El agrónomo Daniel Igarzábal dice que a la chicharrita del maíz hay que competirle y no aniquilarla: “Si le declaramos la guerra, vamos a perder”
Se está sembrando maíz con más ánimo que hace unas semanas atrás gracias a que las lluvias permitieron recuperar los perfiles y eso a su vez disparó la compra de insumos agrícolas. Hay asesores como Enrique Erize que recomiendan a los agricultores sembrarlo en las zonas donde sea posible, porque le ven mejores perspectivas de
Se está sembrando maíz con más ánimo que hace unas semanas atrás gracias a que las lluvias permitieron recuperar los perfiles y eso a su vez disparó la compra de insumos agrícolas.
Hay asesores como Enrique Erize que recomiendan a los agricultores sembrarlo en las zonas donde sea posible, porque le ven mejores perspectivas de mercado que a al soja. Pero al mismo tiempo está latente el efecto de la chicharrita que el año pasado causó estragos y que en el norte está reduciendo el área y llevando a una mayor siembra de la oleaginosa.
El asesor Daniel Igarzábal, que trabaja en la zona norte de Córdoba, que fue una de las tantas afectadas por esta plaga, dijo que en esa región la superficie con maíz caería 40%, pero que aún así “hay alguna expectativa como para mantener una superficie importante”.
“El ánimo todavía sigue con el recuerdo de lo que pasó en forma extraordinaria. La chicharrita dejó una especie de psicosis en los productores”, explicó.
Hacer maíz es caro y si fallan las lluvias y las cosas no están como para bancar más perdidas. Se parte de una base alta. porque para hacer una hectárea del cereal hay que desembolsar 1.000 dólares por hectárea, según cálculos de la Bolsa de Comercio de Rosario.
De todos modos, Igarzábal se mostró optimista y consideró que “hoy estamos parados en un escenario muy distinto al del año pasado, porque hay cosas que el año pasado teníamos y en este no. El invierno fue brusco, los maíces guachos se han helado en una gran proporción, y el hecho es que la población de la chicharrita va a ser muy, pero muy inferior a la que inició el año pasado. Además, todo el mundo ahora la conoce a la chicharrita y ya sabe lo que tiene que hacer, todo el mundo la va a controlar y creo que el panorama es manejable”.
Pues bien, lo que le preguntamos a este ingeniero agrónomo reconocido en la zona y con mucha experiencia fue qué tipos de tratamiento de prevención y combate de la plaga hay a mano.
Escuchá la entrevista completa:
Igarzábal dijo que “en vez de tener la mentalidad de armarnos para una guerra, no hay que considerar a la chicharrita un enemigo sino como un competidor”.
“Hay que entrenarse para una competencia. Los insectos lo que quieren en la tierra es alimentarse, sobrevivir y procrearse, lo mismo que nosotros, ese es el objetivo de cualquier población animal”, y para ello para ganarles es necesario dejar de darles de comer.
La competencia empieza en una instancia que para el especialista es clave, la del monitoreo. “Existe el monitoreo no profesional, que implica ir a ver el lote y tomar unas decisiones en base a muy pocos parámetros que podamos analizar. Y del otro lado, el monitoreo profesional, en el que se necesita gente entrenada que sepa lo que tiene que buscar, que no solamente busque a la plaga, sino que vea el estado del virus, que vea el entorno, y que fundamentalmente haga un registro. Y está el monitoreo semiprofesional que implica ir de vez en cuando a ver cuánto hay que contar y tomar algunas decisiones en base a eso”.
En ese sentido explicó: “No existe el monitoreo profesional si no hay un registro, porque la semana siguiente nos vamos a olvidar de lo que pasó en la semana previa”.
“Si yo tengo en 100 plantas entre 7 a 8 chicharritas por planta, que son las poblaciones que tuvimos el año pasado, es inmanejable. No hay nada que hacer, por más que hagamos insecticidas o hagamos lo que hagamos, se nos escapa el problema de las manos. Entonces tenemos que aprender que es poco y qué es mucho”, avisó.
¿Y qué es poco? “Bueno, cuando tenemos una chicharrita cada dos plantas, es el momento de tomar una decisión sobre estas poblaciones. Y los insecticidas funcionan cuando hay entre una a dos por planta. Luego cuando ya aparecen tres o cuatro la eficiencia del insecticida es menor y, por lo tanto, se va a tener que reaplicar. Pero este concepto es básico, el hecho de saber qué es mucho y qué es poco para enfrentar a la chicharrita”.
Al monitoreo se suma el sistema de avisos de la presencia de la plaga, algo que informa periódicamente Maizar, la entidad que reúne a los eslabones de la cadena del cereal.
¿Pero qué pasa si uno intenta un buen monitoreo y le erra? Si no logra detectar lo que realmente pasa en el lote o no lo hace en el momento adecuado.
Igarzábal indicó al respecto que “si la enfermedad es transmitida en la primera etapa de la planta, es decir en la emergencia hasta que tiene tres hojas, las pérdidas son las mayores, las más importantes. Por lo tanto esa es la etapa que realmente hay que cuidar. Después, hasta que empiece la floración, es una etapa susceptible. De acuerdo a la zona y al ambiente son no más de dos meses de monitoreo, pero las primeras etapas son las más importantes para evitar la enfermedad”.
La detección vía monitoreo puede derivar en más costos en cuanto a aplicaciones de insecticidas: “Normalmente en Argentina no se hacen más de dos tratamientos para plagas en maíz, son los números históricos, no van a superar los 30 dólares por hectárea. Esto sí es factible y es adoptable por los productores”.
Igarzábal volvió sobre la estrategia planteada como una competencia: “Si al bicho lo consideramos un enemigo, entonces lo tengo que destruir, lo tengo que de alguna forma liquidar, acabar, y tengo que armarme hasta los dientes y declararle una guerra”.
Pero aclaró luego que o cree que sea el camino “declarar una guerra a los insectos, a las plagas, que no son más que invitados nuestros, porque nosotros les servimos la mesa. Los insectos tienen 400 millones de años sobre la tierra. Si le declaramos una guerra, con la experiencia que tiene, la vamos a perder, como la vemos perdiendo hoy”.
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