Descompactación del suelo, una práctica que alivia, pero no cura
Un estudio realizado en la Pampa Ondulada encontró que esta técnica aumenta el rendimiento del maíz al favorecer una mayor disponibilidad de agua y nutrientes. Sin embargo, se la debe usar eventualmente y no reemplaza el buen manejo del recurso.
La siembra directa, una práctica de cultivo que predomina en la Argentina y que evita el uso de arado para remover el suelo, tiene grandes ventajas. Permite reducir los costos de producción y las emisiones de carbono desde la capa superficial del suelo, entre otras. Pero, de no implementarse técnicas de manejo apropiadas, puede producir la compactación del suelo, un fenómeno por el cual se forma una capa endurecida y con escasos macroporos, que son los espacios por los que ingresa el agua al suelo, circula el aire y se alojan las raíces y los organismos que lo habitan. Este fenómeno, que afecta de manera negativa a los cultivos, se puede remediar aplicando técnicas de descompactación mecánica usando maquinaria agrícola.
Un estudio de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) publicado en la revista científica Agronomía y Ambiente evaluó los efectos de la descompactación del suelo sobre cultivos de maíz en siembra directa, y encontró que las condiciones físicas del suelo, como su porosidad —es decir, la cantidad y el tamaño de sus poros— mejoraron y se tradujeron en un aumento del rendimiento. No obstante, según aclaró Carina Álvarez, docente de la cátedra de Fertilidad y Fertilizantes de la FAUBA y coautora del estudio, “el primer mensaje es que la descompactación es una medida de remediación que no reemplaza las buenas prácticas de cuidado y manejo del suelo”.
Más espacio para las raíces, por favor
“La compactación ocurre cuando las maquinarias o los animales transitan continuamente el suelo. Eso ejerce una presión frente a la que muchas veces termina cediendo, formándose capas endurecidas”, comentó Carina. Este fenómeno, añadió, afecta los cultivos de diversas formas: “En suelos compactados, las raíces no tienen las condiciones que necesitan para su buen desarrollo, o sea para crecer cómodamente y acceder al agua, nutrientes y oxígeno”.
Por esto, la docente resaltó que es clave cuidar la calidad física del suelo en siembra directa. “Como prescindimos de la labranza, es muy importante prevenir la compactación o tratar de remediarla con procesos biológicos o procesos que combinan ciclos de humedecimiento y secado, o sea, con manejo, para mantener esa buena cama para la siembra”.
Pero cuando el suelo se compacta, se deben aplicar medidas de remediación para devolverle su porosidad. Este es el momento en que se puede aplicar la descompactación mecánica. El estudio encontró que la técnica resulta beneficiosa para recuperar la calidad física del suelo.
“La idea de hacer el experimento con descompactación surgió a partir de un grupo de productores que querían conocer los beneficios de la práctica”, comentó Carina. Entonces, cultivaron maíz en lotes en donde combinaron tres parcelas con suelo sin descompactar y tres con suelo descompactado. “Uno de los principales resultados que observamos es que el rendimiento del maíz aumentó entre el 6 y el 7%. Esto fue consecuencia de un aumento en la abundancia de raíces en los primeros 10 centímetros del suelo y mayor infiltración del agua de lluvia, lo que generó una mayor disponibilidad de agua y nutrientes para la planta”.
Carina Álvarez comentó que la elección de trabajar con maíz se debió a las particularidades de este cultivo que lo hacían más susceptible a responder a los cambios físicos del suelo. “Teníamos el antecedente de estudios en los que el maíz era el cultivo más sensible a la compactación. Esto tiene que ver con que el maíz tiene necesidades hídricas concentradas en el tiempo, alrededor de la floración. En ese momento es cuando se define el número de granos que tendrá la planta, y si le falta agua, el rendimiento baja”.
La docente señaló que este estudio complementa a muchos otros realizados en otros cultivos y que permiten dar un panorama completo sobre los efectos de la descompactación. “Con el tiempo se fueron haciendo otros trabajos de descompactación. Además del maíz, otros grupos de trabajo hicieron estudios sobre la soja y eso nos permitió hacer una revisión mucho más sólida que publicamos en la revista Soil and Tillage Research”.
Estos estudios, según Carina, aportaron mucha información sobre el fenómeno de la compactación y su impacto en la soja. “Al diseñar el experimento, usamos maíz porque pensábamos que la soja no iba a responder tanto a la descompactación, pero nos sorprendió. Otros estudios mostraron que en suelos arcillosos que estaban compactados, la soja respondía muy bien cuando los rendimientos eran bajos. Es decir que cuando la soja estaba rindiendo poco, la descompactación del suelo mejoraba de manera importante el rendimiento”.
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Mejor prevenir que curar
“Muchas veces, luego de descompactar, volvíamos al mismo lugar y encontrábamos que el suelo estaba nuevamente compactado. Esto significa que el efecto de la práctica duraba poco. Por esto, otro mensaje importante es que un suelo descompactado es más susceptible de volver a compactarse”. Carina Álvarez explicó que cuando se afloja el suelo mecánicamente, los poros que se forman están llenos de aire o agua y no tienen raíces que los sostengan, por lo que es muy fácil destruirlos. “Si caminamos sobre ese suelo o una máquina pasa por encima, la estructura que se había generado se desarma, es inestable”.
Por eso, resaltó que “solo tiene sentido descompactar mecánicamente si después vamos a hacer bien las cosas. Yo hablo siempre de una lista de buenas acciones para evitar la compactación del suelo. Si se descompactó, lo que sigue es asegurar que siempre tenga raíces sumando cultivos de cobertura, respetar su capacidad portante —es decir, de soportar las cargas que se le aplican—, regular en tránsito en el lote y usar neumáticos anchos con mayor superficie de apoyo e inflados a la presión que indica el manual para evitar la presión excesiva. También hay que hacer rotación de cultivos, esto es, alternar plantas de diferentes familias en los ciclos de cultivo en un mismo lugar”.
Carina también apuntó al monocultivo como una práctica que incide de manera negativa en la calidad del suelo y que está muy extendida en la Argentina. “Nuestro país maneja gran parte de su superficie en siembra directa, que es una práctica favorable. No obstante, tiene que estar en un contexto de diversificación de cultivos, lo cual muchas veces no ocurre. No se trata solo de hacer siembra directa, sino también de hacer muy buena rotación y la Argentina, por razones económicas y de tenencia de tierras, muchas veces se apega al monocultivo de soja o al cultivo de mayor rentabilidad. Deberíamos hacer más cultivos de cobertura para tener raíces y combinar sistemas de raíces de diferentes especies en nuestros sistemas de producción. Tenemos muchos desafíos”.
La docente recalcó que es necesario prestarle atención al recurso suelo. “La Argentina tiene que mirar la física del suelo con más atención. Hay que hacer muchas cosas para atender a la biología del suelo y con frecuencia los y las productoras enfrentan costos adicionales o cambios de reglas de juego, y terminan decidiendo con mirada de corto plazo. Y cuando se aplica la descompactación mecánica es porque no se dio tiempo a las regeneraciones naturales y biológicas para sostener las presiones que se aplican. Por eso, a veces tienen que recurrir a la descompactación mecánica, pero deben tomarla como algo eventual, no como rutina, porque si no, estarían cambiando el sistema de labranza”.
Por eso, Carina Álvarez insiste con la lista de buenas prácticas para el cuidado del suelo. “Si por cuestiones coyunturales no se puede aplicar alguna buena práctica, apenas sea posible hay que emplear otra que ayude a recomponer el sistema. Y cuantas más buenas prácticas se apliquen, mejor será la calidad del suelo. Es mejor prevenir que descompactar. Que el remedio sea la última opción”.
Fuente: Sobre la Tierra- por Yanina Nemirovsky