Una “fábrica” natural de nitrógeno y fósforo: leguminosas, la clave oculta para nutrir la soja
 
							Un estudio realizado en el INTA Cañada de Gómez demostró que las leguminosas y sus mezclas pueden aportar hasta tres veces más nitrógeno y fósforo al suelo, mejorando la nutrición del cultivo y reduciendo el deterioro de los sistemas agrícolas.
En la búsqueda de sistemas agrícolas más sostenibles, los cultivos de cobertura (CC) se consolidan como una herramienta esencial.
No solo ayudan a controlar malezas o reducir la erosión, sino que también cumplen un rol cada vez más valorado: el de reciclar y aportar nutrientes, mejorando la fertilidad de los suelos y la productividad de los cultivos que los suceden.
“La correcta gestión de los nutrientes no solo define los rendimientos, sino que aumenta la tolerancia de las plantas frente a condiciones adversas o ataques de plagas”, explicó la ingeniera agrónoma Julia Capurro, especialista en cultivos de cobertura de Cañada de Gómez.
En un trabajo reciente, la investigadora evaluó cómo distintas especies de cobertura inciden en la disponibilidad de nitrógeno y fósforo para el cultivo de soja, con resultados contundentes.
LEGUMINOSAS: FÁBRICA NATURAL DE NITRÓGENO
El ensayo conducido por Capurro analizó un cultivo de soja implantado después de distintas especies de cobertura: leguminosas puras (como vicia sativa, vicia villosa y trébol persa), gramíneas puras (centeno, avena, trigo, cebada, triticale y ryegrass) y mezclas de ambas.
Los cultivos crecieron durante 132 días, y luego se evaluaron los contenidos de nitrógeno y fósforo del suelo en dos profundidades: de 0 a 5 cm y de 5 a 20 cm, cuando la soja se encontraba en el estadio de dos a tres hojas verdaderas.
Los resultados mostraron una clara diferencia. En los primeros 5 centímetros, los suelos donde se sembró soja tras leguminosas puras presentaron un promedio de 13,6 partes por millón (ppm) de nitrógeno de nitratos, frente a 5,8 ppm en las mezclas y apenas 5,03 ppm en las gramíneas puras.
Una ecuación que suma: a mayor rotación de cultivos, una mejor calidad de los suelos
“Esto significa que los suelos que provinieron de cultivos de leguminosas tenían entre 2,3 y 2,7 veces más nitrógeno disponible, lo que refleja el enorme aporte de la fijación biológica de nitrógeno que logran estas especies”, destacó Capurro en diálogo con Infocampo.
A mayor profundidad (de 5 a 20 cm), la tendencia se repitió: 3,16 ppm en leguminosas, 2,26 ppm en mezclas y 1,62 ppm en gramíneas. En otras palabras, los CC leguminosos lograron entre 1,4 y 1,9 veces más nitrógeno en el perfil del suelo.
EL FÓSFORO TAMBIÉN RESPONDE
El aporte no se limitó al nitrógeno. El fósforo extraíble (Pe), otro macronutriente clave para la soja, también mostró diferencias significativas. En los primeros 5 centímetros del suelo, las parcelas con leguminosas puras registraron 20,93 ppm de fósforo, mientras que las mezclas presentaron 13,03 ppm y las gramíneas 17,06 ppm.
De este modo, las leguminosas reciclaron entre 1,6 y 2,3 veces más fósforo que las demás combinaciones. A 20 cm de profundidad, la tendencia se mantuvo: 8,86 ppm para leguminosas, 5,73 ppm en mezclas y 6,73 ppm en gramíneas.
“Esto demuestra que las especies leguminosas puras no solo fijan nitrógeno, sino que también favorecen la disponibilidad y el reciclado de fósforo, nutriente clave para el desarrollo radicular y reproductivo del cultivo”, precisó la especialista.
EN SOJA, UNA OPORTUNIDAD PARA BALANCEAR
Por su parte, la ingeniera Vanina Jankovic, del INTA Casilda, aportó una mirada complementaria. Santa Fe es la tercera provincia argentina en superficie de soja, con más de 2,16 millones de hectáreas de soja de primera, según la Dirección de Estimaciones Agrícolas de la SAGyP.
Sin embargo, un relevamiento realizado por Jankovic entre profesionales y productores del departamento Caseros, que representa cerca del 10% de la superficie sojera provincial, reveló que el 37% de los productores no fertiliza la soja de primera, concentrando las aplicaciones en trigo y maíz dentro de la rotación.
“El resto sí aplica nutrientes, en distintos niveles, principalmente fósforo, azufre y calcio, ya sea al voleo, como arrancadores o en aplicaciones líquidas posemergencia”, detalló la ingeniera.
Este escenario evidencia que una parte importante de la soja santafesina se produce con balances nutricionales negativos, lo que acelera el deterioro de los suelos agrícolas.
Frente a ello, los cultivos de cobertura surgen como una alternativa eficiente y económica para recuperar nutrientes y mejorar la estructura del suelo sin depender exclusivamente de fertilizantes minerales.
SOSTENIBILIDAD Y NUTRICIÓN: UN EQUILIBRIO
Capurro concluyó que los cultivos de cobertura pueden contribuir activamente a la fertilidad química del suelo, especialmente en sistemas agrícolas donde los niveles de fertilización mineral son insuficientes.
“Con cada cosecha salen del suelo más nutrientes de los que ingresan. Si no se corrige ese desequilibrio, el deterioro de los suelos sojeros será inevitable”, advirtió la especialista.
Por eso, más allá de su rol en el control de erosión o malezas, los cultivos de cobertura representan una estrategia integral de nutrición y conservación, capaz de sostener la productividad de largo plazo.
En palabras de la especialista, “el desafío es incorporar su manejo dentro de la planificación agronómica, entendiendo que cada especie aporta algo distinto al sistema, y que su valor se mide tanto en kilos de granos como en la salud del suelo que los produce”.
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