De Raíz: Una especialista en floricultura explica por qué el momento perfecto para plantar bulbos es ahora
El otoño es la mejor época del año para sembrar bulbos. Aunque muchos asocian esta estación con el cierre de un ciclo, para las flores bulbosas es, por el contrario, un tiempo de promesa: bajo tierra comienza a gestarse la floración primaveral. Así lo explica María Rosa Fuentes Rossi, especialista en floricultura, docente e integrante
El otoño es la mejor época del año para sembrar bulbos. Aunque muchos asocian esta estación con el cierre de un ciclo, para las flores bulbosas es, por el contrario, un tiempo de promesa: bajo tierra comienza a gestarse la floración primaveral.
Así lo explica María Rosa Fuentes Rossi, especialista en floricultura, docente e integrante activa de la Sociedad Argentina de Horticultura (SAH), quien comparte su conocimiento y pasión por estas especies que no sólo embellecen jardines, sino también floreros y arreglos florales de todo tipo.
“Las bulbosas son increíbles”, asegura Rossi en charla con el equipo de De Raíz. Y no exagera: muchas de las flores más impactantes de la primavera surgen de bulbos plantados en otoño. Tulipanes, narcisos, anémonas, ranúnculos, jacintos y junquillos son algunos ejemplos clásicos. Se destacan por sus tallos largos y limpios, lo que las vuelve ideales para el diseño floral, ya sea en ramos compactos o en composiciones más etéreas, con transparencias y recipientes de vidrio.
La especialista, en el siguiente video, destaca que estas plantas tienen un comportamiento muy particular: durante las épocas desfavorables (invierno o verano, según la especie) pierden su parte aérea y entran en reposo, gracias a las reservas almacenadas en su bulbo. Y cuando las condiciones vuelven a ser óptimas, renacen con todo su esplendor. Este ciclo natural de pausa y resurgimiento es parte de su encanto.
Mirá la nota:
El tulipán, por ejemplo, es considerado el rey de las bulbosas. Con una gama casi infinita de colores y una forma elegante y reconocible, es uno de los preferidos en jardinería ornamental. Requiere suelos bien drenados y exposición al sol. Su bulbo debe enterrarse a unos 10 a 15 centímetros de profundidad durante el otoño. Necesita pasar por un período de frío para desarrollarse correctamente, por lo que es ideal para climas templados a fríos. En primavera, su floración suele ser breve pero impactante.
Los narcisos, por su parte, se caracterizan por su rusticidad. Son de las bulbosas más nobles, ya que pueden florecer año tras año con mínimos cuidados. Se plantan en otoño y agradecen un suelo aireado y ligeramente ácido. Una vez que florecen, es importante no cortar sus hojas hasta que se hayan secado por completo, ya que ese proceso permite al bulbo almacenar energía para la temporada siguiente.
Los jacintos, en cambio, son famosos por su fragancia intensa. De flor compacta y colorida, exigen suelos fértiles, bien drenados, y buena exposición solar. Son un verdadero deleite visual y aromático, aunque algo sensibles al exceso de humedad: un riego excesivo o un suelo encharcado puede hacer que sus bulbos se pudran.
Las ranúnculas, conocidas también como marimonias, tienen flores de pétalos múltiples y delicados, casi como hechos de papel. Antes de plantar sus raíces tuberosas —que suelen venir secas— es necesario hidratarlas durante unas horas. Prefieren lugares soleados y suelos sueltos, con buen drenaje. Durante la floración primaveral, brindan una variedad de colores suaves e intensos que resultan ideales para arreglos florales.
Las anémonas, de flor simple o semidoble y colores vibrantes, también se plantan en otoño y requieren una breve hidratación previa. No son demasiado exigentes: se desarrollan bien en sol o semisombra y con riegos moderados. Su floración, aunque menos duradera que la de otras especies, tiene una belleza singular y aporta ligereza a los arreglos de estilo naturalista.
Finalmente, los junquillos —primos cercanos de los narcisos— destacan por su perfume dulce e intenso. Se adaptan muy bien al jardín y, como los narcisos, pueden naturalizarse: es decir, dejarse en el suelo de un año a otro sin necesidad de extraerlos ni replantarlos. Solo necesitan un suelo bien drenado y una buena dosis de sol para desplegar todo su encanto en primavera.
La clave, según Rossi, está en elegir bien el lugar de plantación y respetar los tiempos de reposo. Y como el jardín no termina en la tierra, sino que se proyecta en floreros y arreglos, cultivar bulbosas es también una forma de prolongar la belleza natural dentro del hogar.
“Hay algo mágico en plantar en otoño y ver florecer en primavera. Es un ejercicio de paciencia, de fe en lo invisible y de amor por la naturaleza”, concluye la experta.
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