“No se puede amar lo que no se conoce”: Ochocientos niños de escuelas rurales y urbanas de Uruguay se envían cartas manuscritas para conocerse y acercar el campo a la ciudad
“Hola, soy Matías Alejandro De León Pocholo, tengo 11 años y voy a la escuela N° 57 de El Chileno, a sexto año. Me gusta jugar al fútbol, cocinar ñoquis, pintar, ayudar a mi papá con los animales y andar a caballo”. Así comienza la carta que el pasado 26 de junio Matías envió desde
“Hola, soy Matías Alejandro De León Pocholo, tengo 11 años y voy a la escuela N° 57 de El Chileno, a sexto año. Me gusta jugar al fútbol, cocinar ñoquis, pintar, ayudar a mi papá con los animales y andar a caballo”.
Así comienza la carta que el pasado 26 de junio Matías envió desde la localidad rural de El Chileno, en el departamento de Durazno, Uruguay, a alumnos de segundo grado de otra escuela en la ciudad. Sin necesidad de usar más que un lápiz y su puño y letra, Matías integra un grupo de 800 alumnos que, desde 14 de los 19 departamento que tiene el país Oriental, se envían cartas por correo para conocerse y acercar un poco más al campo y la ciudad.
El proyecto conocido como “De Puño y Letra” inició en 2022, de la mano de una maestra, un ingeniero agrónomo y una promotora cultural.
Carlos Guinovart, el ingeniero y productor agropecuario que trabaja en la Cabaña Bayucuá, en la localidad de Salto, se acercó a la Escuela Rural N° 30 de la pequeña localidad de Laureles, con no más de 200 habitantes, para brindar talleres extracurriculares –con permiso de Inés De Lisa, maestra directora de esa escuela- que motivaran a los estudiantes.
“Eran cursos de todo, desde economía e historia hasta arte, dibujo y animación. Tenían como objetivo, por un lado, aumentar la autoestima de los niños rurales, en el entendido de que la ruralidad es un valor hoy en día. Saber de campo y vivir en contacto con la naturaleza, hoy el mundo lo valora. Por otro lado era mostrarles, dentro de lo posible, los horizontes del mundo para que entendieran que no necesariamente por haber nacido en Laureles tenían que quedarse allí el resto de la vida, sino que podían ser lo que ellos quisieran. Fue muy gratificante”, relató Guinovart en una charla con Bichos de Campo.
La dinámica desarrollada y el creciente compromiso de los alumnos motivó a Carlos y a Inés a dar un paso más, y fue Gabriela Zabaleta quien les dio ese empujón. Además de ser promotora cultural de El Pinar, en Canelones, y de realizar cursos de cocina para niños, Gabriela participó de un proyecto similar de intercambio de cartas años atrás. Fue tiempo de poner manos a la obra.
“Hay una falta de conocimiento entre el campo y la ciudad, definitivamente. Entonces, partiendo de la base de que no se puede amar lo que no se conoce, y que para achicar esa brecha que está llena de preconceptos el lugar más fértil son los niños, se nos ocurrió hacer un intercambio de cartas de niños rurales con niños de escuelas urbanas. Las cartas son manuscritas y en lo posible letra cursiva. Esto implica todo un desafío desde el punto de vista de la escritura, pero un desafío aún mayor en cuanto a la síntesis porque cada niño, sea del campo o de la ciudad, tiene que pensar en quién es, de dónde viene, cómo vive y cuáles son sus sueños”, explicó el agrónomo.
“Esto es para que haya conocimiento y a partir del conocimiento se tomen las decisiones, sea del lado que sea, con conocimiento del medio. Es una manera de generar confianza entre los niños”, agregó.
Las cartas son enviadas por alumnos de preescolar hasta los 12 años. En ellas pueden escribir lo que deseen y siempre se mantiene la privacidad de cada carta. Quien lo desee, claro, puede leerla en voz alta a sus compañeros.
“Esto solo tiene el objetivo de la comunicación. No hay una supervisión nuestra detrás. Los chicos pueden escribir, dibujar, incluso quienes han pasado por el taller de cocina han enviado bizcochitos con la carta. Hay de todo. En las escuelas rurales multigrados, los niños mayores ayudan a los más chicos a escribir sus cartas, y los que no escriben hacen un dibujo”, contó Guinovart.
Las cartas son enviadas por correo tradicional, con apoyo del Correo Uruguayo que permite que su envío sea ciento por ciento gratuito. La elección de la escuela de destino es particular de cada maestra que desee sumarse al proyecto, y solo debe avisarle a los organizadores que ha decidido integrar a sus alumnos a este colectivo mensajero.
“Te sorprende que en un mundo de inmediatez como el que vivimos actualmente, los niños se enganchen tanto con escribir la carta, mandarla y sobre todo esperarla desde una ansiedad que disfrutan mucho realmente. Están muy pendientes de la llegada de su carta con la contestación”, asegura el agrónomo.
-¿Qué cosas le han llamado la atención del contenido que se vehiculiza en las cartas?- le preguntamos a Guinovart.
-Te diría que lo que más llama la atención de los niños rurales sobre los urbanos es la cantidad de actividades extracurriculares que hacen en la ciudad. Te dicen: “Pero van a fútbol, judo, natación, ¿cuántos deportes juegan?”. Es bastante general esa reflexión que hacen. Y de los urbanos a los del campo, les llama mucho la atención que cuando terminen las clases se vayan a un arroyo. Les preguntan con quién van y ellos responden que solos. Les resulta totalmente increíble que puedan manejarse solos dentro del pueblo.
-¿Qué relación considerás que existe actualmente entre el campo y la ciudad en Uruguay?
-Siendo un país tan pequeño y que tiene un componente agropecuario tan grande dentro de su producción y de su economía, el desconocimiento que hay entre uno y otro es muy grande. También hay que recordar que la mitad de la población vive en una ciudad del Uruguay que es Montevideo. Siendo un país tan chiquito, tenemos una mediana ciudad muy urbana y muy dispersa del resto del campo y de la ruralidad. Es algo que no varía mucho a la situación de Argentina. Falta conocimiento y hay preconceptos.
-Y en el caso del campo, ¿muchos se trasladan desde allí a las ciudades o hay un arraigo rural considerable?
-Te diría que hay dos niveles. Desde el interior de Uruguay, cuando llega la época universitaria, la mayoría se va a Montevideo. Hay un desarraigo allí y después, de esa gente que va a estudiar a Montevideo, solo un porcentaje vuelve y se radica de vuelta en su ciudad natal. Pero en el caso de los pueblitos rurales de Uruguay, ahí se dificulta mucho más porque requiere realmente un esfuerzo y una constancia el seguir estudiando por las distancias, más que nada por las rutas internas son muy deficitarias, y por el tiempo que insume ir todos los días. Los que llegan son unos héroes realmente.
-¿Qué proyectan que va a suceder con este proyecto?
-Ahora tenemos el reconocimiento del Ministerio de Educación Primaria y la idea de esto es mantenerlo por lo menos 5 años y que siga creciendo, mantener la relación todos los años.
-¿Piensan que en algún momento los chicos se pueden encontrar presencialmente?
-Sí, si bien nosotros desalentamos el contacto digital, sí estamos organizando el 21 de noviembre, en el Estadio Centenario donde se realizará el partido de Uruguay con Bolivia por las eliminatorias, hacer el encuentro de todos los niños que se están carteando. Ahí se van a conocer los 800 niños. Es una experiencia que, entendemos, será muy interesante.
-¿Le hubiese gustado a usted intercambiar cartas de esta forma durante su etapa escolar?
-Sí. He escrito muchas cartas en mi vida por distintas razones. De hecho intercambié algunas con una chica francesa, a partir de unas clases de francés que tomé, y realmente fue muy interesante. Es una amistad que dura hasta hoy. Creo que por ahí va la cosa.
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