La revolución del aula rural: el tambo robotizado que puso a Venado Tuerto en el mapa de la innovación

El Centro Agrotécnico Regional (CAR) inauguró el primer tambo robotizado del país que funciona dentro de un establecimiento educativo. Empresarios y productores locales unieron fuerzas para hacerlo realidad.
En Venado Tuerto, al sur de Santa Fe, la educación agropecuaria acaba de dar un paso histórico. El colegio Centro Agrotécnico Regional (CAR) inauguró el primer tambo robotizado de la Argentina dentro de un establecimiento educativo.
Se trata de una reconocida casa de estudios que cuenta con los tres niveles de formación: primario, secundario y terciario.
La puesta en marcha de este proyecto sin precedentes marca un antes y un después en la enseñanza del agro, combinando conocimiento, tecnología y producción en un mismo espacio. Pero además, fomentando el arraigo de los jóvenes estudiantes de las comunidades del interior.
UN TAMBO ROBOTIZADO EN LA ESCUELA
La iniciativa, novedosa desde su concepción, nació gracias al trabajo conjunto de un grupo de empresarios, productores y referentes del sector, quienes entendieron que la educación debía ser el punto de partida para transformar el futuro.
Entre ellos se encuentra José María Piccioni, un empresario y consultor que desde hace años impulsa proyectos vinculados con la formación técnica y la innovación.
“Yo no imagino un país, ni siquiera una comuna, sin educación —pública o privada, la que sea—. No hay desarrollo posible si no formamos a los jóvenes”, aseguró a Infocampo.
Sin dudas, estos tres pilares se transforman en una completa fórmula para cambiar el destino del interior productivo argentino.
El proyecto del tambo robotizado fue concebido no solo como una unidad productiva, sino como un aula viva. Allí los estudiantes aprenden en contacto directo con las tecnologías que hoy definen el futuro de la lechería.
El sistema —instalado por la firma DeLaval— funciona con inteligencia artificial, sensores y robótica de precisión que permiten el ordeñe voluntario: las vacas ingresan solas, son identificadas por caravanas electrónicas y ordeñadas por brazos mecánicos que ejecutan todo el proceso con exactitud milimétrica.
El sistema, además, analiza la leche en tiempo real, detecta problemas sanitarios y almacena los datos en la nube para un seguimiento integral.
“Esto es lo que se ve en otras partes del mundo, y los chicos tienen que conocerlo. Tienen que formarse con lo que viene, no con lo que ya pasó”, añadió Piccioni, un fiel amante de la educación técnica y rural, y colaborador y entusiasta tanto del CAR de Venado Tuerto como de la Escuela Agrotécnica de Bigand, su localidad natal.
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Para el consultor, la clave no está solo en enseñar tecnología, sino en enseñar a pensar. “El tambo robotizado hace que un chico de 15, 16 o 17 años se codee con lo último en tecnología”, advirtió.
Y completó: “Con esto, el estudiante se transforma en portador de ese conocimiento, como la abeja que lleva el polen al panal y lo convierte en miel”.
UN PROYECTO QUE ENSEÑA VALORES
El tambo del CAR cuenta con dos módulos y entre 106 y 110 animales, con foco en la innovación antes que en la escala. El objetivo no es la cantidad de litros, sino la calidad del aprendizaje. Además del ordeñe robotizado, los alumnos siguen practicando ordeñe manual y mecánico convencional, para integrar la tradición con la modernidad.
El sistema permite un triple ordeñe diario, mejora un 10% la productividad y eleva la calidad de la leche. A su vez, promueve el bienestar animal, la trazabilidad y la inocuidad alimentaria, pilares de la nueva lechería sustentable.
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Pero el mayor impacto se mide fuera del tambo: en el entusiasmo de los jóvenes, que encuentran un motivo para quedarse en el interior y construir su futuro allí.
“Lo importante es que estos chicos aprendan a emprender. Ir a trabajar para que te paguen un sueldo ya no alcanza. Hoy hay que crear, hay que innovar, hay que generar valor. Y el campo argentino tiene un potencial enorme si formamos a la gente correcta”, sostuvo Piccioni, convencido de que el conocimiento aplicado puede cambiar la economía de cualquier pueblo.
DE LA VACA AL QUESO: EL CÍRCULO VIRTUOSO
Asimismo, vale mencionar que el proyecto del CAR no se limita al ordeñe robotizado. La institución completa el ciclo productivo con la elaboración de quesos y productos artesanales en sus talleres, donde los alumnos aprenden sobre negocios de nicho y agregado de valor.
“En la escuela trabajamos para que los chicos entiendan que con 50 animales pueden hacer su propio queso, su propia muzzarella, con su propia marca. Ese es el camino del futuro”, explica Piccioni.
La jornada inaugural fue un verdadero acontecimiento para la comunidad. Más de 5.000 personas se acercaron al predio para conocer las nuevas instalaciones.
La vicegobernadora Gisela Scaglia, el empresario Cristiano Rattazzi, el humorista Luis Landriscina —uno de los principales impulsores del proyecto—, Miguel del Sel, autoridades locales y provinciales, y el rector del CAR Mario Huber compartieron la celebración junto a productores, docentes y familias.
“Cuando el CAR organiza un evento como este, genera un efecto multiplicador enorme. Cada persona que pasa por acá se lleva una idea, una enseñanza. Y eso es lo que transforma a una sociedad”, destaca Piccioni.
EL PODER DEL TRABAJO COLECTIVO
Vale mencionar también que detrás del flamante tambo robotizado hay una historia de esfuerzo compartido. Empresarios, productores, profesionales y vecinos aportaron su tiempo, recursos y convicción.
“Esto se logró porque hubo un montón de gente que puso un poquito de ganas y un poquito de plata. Hasta el que sirve un café tiene parte en este logro. Es un proyecto colectivo, hecho a pulmón”, afirmó Piccioni.
A pesar del contexto económico adverso, la obra avanzó paso a paso hasta concretarse. Y aunque muchos quieran verlo como una inversión, Piccioni fue claro: “Esto no es un negocio. No hay rentabilidad acá, hay compromiso. Lo hago porque creo en la educación y en el futuro de los jóvenes. Eso no se discute”.
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El resultado está a la vista: un espacio donde la innovación se pone al servicio del aprendizaje y donde los jóvenes pueden soñar con un futuro en el que el campo no sea sinónimo de atraso, sino de oportunidades.
EDUCAR PARA QUEDARSE: EL NUEVO DESAFÍO
Para Piccioni, proyectos como el del CAR son el ejemplo de que el arraigo es posible si se ofrece educación de calidad.
“Tenemos que formar a los chicos para que puedan vivir bien en el interior. Que vean que acá también hay futuro, trabajo digno y tecnología de punta. Eso es lo que genera empleo genuino”, remarcó.
El tambo robotizado de Venado Tuerto no solo produce leche: produce conocimiento, entusiasmo y esperanza. Su éxito radica en haber entendido que la educación es el motor que puede mantener vivo al interior productivo.
Y aunque la tecnología sea la gran protagonista, detrás de cada sensor y cada robot hay una convicción humana que la sostiene: la de creer en el poder transformador del aprendizaje. “Esto es educación en serio. Y si logramos que un chico se enamore del campo, ya ganamos todos”, cerró Piccioni.
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