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Elisabeth Avendaño sigue trabajando en el tambo con 80 años y critica el tono quejoso de los productores lecheros y periodistas: ?Parecen disfrutar llorando sus miserias en público?

Fuente: Bichos de Campo 07/04/2024 08:53:36 hs

Elisabeth Avendaño es una asidua lectora de Bichos de campo, y el pasado 3 de abril escribir esta carta a raíz de una nota que informaba, en base a datos del OCLA, que “La facturación de los tambos cayó tanto que licuó la suba de precios y el impacto positivo del bajo valor del maíz”.

Elisabeth Avendaño es una asidua lectora de Bichos de campo, y el pasado 3 de abril escribir esta carta a raíz de una nota que informaba, en base a datos del OCLA, que La facturación de los tambos cayó tanto que licuó la suba de precios y el impacto positivo del bajo valor del maíz”.

Se nos ocurrió que antes de transcribir aquí la carta de Elisabeth, podríamos averiguar cómo fue y es actualmente su vida, para valorar más aún el texto y su mensaje. Ponerlo en su justa dimensión.
Elisabeth llegó a nuestras pampas, de muy joven, en 1968, y como su apellido es muy difícil de pronunciar para nosotros, todo el mundo la llama por el de quien se enamoró al llegar a nuestro país, Miguel Avendaño. Éste era un agricultor y ganadero que administraba su campo familiar ubicado a 7 kilómetros de Treinta de Agosto y 40 de Trenque Lauquen, al suroeste de la provincia de Buenos Aires. 
“Eli” se aquerenció allí para siempre y hoy conoce muy bien su tambo familiar, que ayudó a fundar a Miguel en 1986, luego de haber perdido todo a causa de una gran inundación que ocurrió un año antes. Mucha gente no regresó a sus campos, pero ellos nunca se fueron. Luego, casi pierden todo en manos de los Bancos al hacérseles casi imposible pagar los préstamos que habían pedido para apostar al rubro lechero. 

La facturación de los tambos cayó tanto que licuó la suba de precios y el impacto positivo del bajo valor del maíz

Un día sus vacas Holando comenzaron a sufrir graves problemas en los partos, y Miguel había visto las vacas “Rojas” en Suecia. En 1987 decidió importar su semen, siendo el pionero en América del Sur en la introducción de la raza. Aquella vez resolvieron los problemas de los partos gracias a la incorporación de la raza Sueca Roja, que promocionan hasta hoy y de cuya genética son sus distribuidores exclusivos. 
Pero vinieron años muy duros hasta que uno de sus hijos, Gustavo, regresó de Nueva Zelanda, adonde se había ido a ordeñar vacas. Al ver que el tambo familiar estaba fundido, se hizo cargo y trabajó muy duro durante muchos años hasta que logró sacarlo a flote. 

Hasta hoy “Eli”, con 80 años de edad, se encarga de la genética de sus vacas y la selección, maneja el pasto adonde van a comer ellas en los diferentes lotes. Gustavo maneja el campo en general, el personal, la maquinaria, siembras y finanzas. Ella elige los toros para cada vaca, cuáles dejar para servicio y cuáles vender, como también ayuda a su hijo supervisando la guachera y la recría. 
Cuentan que recién ahora se están reponiendo de la sequía y tienen mucha esperanza gracias a que ya tienen buenos pastos y les están pagando un buen precio por la leche. Están a punto de comenzar las ventas de toros, vaquillonas y semen, lo que los llena de optimismo.  
En su carta, Elisabeth manifiesta que le molesta la queja permanente de muchos tamberos que pocas veces reconocen sus propios errores como causas de sus fracasos. Y también se queja de nosotros los periodistas, diciendo que “nos encanta acompañar a estos productores en sus lamentos”, como también describir cuán dura y sacrificada es la vida del productor lechero. 

Arremete contra los miembros de CAPROLECOBA, la Cámara de Productores de Leche de la Cuenca Oeste de la provincia de Buenos Aires, y también a una dirigente tambera que se lamentaba en una entrevista haber trabajado siete años a pérdida. La tambera “Eli” nos reclamó, a los periodistas, hacer más notas de los casos exitosos, de aquellos a quienes les va bien. 
Es verdad que puede haber productores que se quejan demasiado, como muchos o pocos que no hayan visto a tiempo la solución a un problema. Pero desde nuestro medio consideramos que no podemos obviar que los sucesivos “desgobiernos”, por parte de quienes han ido pasando por la administración de nuestro Estado, tanto municipal, como provincial y nacional, han sido los principales causantes del incesante cierre de tambos pequeños y medianos, para pasar a una triste concentración de la actividad lechera en pocas manos. Claro que esto no implica que haya mucha responsabilidad de los privados. 
No creemos que sea obra de la casualidad que esta misma concentración se ha ido dando en casi todos los sectores productivos y hasta en los comercios de todo el país. De todos modos creemos que no está de más que Elisabeth alce su voz, que puede venir bien para abrir un debate necesario y para que muchos productores se hagan cargo de sus propios errores. 
Aquí les copiamos la carta:

“¡Pobrecitos los tamberos! Y a los periodistas les encanta acompañarlos y describir cuán dura y sacrificada que es la vida del productor lechero. No deja de asombrarme cómo la mayoría de los productores lecheros -como por ejemplo, los miembros de CAPROLECOBA, aquí en el Oeste de la provincia de Buenos Aires- parecen disfrutar llorando sus miserias en público. 

El otro día leí una entrevista a una dirigente. ¡Pobrecita! ¿Pueden creer que había producido a pérdida durante siete años? ¡Siete! O hay que ser inútil o estar exagerando un poco… ¡Ningún empresario o productor lechero que se precie de tal, puede darse el lujo de trabajar tantos años a pérdida! A menos que el tambo sea sólo su hobby y lo financia con otros ingresos… 

Tampoco convencen mucho las estadísticas sobre los costos de producción, que tan asiduamente publican tantos asesores sabihondos. Porque ‘cada tambo es un mundo’ -como muy acertadamente dice un viejo asesor, entrevistado en una de las notas que publicaron en Bichos de Campo-. 

Considero que dar números generales sobre los costos y los márgenes de un tambo es al menos arriesgado, siendo que las condiciones y variables son tantas y dependen de tantos factores, internos y externos. Y que hay tantos imprevistos e imponderables que varían de un tambo a otro, de una zona a otra, por lo que estos números difícilmente van a ser un espejo verídico de la rentabilidad de la empresa láctea.

  • No se puede comparar un tambo robótico de 2.000 vacas en una estancia de 5.000 hectáreas, con un pequeño productor que ordeña 100 vacas en un campito alquilado.
  • El clima es el eterno imponderable que puede favorecer a un productor, con lluvias justo a tiempo, y castigar a otro, con meses de seca, o con inundaciones que hacen perder siembras y pasturas.
  • Tampoco se pueden comparar zonas de riego de aguas buenas, con otras zonas donde el agua no es apta para riego, por excesos de sales, o calcio u otros minerales. Allí no tenés muchas defensas contra la seca.
  • Los sistemas de producción también tienen enormes variables: algunos prefieren encerrar a sus vacas de alta producción y dar raciones con muchos kilos de granos o alimento balanceado. Algunos establecimientos tienen la posibilidad de producir y elaborar sus propias raciones, otros tienen que recurrir a alimentos balanceados comprados – generalmente a un costo muy elevado. Otros prefieren producir a base de pasto solo: son producciones más bajas, pero con costos de producción también notablemente más bajos. 
  • Algunos eligen ordeñar a las vacas Holstein, más exigentes y más propensas a problemas de salud. Otros eligen razas más ‘gasoleras’, con menos exigencias en cuanto a alimentación y generalmente más rústicas y longevas.
  • La calidad de la leche y el precio x litro: si tus vacas producen muchos litros, pero a un costo desorbitante porque requieren muchos kilos de alimentos caros para producirlas, y encima producen una leche con bajos niveles de sólidos, puede ser que la rentabilidad final no sea mayor que la del productor que elije producir menos litros a un costo muy inferior. Porque los alimentos representan una parte importantísima de los costos en la producción de la leche. Se suele hablar de que la alimentación representa entre 40 % y 60 % del ‘cheque’. 

La base de la mayoría de las dietas de las vacas de tambo, además de la pastura de alfalfa y los verdeos de invierno, suele ser el silo de maíz. En una de las notas que publicaron en Bichos de Campo mostraron el costo exorbitante de la hechura del ensilage. Es verdad que los contratistas cobran fortunas. Y no es raro: vienen con flotas de tractores, picadoras y camiones y generalmente te arman el silo en muy pocos días, pero hoy hay que pagarlo “takataka” (al contado). No hace falta ser un genio para darse cuenta de que es caro trabajar con contratistas. En el caso de los rollos su pago suele ser por el 60% de los rollos que hicieron. Y el ensilado es un ‘circo’ aún más grande que hay que pagar. 

Les cuento nuestro caso: 

El costo del silo de maíz, que pudimos hacer este año, no llegó ni a una tercera parte del costo por hectárea que cobran los contratistas de la zona. Mi hijo, Gustavo, desde un principio se dio cuenta de que debía tratar de hacer la mayor cantidad de los trabajos posibles, con maquinaria propia. Cuando se hizo cargo de nuestro campo, no había ni un tractor decente, pero sí había deudas con los Bancos. Tardó 10 años en saldarlas. 

De entrada, consiguió canjear un toro y dos vacas para adquirir una sembradora. Luchó durante meses arreglando y acomodando esa máquina. Luego compró a pagar en cuotas un tractor usado a una firma de maquinaria importante, de Trenque Lauquen. Cuando quiso empezar a sembrar, el tractor no tiraba de la sembradora porque estaba fundido. La empresa que se lo vendió se desligó de toda responsabilidad, argumentando que era sólo intermediaria, mientras que le siguió exigiendo el pago de las cuotas en dólares. Considero que, aquí, el que no corre, vuela… 

Pero con los ingresos por la venta de la leche, mi hijo se fue armando de maquinaria propia: empezó con una enrolladora que amortizó ya al primer año con los rollos que pudo hacer – y a tiempo -porque un contratista pocas veces te va venir a hacer los trabajos en el momento justo, sobre todo si tenés un campo chico, como el nuestro. Eso puede ser decisivo para el resultado del producto final-. 

Ni bien pudo, Gustavo también compró una pequeña picadora para hacer con el personal el silo de maíz y de sorgo. La picadora abarcaba muy pocos zurcos, y tenía a mi hijo y a todo el personal picando y renegando con roturas, durante muchas semanas. Pero el único costo era el gasoil, los camiones contratados, los arreglos de los repuestos y roturas, y un tractor de afuera para pisar el silo. El resultado fue un silo de buena calidad.

Hoy, hace varios años que tenemos una vieja picadora CLAAS, que hace el mismo trabajo en 10 días. La misma no era barata, pero se pagó y se amortizó en 4 años. Y aunque requiere mucho tiempo en arreglos, en la búsqueda de repuestos y en mantenimiento, de todos modos nos hace ahorrar muchísimo dinero. 

Porque la clave consiste en bajar los costos. Si logras ser eficiente y bajar tus propios costos, la caída de la facturación no tiene por qué impactar tanto en tu rentabilidad. El costo de producción también depende de algunas decisiones que sí son ponderables, a saber: el productor elije la raza que quiere ordeñar y el sistema de producción que quiere utilizar. 

La raza más común en Argentina es la Holando, de origen norteamericano. Esta raza es una verdadera máquina de producir leche, pero si buscamos que produzca muchos litros y mantenga una buena condición corporal, requiere mucho ‘combustible’ -y el costo de ese ´combustible´ o alimento puede ser elevado. He escuchado a productores decir que el concentrado les lleva 40% del cheque. Los asesores nutricionistas sabrán si es así…

Como la leche de la raza Holando Argentino no suele ser muy alta en sólidos (proteína y grasa), algo que la industria suele premiar con sobreprecios, mientras que otras razas como la Jersey y sus cruzas, y la Sueca Roja, tienen un alto contenido de sólidos y esto se suele ver reflejado en los precios. Estas razas además no son tan exigentes en cuanto a la alimentación: en años con un clima medianamente benévolo, estas vacas, más rusticas y de un tamaño más reducido, se pueden mantener y producir bien a base de silo y pasturas/verdeos y suelen ser más fértiles, más sanas y producir durante más años.

Por último: la rentabilidad de la empresa láctea no se ve reflejada solamente en el precio por litro de leche, sino en muchas otras áreas fundamentales para que las cuentas cierren, aún en épocas difíciles como: períodos de seca, o cuando los precios no logran mantenerse a la par de la inflación, ni con los costos de los insumos. Además, que la reproducción y la recría funcionen bien, que las vaquillonas sean bien alimentadas y que puedan ser inseminadas a la edad y con el desarrollo que les corresponda, que se cuide la salud de sus pezuñas y ubres. 

Resta poder entender por qué a tantos productores les gusta quejarse y llorar su miseria y por qué los periodistas y muchos asesores los acompañan en este llanto. Finalmente hay que reconocer a todos los productores eficientes que no se hacen oír, pero que logran hacer sustentables a sus empresas, aún en tiempos difíciles. ¡Brindo por ellos, y con ellos! Les comparto una imagen de una vaca ‘rentable’: en la foto, acababa de parir por octava vez el 25 de febrero de 2024. Ya está produciendo 32 litros y con una salud de la ubre de no creer, en una vaca de esa edad. En el control de marzo de este año tuvo sólo 1000 células somáticas”. 

Elisabeth Avendaño

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