En la zona núcleo preocupa el estancamiento de los rindes y lo vinculan a una escasa fertilización

Según la Bolsa de Rosario, los rendimientos por hectárea continúan sin crecer, en un fenómeno que no solo afecta a la soja, sino también al maíz. Técnicos y expertos coinciden en que la genética no es el problema, sino que los materiales no expresan todo su potencial por el déficit de fertilización.
“Para mí, lo más importante es la falta de fertilización, especialmente con fósforo. Al cultivo hay que invertirle para se exprese, hay que darle de comer, y hace mucho que no le ponemos en el plato una costeleta”.
Esa frase pertenece, según la Guía Estratégica para el Agro (GEA) de la Bolsa de Comercio de Rosario, a un agrónomo de Camilo Aldao (Córdoba) que definió con una metáfora muy gráfica a dónde parece ubicarse la principal falla que explica un problema estructural de la agricultura argentina: el estancamiento de los rindes.
En su informe semanal para la zona núcleo, la GEA hizo foco precisamente en este aspecto: la cosecha 2024/25, si bien está confirmando buenos valores de productividad por hectárea de los cultivos, también ratifica que estos guarismos no aumentan demasiado, cuando en otros países competidores, como Brasil, han subido mucho más y achicado las brechas de rendimiento.
Y con un agregado: el problema no es solo en la soja, sino que ya se advierte también en el maíz.
LA FERTILIZACIÓN BAJO LA MIRA
En su reporte, la entidad rosarina destaca que la intención de siembra para la campaña 2025/26 se mantiene muy firme en maíz, con un incremento interanual del 17%, en detrimento de la soja, que perdería superficie.
Entre otros aspectos, colabora con esta previsión el excelente nivel de lluvias ocurrido durante el otoño y el invierno, que garantiza una oferta hídrica abundante para el cereal.
De allí que, para que exprese todo su potencial, en el sector opinan que “es un año para fertilizarlo bien”, aunque advierten que “no es tan fácil encontrar financiamiento y volvemos a hablar de tasas (de retornos) que hacen que uno se replantee muchas veces las decisiones agronómicas”.
A la par, un factor que pesa en contra de la soja, que se viene repitiendo, es la de los rindes estancados.
“Los técnicos coinciden en señalar en que es un problema con muchos factores, y que lo principal es un problema de fertilidad química (falta de fertilización) y fertilidad física de los suelos, ya que se relaciona con la disponibilidad de agua para el cultivo. En general, el problema genético queda por detrás”, menciona la GEA.
Así, “estamos muy lejos de poder aprovechar el potencial de los materiales de siembra”, agrega.
En general, los expertos mencionan una especie de “degradación tecnológica” en los últimos años: menos inoculantes, fertilización escasa, control deficiente de malezas y repetición de soja sobre soja en campos alquilados.
Aquí es donde se inscribe la frase sobre la “costeleta” del asesor cordobés, quien también hizo cuentas que explican por qué el déficit nutricional tiene mucho que ver con la falta de rentabilidad: en números, el margen promedio que dejó la soja está entre los 100 a 120 dólares por hectárea y si fertilizas, tenés que descontar 20”.
En Pergamino, el diagnóstico coincide: “La baja rentabilidad lleva a una fertilización mínima y al uso de insumos genéricos de baja calidad”.
En General Pinto, en tanto, explican: “Aparte de lo que llueve, la eficiencia de captación del agua es muy importante. En el mejor de los casos capturamos solo un 60%. Y esto depende de la fertilidad física de los suelos. El potencial de almacenamiento de los suelos tambien es otro índice en deterioro. Vemos problemas de compactación y falta de estructura, y metiéndonos en el tema químico, perdida de fósforo y micronutrientes, y algo que notamos cada vez más, acidificación de los suelos”.
BAJA FERTILIZACIÓN: ¿EL PROBLEMA ES SOLO LA SOJA?
En este contexto, la GEA agrega que durante mucho tiempo las miradas sobre el estancamiento de los rindes apuntaron directamente a la soja. Sin embargo, los datos de campaña muestran que el maíz sigue un camino similar.
Al comparar soja y maíz, es tan leve la tendencia positiva en ambos cultivos que indica que no hay una mejora significativa a lo largo del tiempo. Esto sale de analizar el gráfico sobre la evolución del rendimiento promedio de soja y maíz en región núcleo a lo largo de las últimas 16 campañas, exceptuando la 2022/23 por su sequía extrema.
“Es interesante señalar que el valor R2, el coeficiente de determinación, muestra valores muy bajos que indican que no hay un patrón claro de mejora sostenida en los rindes. En el caso del maíz, los rindes oscilaron entre 60 y 110 qq/ha, incluyendo la campaña de la sequía, mientras que la soja estuvo entre 25 y 42 qq/ha, con el mínimo también en la campaña 2022/23”, menciona el análisis de la BCR.
Lo que sí sucede con el maíz es que tiene una dispersión mucho mayor que la soja; es decir, que cuando rinde bien, se pueden obtener mayores retornos. Por el contrario, la soja es “más estable”, lo que contribuye a ser tomada como “caballito de batalla”, siendo más confiable en las “malas”, pero con menor margen de mejora bajo buenas condiciones climáticas.
ADEMÁS DE LA FERTILIZACIÓN, ¿LA GENÉTICA?
Por último, la Bolsa rosarina sumó opiniones de dos importantes referentes.
En primer término, de Rodolfo Rossi, un referente fundamental en genética vegetal en Argentina, quien consideró que la clave no está en la genética, sino en el manejo y el aprovechamiento del paquete tecnológico.
“La ganancia genética en Argentina es comparable a la de Brasil, pero allá se aplica todo el paquete. Acá no se fertiliza ni se reponen nutrientes. En soja, más del 60% de los productores no devuelve al suelo lo que se lleva en fósforo y azufre”, explica.
Y agrega que la rotación no alcanza si no va acompañada de una nutrición adecuada: “El maíz extrae grandes cantidades de fósforo, azufre, y necesita nitrógeno para rendir. La soja puede arreglarse con el nitrógeno, pero eso no justifica dejar de fertilizar”.
La soja cumplió 100 años en Brasil y va por su “tercera evolución”: la introgresión genética
También señala otro punto, que coincide con lo que se observa con el gráfico de rindes de soja y maíz para la región núcleo: “Se habla de la brecha con Brasil en soja, pero la diferencia en maíz con Estados Unidos es todavía mayor”.
En definitiva, “si el productor no ve márgenes, baja tecnología… y así, no hay genética que pueda salvarlo”, agrega.
Por su parte, Matías De Felipe, especialista en ganancia genética, coincide con que el problema del estancamiento de los rindes en Argentina no pasa por una falta de mejora de las variedades.
“La tasa de ganancia en los cultivares utilizados en el país no ha caído” asegura, y lo respaldan estudios recientes como los de Abdala et al. (2024) y De Felipe et al. (2016).
“El mejoramiento genético ha estado orientado a maximizar el rendimiento potencial, dejando en segundo plano la estabilidad. Por eso, en ambientes degradados o en condiciones con bajo uso de insumos, como ocurre en buena parte del sistema productivo argentino, los materiales disponibles no logran expresar todo su potencial”, añade.
Esa limitación está ligada a un manejo agronómico deficiente típico de estrategias defensivas ante márgenes escasos y mucho más en situaciones de arrendamiento, como una fertilización inadecuada, la falta de rotaciones y a los vaivenes del clima.
Seguir leyendo