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La potente historia de Naty y Niko, que decidieron irse de Villa Ballester para criar a su hija bajo los preciosos atardeceres de Castilla

Fuente: Bichos de Campo 28/03/2022 05:37:13 hs

Nicolás “Niko” Luna y Natalia “Naty” Schmidt pudieron concretar junto a su hijita Milena, un sueño madurado durante años: el de dejar la ciudad para irse a vivir en contacto con el campo. Resulta que vivían en Villa Ballester, en el conurbano de Buenos Aires, en un pequeño departamento. Hace unos diez años habían decidido

Nicolás “Niko” Luna y Natalia “Naty” Schmidt pudieron concretar junto a su hijita Milena, un sueño madurado durante años: el de dejar la ciudad para irse a vivir en contacto con el campo.

Resulta que vivían en Villa Ballester, en el conurbano de Buenos Aires, en un pequeño departamento. Hace unos diez años habían decidido comenzar a viajar los fines de semana a recorrer algún pueblito o paraje de los alrededores de Buenos Aires. Con el tiempo lograron comprarse un auto pequeño y recuerdan que alguna vez durmieron dentro de él, apenas reclinados. Ya se les notaba su carácter aventurero y que nada los amedrentaba en su búsqueda de pasar cada vez más momentos en contacto con la naturaleza, lo más cerca del campo posible. Dicen que era eso lo que los hacía más felices.

Niko es técnico electromecánico y se había especializado en automatización y controles eléctricos, pero además es músico y tenía una banda de rock. Naty, como profesora de inglés, enseñaba en colegios y a particulares. En sus viajes de fin de semana preferían visitar pueblitos o parajes, cuanto más pequeños mejor, aclaran.

Una vez llegaron a Gouin, un paraje rural de 122 habitantes, cercano a Carmen de Areco, que fue puesto en valor por un programa de “Pueblos Turísticos”. Emocionados con el lugar, al final del día se miraron y se preguntaron: “¿Si nos venimos a vivir a acá?”. De regreso a casa se pusieron a buscar algún terreno para comprar en ese pueblito, con la condición de que desde él se pudiera ver el horizonte, el campo.

Para su sorpresa, durante la búsqueda una inmobiliaria les propuso una oferta de 3 hectáreas, aunque en otro lugar, en Castilla. Se trata de un pueblito de 500 habitantes ubicado a 25 kilómetros de Carmen de Areco, 30 de Chivilcoy y 140 de la Capital, al que todas las noches, a las 21:35, llega un tren confortable que parte desde Retiro y culmina en Junín.

No solo los tentó el precio conveniente de aquel terreno sino que contenía una antigua capilla abandonada hace 30 años. Ubicado al borde del pueblo, a 10 cuadras del centro, los terminó de convencer de que ese podría llegar a ser “su lugar en el mundo”, porque desde allí se veía el horizonte, todos campos sembrados de maíz, girasoles y soja.

En realidad, confiesan que lo que más deseaban era criar a su hija Milena con una vida más tranquila, en la que papá no tuviera que viajar por trabajo ni mamá atravesar medio Buenos Aires para dar clases. Ya se imaginaban a Milena en contacto directo con la tierra y los animales del campo.

El problema es que la soñadora pareja apenas tenía un quinto del total del dinero necesario para la compra de las 3 hectáreas. Entonces se la jugaron por completo. Sacaron un crédito hipotecario con el consabido riesgo de que si se demoraban 6 días en pagar una cuota, perderían todo.

Al fin Naty y Niko compraron las 3 hectáreas en Castilla y durante un año y medio se la pasaron yendo a limpiar el terreno y a ver cómo lo transformaban en un lugar habitable, para irse a vivir definitivamente. Al terreno no le llegaba el tendido eléctrico. La capilla estaba llena de yuyos por dentro y los techos, habitados por murciélagos, tenían goteras por todos lados. Les fascinó que conservaba el altar donde se rezaban las misas. Poco a poco se fueron familiarizando con la fauna de la zona: liebres, zorros, lagartos overos y hasta suelen visitarlos unos elegantes flamencos rosados.

Se les ocurrió que podrían generarse un recurso, emprendiendo un camping, y pusieron manos a la obra. Al techo de la capilla le pusieron un silobolsa para que no se lloviera más y convirtieron a la misma en la proveeduría. Aprovecharon el viejo gallinero y allí se hicieron un hogar provisorio. Al lugar no le llegaba el tendido eléctrico y estuvieron sin luz durante un año y medio. Al principio no tenían cocina ni calefacción y cocinaban todo a la parrilla.

Cuando en 2018 lograron tener luz y un espacio confortable para recibir turistas, abrieron las puertas de su nuevo camping al que llamaron Casa de Campo La Capilla. Cuando esperaban el primer contingente de 18 ciclistas, la región sufrió unas lluvias torrenciales que inundaron todo, y estos tuvieron que dormir en la capilla. Pero la pasaron tan bien que regresan dos veces por año.

El público del camping se compone de grupos de motoqueros o ciclistas, familias o parejas provenientes de Buenos Aires que acuden, sobre todo, los fines de semana y hasta han realizado fiestas. Ellos les cocinan desde un pollo a la naranja hasta un costillar de cerdo al malbec, ofrecen pan y dulce de leche caseros, miel de apicultores de la zona y café expreso. A una señora de Castilla le encargan las empanadas. La misma fabrica unos juguetes de modo artesanal y los provee para que los vendan a los hijos de los visitantes.

Niko y Naty seguían yendo los fines de semana, cuando de pronto comenzó a pronosticarse el aislamiento social a causa de la pandemia. Tal amenaza los conminó a decidirse de modo urgente y poco antes de comenzar el aislamiento, en marzo de 2020, partieron a instalarse definitivamente en su nuevo lugar. Naty conservó alumnos de inglés de Villa Ballester y Buenos Aires, ahora, dándoles clases por zoom, porque consiguieron tener muy buena conectividad. Niko empezó a hacer trabajos de electricidad en el pueblo.

A los dos meses ya se sentían en pleno campo porque tenían 6 vacas, unos gansos y un chimango como mascotas. De pronto vieron a su pequeña hija Milena, con apenas 4 años, sentada, contemplando plácidamente un atardecer que era realmente maravilloso. En ese momento, sus padres se emocionaron porque se dieron cuenta de que habían elegido bien con el cambio de vida, porque su hija ya había captado todo y estaba gozando más que ellos.

Pero llegando a junio comenzaron a quedarse sin ahorros y debían aumentar sus ingresos. Entonces Niko montó una herrería, contrató a una ayudante, de Castilla, y además comenzó a diseñar un producto que se pudiera vender en serie. Se le ocurrió crear una leñera para colocar al lado de hogares o parrillas, de metal delgado para que no fuera pesado y se pudiera enviar por encomienda a todo el país. Crearon la marca Castilla Metal y comenzaron a anunciarlo por las redes. Tuvieron muy buena repercusión y el porta leña se volvió su producto estrella. Es que a continuación siguió creando otros elementos como estanterías, mesas, sillas, banquetas, braseros, atizadores, todo a base de hierro, con aplicaciones de madera o cuero. A Niko llegaron a encargarle un tanque mielero, que ya entregó.

Hoy Naty y Niko repasan todo lo que han luchado y se sorprenden de lo arriesgados que fueron en semejante aventura. Pero lo bueno es que no se arrepienten de nada, porque el saldo ha sido más que favorable y no regresarían por nada a la gran ciudad. Se han integrado muy bien con los pobladores de Castilla y participan hasta en las carneadas. Siguen apostando al trabajo, están construyendo dormis y cabañas, y piensan que a futuro podrían montar un restorán para el camping.

Además, señalan que el tren que pasa por Castilla no incluye furgón para bicicletas, y están juntando firmas para lograr que lo agreguen. Nos quisieron dedicar la canción Invincible, de y por la banda británica Muse:

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