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Familia tambera: producen leche desde 1901 y apuestan a la robotización para seguir creciendo

Fuente: Infocampo 15/09/2025 12:39:55 hs

“Mitikile” es un tambo ubicado en Arenaza, partido de Lincoln (Buenos Aires), donde un matrimonio legó el manejo a sus dos hijos, quienes encararon la robotización y el salto productivo. “El futuro es tener todo bajo techo”, remarcan.

El vecindario con el que se encontrará el imponente tambo robotizado que por estos días prepara el Grupo Duhau en Arenaza, partido bonaerense de Lincoln, ya maneja tecnología de punta.

A pocos metros del sitio que Infocampo recorrió la semana pasada, también se encuentra otro establecimiento, que desde la misma ruta 68 asoma con claridad por su tamaño, pero también por los colores que lo simbolizan y que sirven para diferenciar la producción lechera que se realiza allí desde hace casi 125 años.

“Mitikile” es el lugar que los bisabuelos de Teresa Pereda pusieron en funcionamiento en el año 1901. Hasta hace poco tiempo, la producción lechera era pastoril y tradicional, con la propia Teresa y su esposo Rafael Llorente al mando.

“Manejábamos una producción que llegaba hasta unos 32 litros por animal, diarios”, estimó Llorente. Sin embargo, la visión de los dos hijos del matrimonio impulsó el camino hacia la robotización, la compra de unidades de la firma alemana GEA y el extra productivo: ahora, Mitikile ya roza el promedio de los 40 litros por animal.

“En una reunión clave que tuvimos, en la que decidimos qué futuro queríamos y cómo lo íbamos a encarar, decidimos que se contemple el bienestar de las vacas, el de las personas y también el del ambiente”, explicó Llorente.

EL CAMINO A LA ROBOTIZACIÓN

Magdalena, la hija del matrimonio que junto a su hermano Álvaro lideran hoy en día el horizonte comercial de la firma, fue la encargada de “destrabar” el nudo productivo.

¿Cómo lo hizo? Luego de advertir que los fondos alcanzaban para la compra de tres robots GEA, valuados en no menos de u$s 120.000 cada uno, fue quien impulsó la compra de un cuarto robot mediante un crédito bancario.

Ese robot “extra” apalancó la rentabilidad y motorizó el avance en las construcciones, ya que los galpones pasaron de ser dos a tener un tercero en construcción actualmente, y la planificación de un cuarto.

Allí la importancia de los colores que se avistan desde el camino provincial: cada una de las construcciones está identificada en azul, rojo, verde y el que vendrá, que será amarillo.

El recupero de la inversión, estipulada en no menos de u$s 5.000 por cada animal, tendría una demora de 5 años.

ROBOTS Y MANEJO “TRADICIONAL”

Más allá de la inversión y la sofisticación de los métodos, se percibe fácilmente el conocimiento del matrimonio acerca del comportamiento de los animales.

Luego de una vida dedicada a la producción lechera de manera tradicional, robotizar el tambo -entienden- facilitó muchas de las tareas que podrían decantar a la larga en la falta de continuidad en la gestión.

Un ejemplo: la dieta alimenticia que semanalmente es revisada por un nutricionista y que varias veces al día es suministrada con un tractor por una de las calles del establo, requiere de un permanente reacomodamiento hasta la boca misma del animal. Cada vaca, al comer, puede alejar y dispersar buena parte de la comida.

Esa labor ya no la hace un operario, sino que debajo del cemento y gracias al masterplan seguido en la construcción, se instalaron sensores que guían a un robot que también varias veces al día “sale” de su refugio y empuja el alimento hasta donde las vacas puedan ingerirlo sin problemas.

Es cierto que hay vacas líderes en cada rodeo, el manejo sigue siendo en algunas cosas tradicional. Ya habíamos descubierto algunas cosas, como cuando hacemos cambios de rodeo, los cuales empezamos a hacerlos de noche porque se armaban menos líos”, apuntó Llorente.

La explicación es sencilla: “Cuando metés vacas en un rodeo de 100 animales, puede ser para pelea”.

“Acá ellas realmente van solas al ordeñe, aunque es cierto que siempre hay alguna a la que hay que ir a buscar: todos los días la computadora emite un listado de cuáles son las que deben ordeñarse”, indicó Teresa.

Se calcula que para el rodeo Holando Argentino que está en Mitikile se puede producir a un ritmo de casi 53 vacas por cada robot, al día.

“Con una vaca Jersey, que aporta menos litros, probablemente el número de animales por robot sea mayor. Pero hasta ahora entendemos que ese es nuestro punto de equilibrio”, comentó Llorente.

EL DESAFÍO DE PRODUCIR EN FAMILIA

“Estamos desde 1978 aquí, y toda la gente que trabaja viene desde Arenaza, y lo que estamos viendo ahora es gracias al impulso que le han dado nuestros hijos a este tambo, nosotros habíamos ya dejado un poco plantada la inquietud de que ellos tenían que seguir”, remarcó Llorente.

-Teresa, ¿qué significa no solamente emprender con tu esposo, sino también con tus hijos? ¿Qué significa eso?
-No me lo imaginaba. Fue algo que se fue dando espontáneamente por voluntad básicamente de los de los chicos, quienes después de estudiar y estar 10 años cada uno dedicado a otras empresas, a otras actividades. Se fue delineando un proyecto a partir de la lechería, pensando en futuro, buscando líneas de modernización de una actividad que hoy en Argentina y en el mundo somos muchos los que estamos trabajando en esta línea, de nuevos formatos, de obtener la leche de la de la vaca, de criarla y de cuidarla.

-Por último, ¿qué sigue para este tambo? ¿Cuál es el futuro?
-El futuro es tener todo bajo techo con un sistema que permita a las vacas producir toda su capacidad, y que además sea amable para ellas. Y para el ambiente, y para los que trabajan con ellas desde las crías, desde la guachera, las recrías y demás, porque esto es el punto final de donde se produce la leche, pero atrás de todo esto hay un montón de pequeños puntos que hay que ir uniendo.

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