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Vitivinicultura orgánica, biodinámica y regenerativa: filosofías más allá de la moda en el vino argentino

Fuente: Infocampo 30/07/2025 09:55:31 hs

Aunque se trata de una tendencia creciente en la vitivinicultura nacional, el país sigue apostando en este tipo de producciones más allá de las demandas comerciales para las bodegas.

Hablar de orgánico, biodinámico o regenerativo en la vitivinicultura argentina ya no es solo una cuestión de “moda”.

Los cambios de hábitos en los consumidores, que adoptan productos más saludables, también ha acaparado el espectro de las bebidas, donde el vino, por sus características intrínsecas, corre con una gran ventaja y los viticultores argentinos han sabido entenderlo, ya sea por convicción o por oportunidad comercial.

Si se observan los números, en el caso de la vitivinicultura orgánica, su crecimiento ha sido abrumador en la última década. En 2014 se vendieron solo 4.428 litros de vino de este segmento, pero para 2024, contabilizando el mercado interno y el externo la cifra llegó a casi tres millones de litros. Asimismo, la cantidad de productores creció de 59 en 2014 a 140 en 2025.

EL MAPA DE LA VITIVINICULTURA ORGÁNICA

De acuerdo con datos que el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) aportó a Infocampo, en 2024 el 3,9% de la cantidad de uva destinada a la elaboración de vino y mosto fue orgánica, con un total de 748.143 quintales.

Mendoza es la provincia donde más uva orgánica se elabora, con 482.396 quintales, aunque solo representa el 3,5% del total que se produce allí. Después siguen La Rioja, con 133.843 quintales y el 20,6% del total de la producción, y San Juan, con 117.590, pero con una participación de solo 2,7%.

La provincia donde mayor injerencia del cultivo orgánico es Chubut, donde el 77,5% de las uvas producidas fueron de este tipo, aunque solo cuenta con una producción total de 2.360 quintales sobre los 19.189.740 que se producen en toda la Argentina.

En cuanto a lo comercial, en el mercado interno se vendieron casi 500 mil litros de vinos orgánicos, mientras que la exportación se llevó 2,3 millones de litros.

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Dentro del mercado internacional, los principales destinos de las producciones orgánicas del país en 2024 fueron Estados Unidos, Reino Unido y Canadá con más del 50% de todo lo vendido por Argentina.

Y respecto a lo económico, si se suma lo aportado por el mosto concentrado, este segmento dejó el año pasado un total de US$ 10.836.171 FOB.

UN CUARTO DE SIGLO DE LA VITIVINICULTURA ORGÁNICA

Aunque para muchos pueda parecer una tendencia reciente, el trabajo con la filosofía orgánica ya lleva más de un cuarto de siglo en el país. La misma, dentro de un manejo sustentable de los cultivos, implica primordialmente la no aplicación de productos químicos sintéticos, tales como herbicidas, pesticidas, fertilizantes y fungicidas.

Una de esas bodegas pioneras en esto es Familia Zuccardi, que actualmente cuenta con 320 hectáreas (en breve sumarán cerca 80) con certificación orgánica sobre las 1.200 que manejan de manera sustentable. Se trata de un modo de trabajo que comenzó a gestarse en 1999 y comenzó con los procesos de certificación a comienzos de este milenio.

“Venimos vendiendo vino orgánico hace ya 25 años y los principales destinos son Estados Unidos, Canadá y los países nórdicos. El mercado interno aun es muy incipiente y hace unos tres o cuatros años empezamos a comercializar una línea de vinos naturales que ha despertado gran interés”, comentó Edgardo Cónsoli, gerente agrícola de Familia Zuccardi.

Otro de los grupos que lidera el segmento de lo orgánico en Argentina es Avinea, que con sus bodegas Argento y Otronia manejan 340 hectáreas orgánicas en distintas regiones de Mendoza y otras 52 en la localidad de Sarmiento, en Chubut. Además de lo orgánico, desde el año 2010 adoptó un modelo de vitivinicultura regenerativa, agroecológica y de precisión, integrando la conservación de la biodiversidad como pilar fundamental.

Para Andrés Valero, líder de Sustentabilidad de Grupo Avinea, el segmento presenta una oportunidad comercial para las bodegas en un contexto de caída del consumo de vino en general.

“Si consideramos estadísticas de la OIV, el vino orgánico ha sido en los últimos años la única categoría de vino que muestra crecimiento tanto en superficie plantada como en facturación. Estas estadísticas muestran que entre el 2013 y el 2021 mientras el consumo global de vino cayó un 3%, el de vinos orgánicos creció un 121%”, detalló.

Como lo explicó Valero, la vitivinicultura orgánica, y también la agroecológica que ellos aplican, presenta algunas ventajas respecto al cultivo tradicional.

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“Prioriza la sostenibilidad del viñedo a través del manejo de la fertilidad del suelo estimulando la actividad microbiológica y reduciendo los movimientos de suelo. Mantener la biodiversidad a través de prácticas como cultivos de cobertura u otras técnicas que permiten mantener los equilibrios de los ecosistemas fomentando los manejos integrados”, agregó.

En el caso de Bodega Piedra Negra, llevan ya una década trabajando de manera orgánica las 130 hectáreas que tienen en Argentina, pero también llevaron su filosofía al otro lado de la cordillera con 26 hectáreas orgánicas y biodinámicas en su proyecto de Chile. Trabajar de esta manera no solo implica el uso exclusivo de productos de origen natural, sino que se aplica en el manejo de la canopia, el suelo y el control de plagas.

Sobre este último, Thibault Lepoutre, director enológico de la bodega, contó: “Algunas plagas como las hormigas representan un desafío constante. En nuestro caso, la estrategia ha sido promover una alta biodiversidad vegetal en el viñedo: tenemos más de 160 especies botánicas relevadas en la finca, y muchas de ellas sirven de alimento a las hormigas, lo que reduce su impacto sobre la vid. Este manejo implica asumir cierta pérdida de cosecha, pero es parte del equilibrio natural que buscamos preservar”.

LA VITIVINICULTURA BIODINÁMICA, UN ESTILO DE VIDA

En tanto, animales recorriendo el viñedo, una alta cobertura entre las hileras o una importante pila de compost nutrido con preparados biodinámicos son escenas comunes al recorrer cualquier finca biodinámica en Argentina.

Pero en el caso de los vinos biodinámicos, su elaboración implica mucho más de lo que sucede en el campo, también la filosofía se lleva a la bodega, como por ejemplo en su estructura y hasta el modo en el que ingresa la luz.

La biodinámica se basa en las teorías del padre de la antroposofía, Rudolf Steiner, creadas a comienzos del Siglo XX. La certificación oficial es la de Demeter e implica que las bodegas deben cumplir con ciertas prácticas que involucran la agricultura y la astrología, entre otras cosas.

En Domaine Bousquet, bodega ubicada en el Valle de Uco, la transición a este tipo de agricultura fue para el 2021, para en 2022 lograr las primeras certificaciones, para hoy contar con 172 hectáreas orgánicas y biodinámicas, lo que lo convierte en una de las bodegas más influyentes del segmento. Aunque el paso a este estilo fue más por convicción, la demanda de este estilo de vino ha validado su elección.

“La biodinámica nos ha ayudado a abrir nuevos mercados, aunque el sello de Demeter no va en todos los vinos que hacemos. Tenemos muchos producidos con uva provenientes de fincas biodinámicas, pero no siempre aplicamos esta filosofía al proceso de elaboración. Por lo general, los países nórdicos son los que más entienden lo que significa la biodinámica, así que en términos comerciales estos vinos terminan yendo a Noruega, Suecia o Alemania”, comentó Irma Remigio, coordinadora de Sustentabilidad en la bodega.

Si bien en una simple cata a ciegas sería imposible distinguir entre un vino biodinámico y otro tradicional, para la experta, la biodinámica les ha permitido marcar una diferencia en el sabor de los vinos y en la vida de las plantas. “Con la biodinámica son plantas mucho más resistentes a las enfermedades, por ejemplo”, destacó.

Otra de las claves de la biodinámica es el preparado de los compuestos, diseñados por el Steiner. Se trata de “recetas” que se elaboran en determinados momentos del año en base ingredientes naturales que se relacionan con los diferentes reinos de la naturaleza, como los dientes de león, la manzanilla, cuerno de vaca, los intestinos vacunos o el azufre.

“En cuestiones de sabores, para mí, algunos de los preparados que están favoreciendo. Por ejemplo, el preparado 501 que se aplica sobre la canopia, está asociado a los procesos fotosintéticos y este nos da un up en las uvas tintas, que necesitan mucho sol para procesar los compuestos fenólicos y los antocianos, que son pigmentos muy importantes. Para mí es ahí donde se refleja”, sumó Remigio.

La colaboración y el asociativismo es también otro de los puntos fundamentales en este tipo de cultivos. En Argentina, desde hace ya varios años se creó el grupo Vinodinámicos, integrado por viticultores que comparten periódicamente sus experiencias con esta filosofía para encontrar soluciones a problemas comunes, como vitalidad de los suelos, la convivencia con hormigas, manejo sustentable de enfermedades, entre otras cosas.

Además de Domaine Bousquet, del mismo participan bodegas como Alpamanta, Krontiras, Escorihuela Gascón, Super Uco, Piedra Negra, Chakana, Finca Iral, Consiente-mente Viticultores, 4 Gatos Locos y Wine is Art.

LA VITIVINICULTURA REGENERATIVA, UN PASO MÁS

Por último, otra de las filosofías que están ganando terreno en la actividad vitivinícola es la regenerativa. Avalados por la Certificación Orgánica Regenerativa (ROC), ya desde hace un tiempo son varias las bodegas que han dado un paso más y se han propuesto no solo cuidar los recursos con los que actualmente producen, sino que buscan darle una segunda vida y volver a su estado natural el ecosistema en el cuál se desempeñan.

“En Terrazas de los Andes entendemos la vitivinicultura regenerativa como un enfoque holístico que prioriza la salud del suelo, preserva la biodiversidad y fomenta condiciones justas de trabajo. Nuestro compromiso está en devolver al ecosistema su naturaleza original, su identidad. El mismo término lo sugiere: ‘RE’ significa volver, y ‘GEN’ hace referencia a su genética, a su identidad. Es decir, se trata de restaurar la flora y fauna nativas, de regenerar la vida en nuestros suelos y viñedos, y de reconectar con el equilibrio natural del entorno”, comentó Lucas Löwi, Estate Director de la bodega.

La bodega comenzó a trabajar con este tipo de prácticas incluso antes de llamarlas regenerativas:

  • Desde 1990 fueron pioneros en la incorporación de riego por goteo, en búsqueda de una gestión hídrica eficiente.
  • En 2004 comenzaron con sus trabajos de responsabilidad social.
  • En 2008 sumaron las cobertura vegetales a los viñedos.
  • En 2010 dieron un nuevo paso con el riego por goteo de precisión.
  • Para 2015 se comenzó a reducir el uso de insumos externos en los viñedos.
  • En 2018 iniciaron la medición activa de la biodiversidad.

Así, en la actualidad implementan el cultivo regenerativo en todos sus viñedos propios, con un total de 500 hectáreas que se distribuyen en Las Compuertas en Luján de Cuyo y Paraje Altamira, Los Chacayes y Gualtallary en el Valle de Uco.

De acuerdo al análisis de Löwi, los consumidores de hoy están “más concientes y moderados” y buscan vinos que se alineen con un estilo de vida más saludable, donde quizás se bebe menos, pero con mayor calidad, donde los vinos elaborados bajo la filosofía regenerativa encajan a la perfección.

“Cada parcela representa un equilibrio distinto: en algunos casos, la competencia por los recursos al establecer las coberturas genera uvas con mayor concentración y estructura; en otros, el viñedo expresa aromas y sabores que reflejan su entorno. Este enfoque basado en la observación, la medición y la adaptación continua nos permite interpretar cada lugar y dar vida a vinos de lugar. Un claro ejemplo de esto es Terrazas de los Andes Extremo Malbec, nuestro ícono de Gualtallary, que recientemente fue reconocido con 100 puntos por un prestigioso crítico estadounidense”, completó Löwi.

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