Fundó un laboratorio de semillas y suelos, y lamenta: “Es increíble el poco valor que se le da a los análisis”

Yanina Vigna se hizo agrónoma por su abuela, a quien visitaba cuando cocinaba en una estancia. Hoy es docente secundaria y universitaria, y tiene su laboratorio privado, desde donde hace docencia precisamente sobre la necesidad de los análisis.
“Mi abuela era una mujer muy valiente, cocinó durante 18 años para 40-50 personas y después le asignaron dirigir un tambo dentro de la misma estancia”, relata Yanina Vigna, quien hoy, con 45 años, es agrónoma, docente universitaria y de secundaria, y hasta fundó un laboratorio de semillas y suelos. Además es mamá de dos.
Es de Sancti Spiritu, “el pueblo más lindo de la provincia” (dice ella), al sur de Santa Fe. Aunque nació en Venado Tuerto (a 50 kilómetros de allí). Su familia está formada por su pareja, Damián, y 2 hijos, Ángelo (9 Años) y Alfonso (3 Años).
Es ingeniera agrónoma recibida en la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y también hizo el Profesorado Universitario (UCEL), del que tiene pendiente una tesis para terminar la especialización en producción de semillas.
En el 2020, antes de la pandemia, abrió su laboratorio de semillas y suelos, “RootAgro, laboratorio de campo”, en Zavalla, donde actualmente vive.
“Esta actividad privada la combino con la docencia en la Facultad de Ciencias Agrarias, donde soy profe de Suelos, en la carrera de Licenciatura en Recursos Naturales y de Edafología, dentro de la carrera de Ingeniería Agronómica. Además, Biología en la Escuela Secundaria de Zavalla”, relata.
Y lamenta que los análisis tanto de suelos como de semillas sean poco usuales. “Vas al médico y antes de recomendarte un medicamento te pide un análisis de sangre mínimo, y después te prescribe la medicación, en el suelo y las semillas es lo mismo. Si no sabés qué nutrientes tiene tu suelo o qué poder germinativo tiene tu semilla, ¿como vas accionar?”, remarca.
No contenta con todo esto, hace poco puso en marcha un proyecto que se llama “Las Lilas” que pretende ser un almacén de campo, “pero aún está en pañales”.
-Contame de tu infancia. ¿Qué cosas sentís que te marcaron en ese momento de tu vida que impactan en lo que sos hoy?
-Todo este presente tiene que ver muchísimo, con la primera infancia y la adolescencia. Soy la nieta de la “Pepa”, así digo en el pueblo cuando alguien me pregunta quien sos. Mi abuela era la cocinera de una estancia en Sancti Spiritu, “El Abolengo”, ahí pase muuucho tiempo (estira las u). Mis vacaciones y fines de semana eran ahí, tengo los mejores recuerdos. Y esos tiempos definieron quien soy.
-¿Qué te acordás de aquella época? Sensaciones, momentos…
-Mis recuerdos son desde muy chiquita, desde los 4-5 años, mi abuela vivía ahí, cocinaba para mucha gente, 30- 40 personas. Todos los peones de campo comían en el comedor grande, y ella les pasaba la comida por una ventanita. Te juro que cierro los ojos y siento el perfume de la comida todavía. La cocina era grande, a leña, escucho el ruido a las ollas, al lado de la cocina había un comedor chico donde venía a almorzar el mayordomo, el ingeniero agrónomo y el capataz, todos los mediodías eran así. Mi abuela resolvía todo ese caos, y ahí yo curiosa mirando, observando ese ecosistema, recuerdo las paredes pintadas de blanco, con zócalo rojo y techos y puertas verde inglés.
-¿Qué más te acordás de esas situaciones de campo?
-En las tardes, mi abuela nos preparaba una canasta con chocolatada y torta o buñuelos, lo que hubiera, dulce de leche con nueces, y nos mandaba a jugar al parque. Yo agarraba la canasta y salía a buscar a todos los chicos, los hijos del ingeniero, del mayordomo, del capataz, del tractorista y nos íbamos todos juntos al parque. El parque era lo más hermoso, me encantaba estar ahí, siempre íbamos al lado del chalet porque había juegos de plaza, los tilos añejos, el monte frutal, la cancha de tenis, las estatuas que estaban por todos lados. También me acuerdo de los bulevares de plátanos interminables. Los días ahí hicieron mi infancia muy feliz. También estaba el escritorio que era el lugar de las oficinas de administración. Por ahí pasábamos y le pedíamos a quien estuviese papelitos, nos daban sobres y papeles membretados y con todo eso jugábamos “al escritorio”.
-¿Y surgió ahí lo de ser agrónoma o estudiar algo de campo?
-Sí, te diría que sí. Ya en esos años, te diría mediados de los ’80, yo ya sabía qué quería hacer. Quería vivir en un lugar así, trabajar como esa gente, que me generaba admiración. La abuela estuvo 18 años en la cocina, luego, en la misma estancia, cambió de lugar, abrieron el primer tambo mecanizado y ella fue a conducirlo. Si, si, la abuela era una mujer muy valiente, empoderada para aquellas épocas. Así que yo, en la adolescencia, ya pasaba el verano limpiando el patio de espera de las vacas en el tambo. Luego mi vida trascurría en Sancti Spiritu, un lugar super tranquilo, sin peligro. Si bien mi familia no tiene campo, mi vida estuvo súper marcada por aquellos años felices.
-¿Y cómo te fue en la carrera? Porque a veces uno imagina cómo puede ser estudiar lo que cree le gusta pero le pifia…
-Uh, sí. Cuando empecé agronomía nada fue como yo pensaba. Los primeros años fueron muy duros. No sabía cocinar, no sabía hacer nada, no sabía estudiar, pero la carrera se tenía que hacer y terminar, era la bajada de línea de mamá. La única que me tenía fe era la abuela.
-¿Y tu primer laburo? ¿Cómo te fue? ¿Dónde?
-Terminé de cursar, fiesta de egresados y al lunes siguiente me llamaron de una estancia del pueblo, que necesitaban un ayudante para el ingeniero. Y así, verde como estaba, fui. Hice una prueba escrita y me dieron el trabajo. Imagínate, el sueño de mi vida, todo lo que había soñado, la misma foto de aquellos tiempos felices, se repetía. ¡Había llegado al objetivo número uno: hacer lo que me gustaba!
-¿Qué tuviste que hacer? ¿Cómo era tu trabajo?
-Hice todo lo que se puede hacer en una estancia, en agricultura y ganadería: tambo, cría, recría, control de siembra, de cosecha, aplicaciones. También todo lo administrativo, vivía ahí algunos días y en cosecha volvía los sábados a casa y los domingos de vuelta al campo. Amaba ese trabajo, pero ahí entendí que si quería cumplir el objetivo número dos (ser mamá), no lo iba a poder sostener en el futuro. Me habían quedado 10 materias para recibirme, así que lo tuve que dejar y volverme a Zavalla. Como ya había tenido la experiencia de todo lo que es el campo, y todos los puestos. Encontré el lugar en el que yo quería ejercer la agronomía y tener una vida, y ahí surge el tercer objetivo que me había trazado: tener un laboratorio, que me iba a permitir ejercer la profesión y tener una familia.
-¿Qué hacés hoy?
-Acompaño a asesores y productores a tomar decisiones en base a datos concretos. Y mi objetivo hoy es concientizar que hay que hacer chequeos de suelo y de semillas, es muy baja la adopción de estas prácticas, en tiempos de drones, y de una agricultura digitalizada. ¡Es increíble el poco valor que le dan a un simple análisis de suelo o de semilla! Vas al médico y antes de recomendarte un medicamento te pide un análisis de sangre mínimo, y después te prescribe la medicación, en el suelo y las semillas es lo mismo. Si no sabés qué nutrientes tiene tu suelo o qué poder germinativo tiene tu semilla, ¿como vas accionar? ¿Cómo vas a decidir?
-¿Y lo de ser docente?
-Eso llegó más tarde, cuando ya estaba instalada en Zavalla, con la familia armada, comencé en la “facu” de ayudante y entonces me parecía correcto hacer la materia pedagógica para ser mejor profesora. Hoy estoy a cargo de la asignatura “Suelos” y soy profe también en Edafología. Me encanta enseñar, mis alumnos son lo más, creo que la docencia es un servicio y así la hago. Mi mamá es docente de las de antes, y creo que ahí herede la pasión por enseñar.
FUERA DEL SURCO
-¿Tenés algún hobbie? O algo que te guste hacer que no tenga que ver necesariamente con trabajo.
-Me encanta leer, es lo que más disfrutó hacer. Me gustan mucho las biografías y los de autoayuda. Tengo como una obsesión con la mejora continua, siempre quiero ser mejor que ayer, no me sale siempre, por eso leo mucho de cómo llevarlo a cabo.
-¿Deportes?
-La caminata me parece una práctica que hay que hacer si o si. En cuanto a deportes, cuando era chica hacia patín, pero quedo muy atrás, hace poco descubrí el tenis y me gusta mucho porque no te permite pensar en otra cosa más que en pegarle a la pelota, te despeja la mente. Así que tomo clases 2 veces a la semana.
-¿Tu lugar preferido en este mundo?
-Hoy es mi casa, mi patio, mis plantas, y mi familia, es lo que lo que más disfruto.
-¿Series? ¿Pelis? ¿Por dónde vas?
-Cuando tengo tiempo miro series las épocas son mis preferidas. Por ejemplo, “Downton Abbey”.
-¿Algún apodo?
-Yanita me dice mi familia.
-¿Altura?
-Lo bueno viene en frasco chico (se ríe), 1,60 m.
-Signo del Zodíaco?
-Capricornio.
-¿Tenés tatuajes?
-No.
-¿Color favorito?
-Dos, azul y verde inglés.
-¿Comida favorita?
-Asado, provoleta y pimientos rellenos, un domingo cualquiera.
-¿Alguien o algo para agradecer en esta vida?
-La abuela me vio egresada, pero no recibida, pero todos los días le agradezco a Dios que haya estado en mi vida.