El violero del campo: Gonzalo Fernández Moreno vende guitarras vintage y también insumos agrícolas, conoció a los Rolling y tocó con varios pesos pesados
“Todo implica un esfuerzo, con las cosas del campo, con sus viajes y problemas económicos, pero también tocar la guitarra e ir a un show, pero cuando estás inspirado y lográs la magia arriba del escenario es algo inexplicable que hace que todo valga la pena, lo mismo en el trabajo”, cuenta Gonzalo Fernández Moreno,
“Todo implica un esfuerzo, con las cosas del campo, con sus viajes y problemas económicos, pero también tocar la guitarra e ir a un show, pero cuando estás inspirado y lográs la magia arriba del escenario es algo inexplicable que hace que todo valga la pena, lo mismo en el trabajo”, cuenta Gonzalo Fernández Moreno, que hoy trabaja en una empresa de venta de insumos, pero estudió recursos humanos. Gonzalo es el protagonista del último capítulo de El podcast de tu vida.
Con 46 años, es el más chico de 4 hermanos. Está casado con Martina hace 24 años, y tiene 4 hijos de entre 20 y 5 años.
De chico era fanático del campo, de los caballos y las aventuras que vivía allí. Su padre, más ligado a la actividad bancaria y las finanzas, había comprado un campo en 1977 cerca de Venado Tuerto y ese era el destino varios fines de semana, cuando él y sus hermanos salían del colegio en Recoleta.
Ya en el secundario tenía una banda. Terminó el colegio e ingresó a estudiar música en la Escuela de Música de Buenos Aires (EMBA), pero no le encontraba la vuelta. “No quería ser profesor de música, yo quería tocar”, dice.
En un momento de su vida, además de tocar empezó a comprar y vender guitarras vintage. Tal es así que hace unos años va a la famosa Guitar Show de Dallas, en Estados Unidos. Esos viajes y algunas conexiones claves, además de su espíritu de relacionamiento, le permitió conocer a los Rolling Stones, e ir con Ron Wood y su mujer a un museo. También tocó con Mike Rutherford, el guitarrista de Genesis y Mike and the Mechanics.
Es amigo de la familia Cianciarulo, Flavio (entre otras canciones, escribió la famosa “Matador”) y Astor, padre e hijo, bajista y percusionista de los Cadillacs. El último verano tocó con Guasones y Catupecu Machu. “Toqué y toco en los cien bares porteños”. Siente la pasión por el campo y su trabajo, así como por estar arriba de los escenarios. Pasen y lean…
-¿Qué cosas recordás de tu infancia? ¿Dónde te criaste? ¿En qué contexto? ¿Qué te gustaba hacer de pibito?
-Yo era fanático del campo. Tenía un fanatismo tremendo. Vivíamos en Recoleta, Buenos Aires, y todos los fines de semana, vacaciones de invierno y verano, feriados, íbamos a la salida del colegio y directo al campo. Para mí la vuelta era un garrón. Me quería quedar a vivir ahí, los caballos, los perros, estar ahí. Eso me duró hasta los 18 años. Inclusive de más grande, de adolescente, me compraba un juguito, un alfajor y me tomaba el colectivo solo.
-Sin escalas, gran contraste… de Recoleta al campo…
-Los caballos me fascinaban. Mi viejo había arrancado con la siembra directa, había traído un (investigador) norteamericano que falleció ya, Grant Thomas. Y para ese cambio le habían dicho de pasar el campo a una ganadería intensiva primero y limpiar el campo. Y eso más divertido todavía. Encerrar los animales, todo eso estuvo muy bueno. Me acuerdo de que había traído unos cebúes del Chaco no sé dónde que eran bravísimos.
-¿Y qué te divertía?
-Y qué se yo. Con poco, pero que es mucho a la vez. Porque las posibilidades eran infinitas. Tirar con arco y flecha, andar a caballo… cualquier travesura. Andar en bicicleta, después había un karting, aunque menos. Era algo más raro. El caballo, casi siempre a caballo. Fue algo que me produjo mucha felicidad, fue una época muy buena el campo. Y después lo viví de grande, con mi familia. Empecé a trabajar ahí y fue otra cosa. De chico la pasé espectacular.
-Si, claro, y en una época pre celular… ¿Qué te acordás de esa época de olores, sabores, alguna comida?
-Comer no comía mucho. Salía muy temprano y volvía lo más tarde que podía. Se comía lo que había. Pero sí había frutales, ciruelos, naranjos, limonero, mandarinas.
-¿De chico también jugabas al polo?
-Si, porque mi familia jugaba bastante. En el club Indios, que estaba en San Miguel, y después en Venado Tuerto. Había muy buen polo. Y yo al ser el menor de los cuatro estaba más lejos, jugaba poco. Se hacía más difícil mejorar o que te termine gustando. Porque era mucho sacrificio y poco polo. Jugué un intercolegial, pero fuimos a la Copa Zeus y la terminamos ganando (N de la R: la Copa Zeus forma parte de la triple corona de intercolegiales que completan la Copa Santa Paula y la Copa Bronce). Después seguí en contacto por intermedio de un amigo, pero quedó ahí nomás.
-Bueno, llegó el momento de estudiar y, si yo no hubiera preparado la nota, no hubiese leído sobre vos, hubiese pensado que de cajón ibas a hacer agronomía o veterinaria. Algo vinculado al campo. Pero no, te decidiste por la música en la Escuela de Música de Buenos Aires, la EMBA… ¿Qué te acordás de ese camino trunco en tu vida…
-La relación con la música viene de mis hermanos. Mis dos hermanos más grandes escuchaban música. Bien distinta, el más grande de todos escuchaba Génesis, Pink Floyd, Rod Stewart, los Stones. Me encantaba. Pero nunca se me había ocurrido tocar. Era algo que me gustaba mucho, de muy chico, en 5to o 6to grado ya escuchaba eso. Y eso de tocar se me dio en 4to o 5to año del colegio. Me acuerdo con mi vieja en una estación de servicio y no sé por qué le dije “a mí me gustaría tocar”. Y ella me dijo “¿Y por qué no aprendés?”. ¿Cómo se estudia esto? Pensé. Y ahí arranqué…
-¿Y cómo arrancaste?
-Mirá, una anécdota. Me cambio de colegio y uno de mis compañeros, Juanito, amigo hasta el día de hoy, me cuenta que su papá tocaba la batería. Y yo, de lo acartonado que estaba en mi vida, que pensaba que la gente estudiaba abogacía, médico, agrónomo o contador… ¿pero cómo? “Seguro tu viejo toca de hobbie, cuando llega del laburo”, le dije. No, no, mi papá toca, vive de eso. El viejo era baterista de “Los Gatos”, “Serú Girán”, “La máquina de hacer pájaros” … Ese fue un primer acercamiento.
-¿Y después? ¿Cómo siguió la cosa?
-Empecé estudiando mucho. El instrumento es algo complicado porque por ahí un deporte vos entrenás, es en equipo. Acá no podés tocar y desentonar. Vos tenés que estar a la altura. Y si no estás acostumbrado a ponerte a hacer los acordes, las escalas… es difícil. Tardás en desarrollar la técnica. Te duelen las manos, los dedos. Pero en seguida arranqué una banda con compañeros del colegio. Tocábamos en fiestas. Y me empecé a relacionar con más gente que tocaba. Y cuando termino el colegio, yo ya tenía un hermano que estaba estudiando en la EMBA, entonces me metí.
-¿Y por qué creés que no te gustó?
-De arranque, yo no era muy estudioso en el secundario. Eso me costó. Si no tenés el hábito del estudio es más complejo de más grande. Es que yo no estaba para una carrera de música. Es un montón de data complicada que está lejos de tocar la guitarra. Yo quería tocar en vivo. Tocar. No estudiar para ser profesor de música. Quizás no estuve bien informado de lo que era. Pero, por otro lado, había que estudiar, estudiar algo. El camino estaba bien, pero acá no hay caminos correctos e incorrectos, son formas. Uno va tratando de hacer, y ahora te lo digo como padre.
-Después de eso fuiste a un lugar donde presentaban las carreras y sus materias, creo era en la rural, y vos armaste un sistema propio para determinar, según las materias que más te gustaban, qué carrera tenías que seguir…
-Era una convención en la Rural. Empecé a agarrar folletos. Miraba. El campo aparecía en el radar. Pero a mí me gustaba ir al campo no a trabajar, me gustaban los caballos y las cosas que hacía. Pero agronomía es otra cosa. Parecida, pero no. Pero bueno, me armé unas cartulinas con las materias y los fui poniendo puntajes. Y la verdad que muchas de las materias que me gustaban tenían que ver con recursos humanos… ¿Qué era recursos humanos? Ja.. Y así fue, estudié en El Salvador, me fue bastante bien.
-¿Qué te gusta de lo que hacés hoy? Viste cuando te despertás a la mañana y decís, ¡Qué bueno que voy a hacer esto!
-Te digo que a mí me motiva todo. La empresa en que laburo es espectacular. Tiene un grupo humano muy bueno. He aprendido mucho del resto, sin importar en qué lugar esté cada uno. Me pasaba lo mismo cuando estudiaba guitarra. Una cosa es que yo te diga la teoría y otra que vos veas como yo estoy encarando el instrumento. Como lo toco, como agarro la guitarra. Depende de como encares las cosas es como va a sentirse, cómo va a sonar. En la música y en la vida. Y Gustavo (Capretto, presidente de CAM) es de una tradición distinta a la que yo venía con mis viejos. De mucha visión. De correr riesgos, expandirse. Eso fue muy bueno. También aprendí mucho de todos. A mí me encanta el proyecto de Cuyum, desarrollar toda una zona, generar esa confianza con los clientes. Que podría reducirse todo a vender, pero tiene que ver más con que vos trates de que los productores hagan un buen negocio. Eso me encanta, en una Argentina que es muy estresante para todos, pero a mí me gusta, estoy acostumbrado a los quilombos. Se que hay que subirse a la ola y remarla. A veces te agota, pero es espectacular. Porque tiene mucho de inventiva, imaginación. Todas las semanas la cosa cambia y vos tenés que ganar y tenés que hacer ganar al productor para que vuelva.
-Hace un tiempo miraba la serie de Sandro y está reflejado cuando le regalan su primer guitarra, ¿Te acordás de tu primer guitarra? ¿Qué sensación tuviste?
-Yo tuve dos primeras guitarras. Una que es la primera posta. Cuando quise empezar a tocar mi hermano me regala una Telecaster. Yo caminaba por el microcentro, la calle Sarmiento están todas las casas de música. Y buscaba una Fender. Me terminé comprando una Ram, que es industria Nacional, construida de caoba, hermosa. Esa guitarra la conservo, algo raro porque yo vendo todo. Esa guitarra cuando mi hija mas grande me pidió estudiar luthería se la dí para que empiece con esa. Que la acomode, y todavía está acá.
-¿Y la segunda?
-En un viaje a Estados Unidos con mi viejo, me compré el primer guitarra de marca, que fue una Gibson Les Paul. Y cuando arranqué con la compraventa la vendí. Y con esa guita me compré mi primera viola vintage que fue una “Tele” 60 y pico, que estaba repintada. Y así empecé a comprar y vender.
-Ahí te empezaste a meter en ese negocio de compra-venta de violas vintage… ¿Cómo es todo ese mundo?
-Estuve muy metido después en el audio. En cómo suenan. No son todos iguales. Vos podés tener dos Estratocaster, que son dos modelos de guitarra, pero para el entendido hay diferencias. Es como el vino, el que sabe le encuentra las diferencias si tiene sensibilidad en el paladar. Esa sensibilidad la tengo yo para las guitarras. Entonces empecé a viajar a Estados Unidos. Ahí conocí a un tipo, nos encontramos en Boston y él me empieza a abrir las puertas allá con los dealers grosos. En algún momento llegué a vender 20 guitarras por año. Esto fue hasta 2008, cuando el dólar saltó de 6 a 9. Ahí se empezó a pudrir un poco.
-Y hace unos años empezaste a ir a un Guitar Show…
-Si, hace tres años que voy. Es en Dallas, muy grande. Ahí expongo, llevo mis guitarras para vender, y también compro. Y eso lo hago con mis hijos más grandes. Es una linda experiencia.
-¿También hacés skate?
-Si, a toda la familia nos gusta el skate. Vamos a parques a andar, y a cuevas a buscar guitarras. Viajamos miles de kilómetros para conseguir algo.
-¿Qué es lo más loco que hiciste para conseguir algo?
-Viajar miles de kilómetros. En el Guitar Show de Dallas yo había ido de público. No me había imaginado ir yo con un stand. Le puse “Sticky fingers, Buenos Aires – Argentina”. Con eso fui pegando relaciones en ese mundo. Fui conociendo gente de la que había leído libros escritos por ellos. Gente grosa. El año pasado fui a ver a Jimmie Vaughan, un guitarrista que me gusta mucho y estuve en el backstage. Fui con mis hijos. Ese mismo año conocimos a Joe Bonamassa, una especie de “guitar hero” que hay ahora. No soy fanático, pero me gusta. El nos llevó al escenario, fuimos a la prueba de sonido. Eso fue tremendo.
-Si tuvieses que armar un podio de los tres guitarristas que más te gustan, lo mejor de lo que has escuchado.
-Eso va variando, depende del estado de ánimo. En la música por ahí el mejor guitarrista para mí quizás no es el mejor para vos. Pero me gusta Charlie Christian, me gusta mucho Oscar Alemán, un argentino que cambió la forma de tocar, fue un genio total, chaqueño, y terminó de triunfar en París. También me gusta mucho T-Bone Walker. Todo eso son músicos de los años 20 del siglo pasado. Después, me encanta Jamie Vaughan, como te dije, soy fanático, Albert King.
-¿Qué tiene que tener un buen guitarrista?
-Creo que si tengo que traducir es la onda, el feeling. Vos podés ser el guitarrista de Los Ramones y ese tipo a mí me encanta. No parece un virtuoso, pero cuando toca a mí me encanta la onda. La música tiene eso de que al ser un arte, vos no tenés que ser el más rápido del pueblo. De hecho, muchos guitarristas me parecen una empanada de lechuga (se ríe), no te generan nada. Son grosos, sí, pero no es la música que a mí me interesa. Argentina tiene enormes guitarristas. Sacando Estados Unidos, competimos con Inglaterra tranquilamente. Bueno, Atahualpa (Yupanqui) es un genio. Está por encima de cualquiera.
-Te han invitado a tocar. ¿Qué momento guardás en el alma? De esos que decís, me lo quedo para siempre, por el buen momento, la energía…
-Es una muy linda pregunta y me suele suceder en casi todos los shows. Si te tengo que marcar momentos destacados a ese level, bueno, conocí a los Stones. Habíamos ido a tres recitales: Pittsburgh, Nashville y Orlando. En una fiesta. De locos. Sheryl Crow, Kings of Leon, mi mujer Martina y yo. Nosotros habíamos conocido a la mujer y a la hija de Keith Richards antes, por una casualidad. Cuando ella nos vio en la fiesta nos saludó, nos pusimos a hablar. Después con Ron Wood, nos fuimos con su mujer, un amigo, mi mujer y yo en el auto de los Stones a un museo en Pittsburgh. Eso fue tremendo. Al lado, todo el viaje. No lo “fanie”, mantuve una distancia, hablamos de otras cosas, de arte.
-Claro, eso te iba a decir, porque vos tendrías miles de preguntas, pero tampoco quedar como un pesado…
-Si, es muy loco, porque después me di cuenta que hubiera sido lo correcto “fanearlo” un poco, por su ego. A él le encanta. Yo le hablaba de arte, pero me di cuenta que le hubiera encantado que le diga tengo todos tus discos, sos un genio… jajaj…
-Y alguna anécdota… además de esta que es fantástica…
-Uff… muchas… Una vez fuimos en Nashville, con gente que estaba con Ron Wood a un lugar que había una especie de cabina telefónica que vos ponías una moneda y dejabas un saludo y se grababa un disco y después te lo mandaba por correo. Yo tenía una guitarra y tocamos un tema de los stones con un amigo de Wood, “The spider and the fly”. Y él después se lo muestra a Wood. Entonces cuando me ve me dice, “vos sos el del tema grabado, qué buena versión”. Y yo la iba tirando. Después, mi amigo de chico que juega al polo allá, él conoce a Mike Rutherford, que es el guitarrista de Genesis, Mike and the Mechanics, fuimos a comer y me contó historias increíbles. Después vino a Argentina y lo invité a tocar con una banda. Increíble. Después me fui a Inglaterra, comimos, y me invitó a un lugar y me presentó a Peter Gabriel y le dice “él es el que te conté que toqué en Argentina”.
-¿Y en Argentina?
-Zapadas, un montón. En 2018 conocí a la familia Cianciarulo, Flavio, de Los Fabulosos Cadillacs. Toqué un montón, aprendí muchísimo. Aparte le gustan las violas vintage, el skate como a mi familia. Gente muy buena. Con ellos toqué mucho. Y a partir de ellos conocí mucha más gente porque a su casa caían gente de alto vuelo. Y pegabas buena onda y así, por ejemplo, toqué con Fer Ruiz Díaz de Catupecu Machu. Después, hace poco, con Guasones tocamos en GAP en Mar del Plata, me pasó dos temas, los escuché y después uno va improvisando, zapando. Eso me encanta. Siempre todo esto implica un esfuerzo, una preparación, viajes, cosas que tenés que dejar de hacer, pero cuando te subís al escenario, así sean 2000 o 10 personas. Se arma algo inexplicable arriba del escenario. Entre las personas que lo hacen. Que es único. Muy espiritual. Cuando sentías que estás conectado con los que están con vos arriba del escenario, es increíble. Peros siempre la inspiración te agarra transpirando. Por todo eso, lo que te conté en la primera parte y esto último, si me pones a elegir entre el agro y la música no puedo. Los dos me gustan mucho.
-Bueno, metámosle al pin-pong de El podcast de tu vida, la primera es si pudieras tener un superpoder cuál te gustaría tener
-Viajar rápido. Porque yo viajo un montón por laburo. Ir y volver rápido. Estar en Córdoba a la tarde viendo un cliente y estar ensayando a la noche en capital.
-¿Algún país que te haya gustado mucho?
-Inglaterra lo hice mucho. Compraba vinilos por dos mangos. Lo disfruté mucho. Barcelona me alucinó. Y Estados Unidos, ese consumismo americano la rompe. Recorrí mucho, pero hay lugares que no me interesan, como India, culturas muy lejanas. Pero Argentina, Buenos Aires, es de las mejores ciudades que viví. Arquitectura, cultura, lo familiar es hermoso. Tenés la oportunidad de la amistad, que seas donde seas, del nivel social que seas, pueden estar juntos. Eso en el resto del mundo no pasa, las clases sociales están más separadas.
-Bueno, y la pregunta más difícil, elegite un tema musical para que quede sonando, para cerrar la nota.
-Uff… sí, es la más compleja. Mi vida tuvo un cambio groso cuando salió un disco de Keith Richards que se llamó “Main offender”, y ahí hay un tema que se llama “Hate it when you leave”, que es muy parecido a “Flaca”. Ese fue un quiebre groso en mi vida, porque a través de la música me di cuenta de que podía encontrar un sentimiento y algo adentro mío súper mágico. No lo elijo por el tema en sí, porque si te tengo que decir un tema que me alucina es “Mississippi” de Bob Dylan, o lo último que tenía hace un rato en la bandeja, un tema de Jimmy Hendrix, “My baby and me”, que es un disco para la audiencia super escuchable. Hay miles de cosas, pero me quedo con ese de Richards que me generó un cambio.
La entrada El violero del campo: Gonzalo Fernández Moreno vende guitarras vintage y también insumos agrícolas, conoció a los Rolling y tocó con varios pesos pesados se publicó primero en Bichos de Campo.
Seguir leyendo