Se hizo agrónoma para “no ver sufrir a los animales” y hoy es una influencer del bienestar animal
Lara Giuliani forma parte de la tercera generación de una familia de productores bonaerenses. El día que demostró que sin gritos ni golpes podía lograr que una vaca hiciera caso y otras anécdotas de su vida, en una nueva entrega de ELLAS.
“Les apuesto un asado que, sin gritos ni golpes, yo sola puedo entrar esa vaca que hace media hora ustedes no pueden meter para vacunar”.
Cuando Lara Giuliani, después de recibirse como ingeniera agrónoma, fue al campo familiar en General Rivas (Buenos Aires), se encontró con antiguas formas de trabajar, sobre todo en relación a la forma de manejar los animales. Se considera una enamorada de los mismos, al punto que cuenta que decidió estudiar agronomía, y no veterinaria, “para no verlos sufrir”.
Esa tarde, les demostró a los empleados del campo que, tratando bien a los animales, se pueden lograr mejores resultados productivos.
Y no solo lo predica tranqueras adentro, sino que se transformó también en una “agroinfluencer”, a través de su cuenta @agrolarus, que tiene como eje de sus mensajes al bienestar animal, al punto que llama a sus vacas “seguidoras” y asegura que “el olor a bosta para mí es perfume”.
Lara es la protagonista de una nueva entrega de ELLAS, la serie de podcasts de Infocampo destinada a relatar casos de mujeres que se destacan en el ámbito rural. También es parte del “team” embajadoras de Mujeres en Campaña (MEC), una iniciativa de New Holland.
– ¿Cuáles son tus primeros recuerdos del campo? ¿Con quiénes, a dónde, a qué edad?
– Cuando era chiquita mi papá podía ir sólo los sábados al campo, porque en la semana tenía otro trabajo. Era la época de (Carlos) Menem, los años ’90, y el campo no daba tanto, entonces él trabajaba en una empresa de muebles de oficina de lunes a viernes y al campo iba los sábados. Y me llevaba. Tengo lindos recuerdos de los momentos de manga, el olor a bosta para mí es perfume y amo los animales. Ya desde entonces, algunas cosas de la manipulación de los animales me quedaron grabadas también, siempre pensaba que algún día me gustaría hacerlo distinto.
– ¿Cómo eras de chica? ¿Qué hacías?
– Yo nací en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y viví allá hasta que me recibí. Siempre vivimos en Belgrano, iba a un colegio doble escolaridad, a la mañana tenía español y a la tarde inglés. Después, en los ratos libres probé de todo: danza, piano, patín. Lo que más me gustó de todo fueron los rollers, de hecho, ya de grande, cuando estaba en la facultad, iba al Rosedal con un grupo que se llama “Patín en línea” a aprender. Esa terminó siendo mi gran pasión. Pero también, cuando era más chica, a los 11 años, empecé a hacer remo en las canoas canadienses, porque mi mamá había comprado una casa en el Delta. Me divertía esquivando las olas que hacía la lancha colectivo. Iba con mi perra Pepa. Nos quedábamos todo el verano ahí en esa época.
– ¿Te acordás un momento exacto en el que hayas dicho que querías ser agrónoma?
– Fue una decisión que no fue mía incluso. Yo quería hacer algo con los animales y el campo, porque me encantan. Pero no sabía de la carrera de agronomía. Cuando estaba terminando el colegio secundario, empecé a buscar qué estudiar y mi mamá encontró la carrera de agronomía, y me dijo: “vos podés criar los animales, pero sin tener que ver el sufrimiento de ellos, y cuando se lastiman que los cuide el veterinario”. Me pareció genial la idea y así avancé.
– ¿Y tuviste en algún momento un plan B?
– Cuando era chica quería ser ingeniera en sistemas. Pero mi mamá me dijo que “era para hombres y que me iba a morir de hambre…”. (se ríe) ¡Tendría que haber estudiado eso! En un momento hace unos años pensé en estudiarla igual, siempre la tecnología me gusta, pero bueno, será en otra vida.
– ¿Cómo es vivir en el campo? ¿Qué cosas están buenas y cuáles no?
– Tenés muchas cosas lindas y buenas. Lo lindo es la libertad que tenés. El aire puro, fresco, estar con los animales, tener un parque grande, que mi hija Francesca puede correr por todos lados, que los perros anden libres. El contacto con la naturaleza, el pasto, es fantástico. También la seguridad, al estar alejado de la gran ciudad estás más tranquilo.
– ¿Y lo malo?
– Cuando viene una tormenta se te corta la luz o como ahora que está el maíz con mucho hongo y te agarra alergia como me está pasando a mí ahora. Con la vejez van apareciendo estas cosas (se ríe). Y cada tanto extrañas ponerte los tacos vestirte y salir al cine o a comer algo afuera… eso sí, un ratito, después te querés volver al campo.
– ¿Qué te gusta de lo que hacés hoy?
– Recorrer los diferentes lotes, ver dónde están los animales y planificar a qué lote tendrían que ir. ¿Cuántas parcelas quedan? ¿Cuántos días podrían estar ahí? Proyectar a varios meses ir pensando… todo eso me gusta. Ser ingeniero es fácil mientras llueva… pero cuando te falta agua ahí tenés que ingeniártelas ¿De dónde saco la comida para las vacas? Pensar esas cuestiones me gusta.
– ¿Cuándo empezaste con el bienestar animal y cómo lo llevás adelante?
– Entre las cosas que fui implementando, lo primero fue no golpear a los animales porque antes se los apuraba para que entren en el brete, para terminar rápido el trabajo, y los animales se terminan queriendo escapar porque saben que vos los maltratás ahí. Eso lo desterré. Cero golpes y cero gritos. ¡Menos la picana para entrar al camión! Si el animal está tranquilo también vas a tener un bienestar humano, porque nosotros no terminamos estresados. Antes terminaban todos sin voz, cansados porque los animales se querían escapar… Implementé la técnica de Marcos Giménez Zapiola que muestra que, con banderas, uno puede arrear los animales. Y hoy llevamos los animales a pie y muchas veces entran solas.
– ¿Y qué más?
– También tenés que darles buenas condiciones cuando llegan al corral de espera. Con agua y sombra en verano, con espacio. También hice que todos los corrales en el campo tengan acceso a bebida y sombra. Eso también es importante. Y que el agua esté cerca de la sombra.
– ¿Cómo te ha ido siendo mujer entre los corrales?
– Al principio la he tenido que luchar, porque la gente que teníamos no quería implementar las técnicas de la bandera y eso de dejar de gritar e ir más tranquilos esperando la vaca. Hasta que un día les aposté un asado a que yo sola iba a poder entrar una vaca que hacía media hora que no podían entrar. “No, señora, se va a lastimar”, me decían. Era una vaca que había quedado sola y se sentía amenazada, porque había perdido a la manada y estaba estresada.
– ¿Y entonces?
– Vos tenés un montón de signos que un animal está estresado, jadea, bostea, larga baba, las orejas, la mirada, y cuando rasca el piso con la pata olvídate, te está midiendo para toparte. Yo esperé 15 minutos y entré al huevo. Miraba para otro lado, porque no hay que enfrentarlos con la mirada, aunque miraba de reojo por si se le ocurría toparme. Y me iba acercando de a poco aplaudiendo despacio, con un sonido suave diciendo “vamos, vamos”. En un momento se dio vuelta, me miró y avanzó. La vacunamos y salió. Fue mi triunfo y fue la posibilidad de ganarme el respeto.
– ¿Y qué te dijeron los gauchos?
– Me pidieron disculpas, que hacía muchos años que estaban acostumbrados a una forma de trabajar y era difícil cambiar de técnica. “Es difícil entender que eso puede cambiar”, me dijeron. Y hoy no pueden creer cómo es todo. Con bienestar animal es todo más fácil. Pero me lo tuve que ganar, hasta que me entendieron. Hoy seguimos insistiendo, con capacitación contínua y que sepan que acá se trabaja así. Si no, se van.
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FUERA DEL SURCO
– ¿Hay algo que te reinicie, que cuando venís complicada puedas hacerlo, pensar en otra cosa y despejar tu cabeza?
– Te diría viajar, pero esta complicado para nosotros. Tenemos a Fran, nuestra hija, y todavía, después de más de tres años, no nos dan los papeles y no podemos salir del país con ella. Estamos esperando que las cosas se solucionen. Lo que sí hago todavía es andar en rollers, sigo yendo a Buenos Aires y al rosedal a patinar. Me encanta. Es mi otra pasión.
– ¿Qué elegís si tenés que escuchar música? ¿Qué te gusta?
– Sin dudas, música brasilera me levanta. Pero también hay una canción que me gusta mucho, la de la película “Pretty Woman”. Todas estábamos enamoradas de Richard Gere (se ríe). Y algo me identifica con lo difícil que fue, en algún momento, entrar como mujer al campo y después terminé pudiendo ser la voz de muchas mujeres. La canción de esa película me da fuerza, me recuerda acá estoy, con otras herramientas que cuando empecé, que puedo hablar a la par de cualquiera en el campo. Me siento más fuerte.
– ¿Si mirás series o pelis por dónde vas?
– Románticas. Miro todo lo que termine todo bien y lindo, también para desconectar. ¡Ah! Y las de Marvel también me fascinan. La ultima “Guardianes de la Galaxia”, muy buena.
– ¿Algún lugar que hayas conocido y te haya gustado mucho? ¿Y alguno que te gustaría ir?
– Me gusta mucho el agua y arenas del caribe, es paradisíaco. Aunque es triste porque fuera de los hoteles y las playas hay muchísima pobreza y es duro. Miami es una combinación de progreso y lindas playas. Con una cultura en la que hay de todo, no te sentís en Estados Unidos. Me gustaría conocer México. Me gusta recorrer mucho la parte cultural de los lugares.
– ¿Alguna mujer que haya sido tu referente?
– Hay una mujer que admiro muchísimo. Delia Flores, que durante muchos años fue la presidenta de GEMA, el Grupo Empresarial de Mujeres Argentinas, que es una mujer que ha trabajado y trabaja muchísimo en pos de las mujeres. La viene luchando hace muchos años y siempre que puedo se lo digo, la admiro y la quiero un montón. Cuando sea grande quiero ser como ella. No sólo está en lo profesional, también te pregunta sobre tu persona. Es excelente. Me motiva a ser como ella.
– ¿Qué mensaje te gustaría dejar o qué te motiva a diario para emprender y seguir empujando?
– Muchas mujeres que ven a otras crecer y se ven mediocres y yo les digo que no, que hagan lo mejor que pueden dentro de lo que hacen. Alguna vez a mí también me pasó de estar perdida, desahuciada, no conseguía trabajo como agrónoma, porque siempre preferían elegir a los hombres. Y veía a otras mujeres que les iba mejor, que eran exitosas, y me ponía mal, hasta que un día dije ¡basta! Yo también tengo lo mío y puedo crecer, y así empecé a cambiar mi cabeza y no paré más. Cada uno dentro de su rubro tiene que tratar de ser la mejor versión de uno mismo. Con un play y objetivo para lograr la mejor versión de una misma. Después puede o no funcionar. Pero no se sientan mal porque no lo estén logrando. Confíen en las grandes mujeres que lo han logrado gracias a un montón de golpes que han tenido.
MUJERES EN CAMPAÑA
“ELLAS” es una serie de podcasts realizados por Infocampo con mujeres de campo que inspiran por su historia emprendedora, y que cuenta con el acompañamiento de “Mujeres en Campaña”, una iniciativa de New Holland Agriculture que ya tiene un camino recorrido y embajadoras de distintos lugares del país.
La Iniciativa Mujeres en Campaña (MEC) surgió cuando comenzamos a notar que existen muchas mujeres involucradas en el campo con grandes capacidades y que todas teníamos algo en común: la necesidad de compartir experiencias vinculadas al campo y al trabajo rural, nuestro principal objetivo es visibilizar el rol de la mujer rural en cualquiera de sus tareas sea como cliente o como una referente para el sector”, señaló Roxana López, referente de Marketing New Holland Argentina.
Desde “Mujeres en Campaña” desarrollaron el concepto de “embajadoras” que permite conocer un poco más de cada una en su rubro y, a su vez, difundir cómo trabajan y cómo se sienten.
El objetivo de este maridaje entre ELLAS y Mujeres en Campaña es llegar a mujeres de distintas edades y distintas zonas geográficas. “Nos enorgullece cuando un padre nos comenta que le recomendó a su hija inscribirse en nuestra plataforma para capacitarse y realizar algún curso de los que ofrecemos”, agregó López.
Desde la plataforma de MEC, se puede acceder a capacitaciones, foros, talleres, entrevistas y contenido de interés, además, cuenta con una Feria de Emprendedoras para dar a conocer los proyectos que lideran las seguidoras.