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La vida sobre los cerros y a lomo de mula: ?Se cuida sola y te cuida a vos, cuando te volvés uno con ella?, describe Gustavo Cabrera sobre su compañera de aventuras

Fuente: Bichos de Campo 20/10/2024 09:09:03 hs

Gustavo Cabrera (49) nació en La Cumbre, Córdoba. Hoy está casado, tiene un hijo, y lleva 25 años residiendo en Capilla del Monte. Muy cerca del poblado, en Villa Cielo, posee una finca de 5 hectáreas, donde tiene sólo los reproductores, padrillos, burros, para el servicio, sólo como “pasador” de sus animales. Luego los cría

Gustavo Cabrera (49) nació en La Cumbre, Córdoba. Hoy está casado, tiene un hijo, y lleva 25 años residiendo en Capilla del Monte. Muy cerca del poblado, en Villa Cielo, posee una finca de 5 hectáreas, donde tiene sólo los reproductores, padrillos, burros, para el servicio, sólo como “pasador” de sus animales. Luego los cría cerro arriba, en otro campo de la familia de su esposa, al lado del cerro Uritorco, a unos 2 kilómetros de Capilla.

Cabrera trabaja de guía de cabalgatas o transporta animales, además de criarlos. También distribuye alimento dietético para caballos a partir de la amistad que hizo con el propietario de una reconocida fábrica, Edgardo Marotti, y su hijo, el cantante Milo, en una cabalgata a Salta.

Se puede decir que Gustavo se está convirtiendo en uno de los mayores referentes de la cría de mulas y asnos o burros, desde que comenzó a realizar “encuentros de mulares y asnales” por el país para difundir sus virtudes. En diciembre hará su tercer encuentro con la participación de importantes referentes de otras partes del mundo. El cantor Adrián Maggi es el padrino y el veterinario Luis Losinno es su principal asesor.

A Gustavo, la pasión por estos animales le viene de muy chico y tiene como antecedentes a su abuelo materno y a su padre, ambos apasionados por los equinos y demás animales. Su padre fue jockey y pasó su vida en torno a los caballos de carrera, como criador, y aún le queda la imagen de cuando lo veía herrando. Más precisamente, su pasión por las mulas nació en La Rioja, adonde su padre llevaba caballos de carrera y él lo acompañaba. Recuerda que solía escaparse con amigos a recorrer los cerros, enancado en una mula negra. Subían al Famatina, seguían para el lado de El Jagüel, o hacia Laguna Brava o hacia Catamarca. Allí se enamoró de ese noble animal que, dice: “no requiere de tantos cuidados como el caballo”.

Le preguntamos:

-¿Cómo fue creciendo y profesionalizándose tu pasión por las mulas y los asnos?

-Ya afincado en Capilla del Monte comencé a criar caballos en el campo de mi esposa. Trabajé unos diez años enseñando a montar a policías federales en un hotel de vacaciones, de su sindicato. Empecé, además, a criar mulas y poco a poco me fui dando cuenta de mi loca pasión por ellas y por las cabalgatas. Empecé a cabalgar con una yegua picaza peruana de paso, rústica, no de cabaña sino criada en la montaña, pero siempre llevaba una mula. En la montaña no te sirven los animales tranqueadores, porque apenas podés ir al paso. Entonces empecé a seleccionar mulas de paso, en vez de las tranqueadoras. Hasta que lo tuve al mulo Falucho, que ya tiene 25 años y es de paso, por lo que en los cerros tiene un andar muy descansado. Con el me sentía sumamente seguro, cosa que no tanto con los caballos.

-¿Qué virtudes comenzaste a descubrir en las mulas y los asnos?

-La mula se cuida sola y te cuida a vos, cuando te volvés ‘uno’ con ella. Por más mala que sea tu mula, a vos jamás te va a hacer daño, sino que te va a cuidar. El burro es algo increíble, más alerta que un gato, ante cualquier peligro, y asusta con su fuerte rebuzno a cualquier depredador. E incluso, si tiene que dar pelea es sumamente agresivo y puede ahuyentar hasta a un puma, del que puede detectar su presencia a larga distancia. Estoy criando una gran cantidad de burros y me están pidiendo de todas partes para defender a la hacienda de los pumas. Hace poco he llevado unos a la estancia San Pedro Viejo, en el norte cordobés, allá por Cerro Colorado.

-¿Cuál es la diferencia entre la mula y el asno o burro?

-El burro o asno es una raza pura. En cambio la mula o mulo es un híbrido, producto de la cruza entre un burro y una yegua, o de un potro con una burra. Pero al resultante entre un caballo y una burra se lo llama más bien burdégano, macho romo o burreño. Es más fácil combinar burros con yeguas, que viceversa, ya que conseguir el embarazo en una burra es más difícil que en una yegua. Una de cada siete burras puede concebir al ser servida por un caballo. Por eso se producen en menor cantidad que las mulas.

-¿Qué otras diferencias?

-Una mula es generalmente más grande, fuerte y fácil de criar que un burdégano, por lo que ha sido la preferida por los criadores. La mula es un poco más inteligente que el burro, es muy territorial y, como no puede tener cría, cuando una yegua se preña hay que retirar la mula. Porque si no, ésta piensa que es de ella y se la apropia. Hay mulas que pueden llegar a tener leche para darle, pero hay mulas que no, y en este caso la cría equina termina muriendo por falta de calostro.

-Solés decir que el caballo peruano de paso ya no es el mismo de antes.  

-Hoy al caballo peruano de paso lo han perfeccionado tanto, que se ha vuelto más frágil. Es muy bonito, pero perdió rusticidad, porque lo tienen más en boxes y no se cría de modo natural. Predomina en Jujuy y en Salta porque nos entró desde nuestro norte, claro. Me gustan las cabalgatas más que las competencias, y hoy, el caballo peruano está abocado a las competencias. Yo soy un fanático de los viajes y cargo mis dos mulas, que para un viaje de 1000 kilómetros vas perfectamente.

– Y en las cabalgatas podés ir comparando el rendimiento de las mulas respecto de los caballos peruanos, por ejemplo.

– Sí, tengo un amigo tucumano, Eduardo Torinetto, al que acompaño siempre en sus viajes a caballo por Tucumán y Catamarca. Él va con sus caballos peruanos, pero hoy yo no voy con peruanos sino con mis mulas. Últimamente hicimos 350 kilómetros desde Tucumán hasta Salta, donde hubo un encuentro de caballos peruanos. Él fue con sus tres caballos peruanos y yo con mis dos mulas, la China y la Diablita, que son mis grandes compañeras de viaje. Una es grande, pero la otra es chiquita, y mis amigos salteños me bromean diciéndome que de tanto andar, ésta, pobrecita, se ha ido gastando (se ríe).

-¿Qué aconsejás para las cabalgatas y por qué preferís andar por los cerros con mulas?

-Cuando se hace una cabalgata de varios días, se recomienda no hacer más de 40 kilómetros por día. Y en lo posible, luego de 6 días, descansar uno. Yo hoy aconsejo viajar con dos animales para andar a la mañana con uno, y a la tarde con el otro, porque cuando el animal está descansado, te lleva solo. Es por esto que se usó mucho el caballo peruano para viajes largos, porque era rústico, para que el soldado descansara más. Es el que yo he usado. El mismo va con tres patas en el suelo y una en el aire. En cambio, otra raza cualquiera apoya dos y lleva dos en el aire. Yo estoy criando mulas de paso, de buen paso, con “ambladura” –esto es cuando el animal mueve juntas, su pata y su mano, del mismo lado-, para que sean serenas y descansadas, con una firmeza que torna suave su andar. De este modo, el jinete se desgasta mucho menos en el viaje.

-¿Qué lugares preferiste empezar a recorrer con tus mulas?

-He rumbeado para el lado de la Cordillera. Llegué a cruzar los seis pasos de San Martín, por Mendoza, San Juan y La Rioja. Anduve en el norte y he sido delegado de los Gauchos de Güemes en el centro del país. “Cabalgué” con ellos para el Bicentenario de la patria, desde Buenos Aires hasta Salta. Hace unos dos años llevé 25 mulas hasta San Antonio de Areco, con aperos criollos y desfilé con guardamonte. El público quedó embelesado. El anteaño pasado, en Jesús María, llevé 100 mulas. Para las cabalgatas que atraviesan las salinas del norte cordobés, al límite con Santiago del Estero y Catamarca, me suelen llamar como guía, porque los llevo de noche y me oriento bien, ya que soy baquiano. Me gusta mucho hacer viajes de dos a tres meses a lomo de mula.

-¿Harás también viajes más cortos?

-Sí, desde chico voy hasta Cura Brochero, pasando por Characato, que siempre me fascinó por su historia jesuítica y su criadero de mulas. Es una travesía de 200 kilómetros y cuando debería tardar cinco días, suelo tardar siete, porque los habitantes de los cerros se enojan si no detenés a compartir su vida, y te dan todo lo que tienen.

-¿Y tuviste incidentes malos en estos periplos?

-Sí, en una de mis cabalgatas a la fiesta de la Difunta Correa decidí hacer con amigos una vuelta larga por La Rioja, para transitar el mismo camino del Chacho Peñaloza, que pasa por Barranca Yaco, Olta, Tama, Valle Fértil, Sierra Pie de Palo, el desierto de Angaco. Fue un viaje muy rudo y nos quedamos sin agua en Pie de Palo. Se murieron yeguas y las únicas que aguantaron fueron las mulas.

-¿Sos un hombre religioso? Me contaron que fuiste protagonista de un milagro.

– Sí, resulta que dos días antes de viajar se me cortó el tendón de Aquiles. Mi señora es nutricionista y trabaja en hospitales. Me vieron médicos y me dijeron que la semana siguiente me operarían. Pero yo no hice caso y me fui, porque no me quería perder semejante cabalgata. No me entraba la bota, de modo que cabalgué en alpargatas, pero con los días, el pie se me puso negro. Yo le pedí a la Difunta Correa que me ayudara a no perder mi pie, sino a llegar sano y salvo. Y pude llegar a Albardón, Caucete y Vallecito para agradecer a la Difunta. Cuando regresé a mi casa fui a hacerme estudios y resultó que estaba curado, no tenía nada. Los mismos médicos que me habían visto antes de salir no lo podían creer y están los estudios posteriores que lo prueban. Tan sano quedé del pie, que acabo de bajar yo solo, siete rollos de pasto.

-¿Qué proyectos tenés, a corto plazo?

-Traje unas mulas de Brasil que son un espectáculo, impactantes, y las quiero llevar para exhibir en la Fiesta de La Tradición en San Antonio de Areco, para el 9 y 10 de noviembre próximo. Además, tenía organizado un encuentro para fines de septiembre pasado, y lo tuve que suspender a causa de los incendios forestales que sufrimos recientemente en la provincia. El campo de mi suegro se quemó todo.

-¿En qué consiste, cuándo se hará y dónde?

-Lo pasé para el 13, 14 y 15 de diciembre, y lo haré en San Marcos Sierras, que es un lugar especial, con mucha historia de mulas. Será el tercer Encuentro Nacional de Mulares y Asnales, con charlas, conferencias, cabalgatas, carreras de resistencia, desfiles y peñas. Vendrán eminencias de Colombia, Estados Unidos, Brasil, Chile y amantes de las mulas desde todo nuestro país. Sólo se cobrarán unos pocos pesos para cubrir algunos costos, a fin de que todos puedan participar. Y ojalá que los que vengan sin mula, para el próximo encuentro se lleguen con una.

-Considerás que la mula está en nuestros orígenes patrióticos y rurales.

-Estoy convencido de que la Patria se hizo más a lomo de mula que de a caballo. Sin las mulas, San Martín no hubiese podido cruzar Los Andes, y éstas fueron utilísimas para los campesinos en el trabajo de la tierra. La universidad de Córdoba se hizo gracias a la venta de mulas. Y los burros son conocidos porque siempre han ido a parar a los frigoríficos. Por eso me siento con el deber de honrar sus virtudes y difundirlas.

-Podrías decir que las mulas y los asnos te cambiaron la vida y te dieron una identidad.

-Diría que soy una mula más, porque tengo una memoria visual especial, ando por los caminos y no me olvido más. Si volvés a un mismo lugar y el paisaje cambió, la mula no va a querer pasar porque no lo reconoce. Yo a mis mulas las crío como perritos y ellas me siguen a todos lados. Cuando ando por el país, la gente queda asombrada. Y eso, me encanta, porque se sabe muy poco de ellas. A causa de los incendios no he podido salir, pero ya estoy loco por hacer alguna cabalgata con mis mulas. Me estoy volviendo un especialista en estos nobles y tan útiles animales, que no cesan de enseñarme y sorprenderme. Estoy armando un criadero grande para hacer genética entre distintas razas de burros cruzados con equinos.

Gustavo Cabrera se despidió dedicándonos la zamba “El Duende Azul”, con letra de Miguel Orlando “Bochi” Iacopetti y música de Julio Fontana.

 

 

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