega.

Su trabajo va codo a codo con el de Paula González, la enóloga de la firma. Ambos afrontaron la tarea de acercar esta tirada de 4.000 botellas al público argentino. “Nuestro país está también acostumbrado a tomar vinos de altísima calidad”, expresó.

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LO QUE DEJÓ LA VENDIMIA 2025

La campaña que terminó hace pocos meses estuvo marcada por un comienzo temprano en las variedades blancas. El mismo fue anticipado por un periodo de altas temperaturas a fines de enero e inicios de febrero.

Desde Antigal explicaron que el calor aceleró la maduración inicial, “especialmente en zonas de altura como Gualtallary, donde se inició la cosecha con blancos frescos, de buena acidez y expresión varietal”.

“En cuanto a las variedades tintas, el inicio de la cosecha se dio con una dinámica ágil similar a las blancas, anticipándose casi 2 semanas a lo habitual. Sin embargo, un descenso moderado en las temperaturas durante marzo generó una ralentización en el proceso de maduración de las variedades tintas, permitiendo una evolución más pausada de los compuestos fenólicos y una recolección escalonada, orientada al punto óptimo de cosecha”, puntualizaron.

Una de las sorpresas que se llevó el equipo con el que trabaja Casagrande fue la del inicio de la cosecha de malbec: la recolección en Gualtallary debió empezar el 22 de Febrero, inusualmente temprano comparado con años anteriores. La cosecha se extendió cerca de 85 días.

“Más volumen, misma exigencia”, resumen desde Antigal como síntesis de la pasada vendimia. Aseguran que gracias al buen cuaje, al estado sanitario y a una gestión agronómica enfocada en equilibrio, “los rendimientos en fincas propias aumentaron un 16% en comparación con 2024”.

Como resultado se obtuvieron 1.558.961 kilos cosechados, de los cuales el 60% fue de malbec, 30% de cabernet Sauvignon, 7% de chardonnay.

SINERGIA ENTRE AGRÓNOMOS Y ENÓLOGOS

-¿Se podrían lograr hoy en día vinos de alta gama sin que exista una sinergia entre agrónomos y enólogos?
-Creo que sería muy difícil lograrlo. Creo que el vino, el vino bueno, se hace en el viñedo y ya queda chico el ‘laburo de enólogo o de agrónomo’, estamos necesitando otro tipo de soportes. Estamos trabajando con geofísicos, con doctores en climatología o en ciencias biológicas que nos ayudan a entender el tema del vigor en las plantas. El foco es el análisis en las metodologías, que la denominamos “terroir lab” o lo que llamamos viticultura interpretativa donde vamos interpretando cada uno de los terroirs y cepajes para lograr la máxima expresión de cada lugar.

-¿Cómo es el caso de Gualtallary?
-Allí está nuestra finca insignia, donde estamos haciendo un estudio de suelo, un estudio de clima y otro de vigor. La sinergia del ingeniero agrónomo y enólogo es fundamental.

-¿En la industria del vino en general, cuándo creés que se rompió esa pared que separaba ambas tareas?
-A mí la verdad no me tocó trabajar con ese sistema de ‘agrónomo en la finca, enólogo en la bodega’. Desde que arranqué, y ya llevo 17 años en esto, siempre el enólogo o enóloga viene conmigo al campo y yo estoy todo el día en la bodega degustando. Pero sí es cierto que en tiempo pasado sucedía eso. Y otra cosa: los agrónomos no hablábamos, le dejábamos eso a los enólogos. Pero ahora también hay necesidad del consumidor y la industria de que les contemos qué está pasando en el campo.

VALLE DE UCO Y LAS REGIONES DEL VINO

-Están emplazados en pleno Valle de Uco. ¿Además del suelo y el clima, a diferencia de otras zonas del país qué otros aspectos favorecen a que se produzca con eficiencia allí?
-En las zonas cada vez más extremas del oeste en las que estamos plantando hacia la montaña, todavía sigue siendo una zona cercana a Tupungato, a Tunuyan y San Carlos. Eso es una suerte porque más al norte no sucede, por ejemplo en San Juan con su valle de Pedernal. Todavía hay mano de obra y se mantiene estable, pero no soy tan optimista.

-¿Por qué?
-Siempre suelo ser optimista, pero hay que hacer un doble clic en lo que está pasando en el campo, y que la gente no migre hacia la ciudad.

-Hace un tiempo el investigador y docente de la Universidad Nacional de La Pampa Martín Díaz Zorita expresó que ‘faltan ingenieros agrónomos en el campo’. ¿Qué observás en Mendoza y en Cuyo en general?
Yo creo que ingenieros agrónomos siempre faltan, pero haría especial atención en técnicos agrarios, en encargados de finca capacitados, en administradores de fincas que tengan la posibilidad de una visión más holística y que puedan manejar herramientas de Inteligencia Artificial y plataformas de data entry o los sistemas de gestión. Entonces, si bien hay un buen camino hacia allá, me gustaría que que hagamos fuerza desde las universidades para formar a los técnicos en la innovación y las nuevas tecnologías. Y no tanto tal vez en cómo armar un implemento, porque eso se aprende en el campo. Creo que hay que enseñar lo que ‘no se aprende en el campo’, que justamente es eso que mencioné. Lo que se aplique a la industria, al agro en general, como también al liderazgo.

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LA AMENAZA DE LA POLILLA DE LA VID

-¿Cuán urgente y grave es la situación con la lobesia botrana? Si hubiera que medirlo en colores de semáforo, ¿qué color elegirías?
-¡Uf! Negro. Y al 100%. Está presente en todos los valles, principalmente en Mendoza. Pero afortunadamente estamos haciendo una campaña a través del Iscamen y el SENASA, donde se están brindando feromonas completamente gratis, para los bloques de confusión sexual. Eso es una ventaja enorme, que se había discontinuado y se había quitado la ayuda estatal. No digo que la necesitemos todos los años, pero se habían perdido controles y hubo más laxitud. Nos relajamos y ahora hay daños brutales. Por eso el color es negro, espero que pasemos pronto al amarillo.

-¿Qué analizaron sobre los vinos desalcoholizados?
-Estamos ensayando en este momento, pero principalmente en “low alcohol”, no tanto el “cero alcohol”. Sobre todo en rosado y blancos. Los hábitos de consumo están pidiéndolos, pero hay que entender que son tendencias y probablemente sean nicho. Pero hay que tenerlo e innovar también por ese lado también. Antigal está en un período de ensayos en ese sentido.

-¿La maquinaria agrícola en la cosecha es aliada de los vinos de alta gama o atenta contra el cuidado de la uva?
-Es recontra aliada de los vinos de alta gama y soy un gran defensor de la cosecha mecánica. Hay que imaginarse un viñedo de 8 o 9 toneladas por hectárea, donde una máquina puede levantar esa producción en menos de una hora. Luego, supongamos que tenemos una hora hacia la bodega y otra hora más hasta procesar esa uva, hasta que el vino esté en el tanque. Son 3 horas. Sin embargo, una cosecha manual en ese mismo viñedo, con 30 o 35 personas, estará al menos unas 5 horas cosechándose, más la hora hasta la bodega y la de procesamiento: 7 horas. Tal vez la discusión sea que los procesos enzimáticos son diferentes porque la mecánica se hizo a la noche y con bajas temperaturas, a otra que llegará a las 4 de la tarde a la bodega y con el calor al máximo y los procesos enzimáticos acelerados. Pero también hay otra razón.

-¿Cuál?
-Si tenemos un viñedo grande y una ventana de cosecha, y cada vez estamos buscando mayor precisión de la fruta, esa ventana “chiquita” que puede llegar a ser una semana al cosecharla manualmente indefectiblemente se tendrá que agrandar. Entonces ya no estamos trabajando con tanta precisión, estamos trabajando con un rango de en vez de una semana, al menos 10 o 15 días.

-¿La rotura de una hilera es algo factible que pueda suceder con una máquina? ¿Es un riesgo?
-Sin duda que si tenemos un chofer no calificado o que se queda dormido, se van a romper plantas, tela. Pero la máquina en sí no rompe. También hay viñedos no adaptados.

-Por último, ¿agronómicamente qué te gustaría que la vitivinicultura incorpore de prácticas que se realizan por ejemplo en regiones como la Zona Núcleo, en cultivos de commodities?
-Que empecemos a trabajar con grandes sistemas de georreferenciamiento, a grandes escalas. Si bien nosotros estamos en un cultivo intensivo y no extensivo, por ahí esos ingenieros agrónomos están más acostumbrado a trabajar con plataformas de climatología. Eso se puede llegar a extrapolar y sobre todo para enfocarlo en el momento de la evapotranspiración y el régimen hídrico, que es donde vamos a poder modificar las láminas de río.

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