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Roberto Casas tiene algo que decir sobre la venta de un edificio del INTA: ?Fue testigo de un hito trascendente en la historia del progreso tecnológico agropecuario?

Fuente: Bichos de Campo 27/10/2024 08:19:34 hs

El ingeniero agrónomo Roberto R. Casas, actual director del Centro para la Promoción de la Conservación del Suelo y del Agua (PROSA-FECIC), ha pasado gran parte de su vida profesional trabajando como parte del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y, consciente de ello, ha enviado estas líneas a Bichos de Campo para remarcar el

El ingeniero agrónomo Roberto R. Casas, actual director del Centro para la Promoción de la Conservación del Suelo y del Agua (PROSA-FECIC), ha pasado gran parte de su vida profesional trabajando como parte del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y, consciente de ello, ha enviado estas líneas a Bichos de Campo para remarcar el valor histórico que tiene un edificio emblemático para la institución que el gobierno acaba de poner a la venta.
Roberto siente que tiene cosas por contar frente a esa decisión y por eso decidimos publicar esta nota:

“Días pasados recibimos la sorprendente y triste noticia de que el Estado Nacional había decidido poner en venta el edificio perteneciente al INTA, situado en Cerviño 3101 de CABA. Se trata de un edificio histórico, donde en 1944 nació y funcionó el legendario y prestigioso Instituto de Suelos y Agrotecnia, donde nacieron y se desarrollaron los primeros estudios organizados sobre los suelos de nuestro país.

Hagamos un poco de historia. Pocos años antes de ese año, veníamos de la gran sequía de la década del 30’ que culminó en 1937, la cual originó importantes daños a los suelos y producciones de la región pampeana semiárida. La gravedad del proceso erosivo, con el notorio avance de la planicie medanosa, fue de tal magnitud, que llegó a provocar incluso el traslado de colonos a tierras chaqueñas.

Hasta antes de crearse el Instituto, el estudio de la erosión y de la aridez, como así el fomento de las normas destinadas a neutralizar sus efectos, fueron muy poco significativos en relación con la magnitud que ambos fenómenos alcanzaban en el país. El Instituto de Suelos y Agrotecnia fue un organismo específicamente creado para estudiar los suelos del país y orientar las soluciones tendientes asegurar su productividad. En su estructura, armonizó el enfoque de estudios básicos del suelo, de sus condiciones de fertilidad y el desarrollo y la aplicación de tecnologías de manejo y conservación.

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En el programa general de labor del Instituto, se asignó especial importancia a la problemática de la conservación del suelo, debido al acelerado deterioro observado en los suelos del país por el manejo inadecuado. Como aspecto interesante, corresponde señalar que antes de esa época la conservación del suelo era prácticamente ignorada en nuestro medio, tanto en el ámbito rural como en el de la sociedad en general. Solamente se conocían trabajos puntuales y esporádicos efectuados por particulares y técnicos del Ministerio de Agricultura y de empresas ferroviarias para consolidar médanos activos. A la fecha de la creación del Instituto, la acción desarrollada para proteger los suelos del país, aunque meritoria en sus intentos, no tuvo sino limitadísima repercusión-

Al entrar en funcionamiento el Instituto, la situación cambia radicalmente y el concepto de la conservación del suelo empieza a conocerse, a valorarse y a expandirse en el país, a medida que se va ejecutando el programa de trabajo de acuerdo a los objetivos establecidos. El programa de conservación de suelos, incluía el relevamiento de la erosión eólica e hídrica, con determinación de los factores causales, la clasificación de la aptitud de las tierras, investigaciones y ensayos experimentales para evaluar las pérdidas de suelo, prácticas conservacionistas, desarrollo de campañas demostradoras para combatir la erosión, campañas educativas para inculcar la necesidad y los beneficios de la conservación del suelo y también recomendaciones sobre medidas de gobierno.

Una de las primeras acciones encaradas por el Instituto, fue el reconocimiento de la erosión eólica en la región Pampeana y un plan para la conservación de los suelos, que culminó en 1948 con la publicación de un trascendente trabajo que permitió definir las áreas afectadas según el grado de erosión, y proponer las prácticas de manejo más adecuadas. Posteriormente la iniciativa del Instituto de ampliar la acción conservacionista, se plasma al establecer unidades técnicas asentadas en los lugares con problemas severos de erosión, mediante la creación de los tres primeros Distritos de Conservación del Suelo, que funcionaron en las localidades de Arrecifes, Anguil y General Pico. En estos Distritos, se constituyeron consorcios voluntarios de productores locales decididos a efectuar el manejo racional del suelo, contando con el asesoramiento del servicio oficial.

La acción del Instituto se extendió a otras regiones del país multiplicándose las experiencias específicas sobre agricultura, métodos de prevención y lucha contra la erosión eólica e hídrica, cultivo bajo cubierta, barbecho y técnicas de siembra. El Ing. Agr. Casiano V. Quevedo, junto a los integrantes de la Sección de Conservación y Mejoramiento de Suelos del instituto, impulsaron decididamente trabajos conservacionistas no sólo en la región pampeana, sino también en la Mesopotamia, particularmente en la Provincia de Misiones, en las Estaciones Experimentales de Loreto y Cerro Azul. A partir de 1949 se inició la instalación de una red de parcelas para medición de erosión del suelo planificadas inicialmente para distintas regiones del país. La primera serie de parcelas se instaló en Loreto.

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En forma paralela a la labor de investigación y experimentación, el Instituto inició una intensa actividad en extensión y difusión. Las actividades planificadas se llevaron a cabo mediante reuniones con productores agropecuarios para difundir los métodos de prevención y lucha contra la erosión, desarrollo de áreas demostrativas, cursillos de capacitación, charlas para productores y en escuelas, formación de agrupaciones vecinales para la defensa del suelo, preparación de artículos de divulgación, notas periodísticas y publicaciones técnicas especiales. Entre éstas, merece mencionarse la publicación titulada Conservación del Suelo y el Agua, la cual constituyó un manual de gran utilidad para consulta técnica, divulgación y educación.

Prestigiosos profesionales tales como los ingenieros agrónomos Casiano Quevedo, Antonio Prego, Luis Tallarico, Julio Ipucha Aguerre, Carlos Bellón, José Camberos, José Calcagno, Mario Rossi, Antonio Arena, Jorge Bellati y Armando De Fina, entre otros, integraron la planta de personal del Instituto de Suelos y Agrotecnia. A estos profesionales se los considera fundadores e impulsores de la conservación de suelos y de otras especialidades de las ciencias del suelo de nuestro país.

A partir de la creación del INTA y a pesar de la escasa cantidad de los técnicos especializados en conservación en relación a la demanda de las distintas regiones del país, el Instituto prosiguió sus esfuerzos para afianzar su obra precursora en favor de la preservación de los suelos de la nación. A los trabajos mencionados en el período inicial, en esta segunda etapa de la vida del organismo, varias Estaciones Experimentales del INTA incorporaron profesionales que se abocaron a la conservación del suelo en estrecha conexión con los del Instituto, incrementándose también el interés de ciertas dependencias provinciales en comenzar a contar con profesionales en la especialidad. Por esta época, se reforzaban los grupos de investigación en las Facultades de Agronomía de Buenos Aires, Bahía Blanca, Corrientes, Córdoba, Mendoza, Río Cuarto y Tucumán.

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Continuó por parte del INTA, provincias, cátedras universitarias, instituciones oficiales y privadas, y organizaciones de productores, el fortalecimiento de sus cuadros profesionales especializados y acciones en conservación de suelos. El camino emprendido por el Instituto había prendido en la sociedad, generando proyectos en las distintas regiones del país, algunos inclusive con el apoyo de organismos internacionales. A su vez, una gran proporción de cuerpos legales provinciales y de resoluciones de orden nacional, han contado con el auxilio del instituto, cuyo asesoramiento fue constantemente recabado por los poderes públicos, reparticiones técnicas, universidades, entidades privadas y productores progresistas.

Resulta comprensible la necesidad por parte del estado de ahorrar dinero y recurrir a la venta de algunos inmuebles. Pero en este caso particular, seguramente valdrá la pena reflexionar sobre la decisión de desprenderse de un edificio histórico. Se trata del lugar que fue testigo del nacimiento de un organismo que significó un hito trascendente en la historia del progreso tecnológico agropecuario del país y actuó a manera de auténtico “faro” sobre la necesidad de multiplicar los esfuerzos conducentes a preservar nuestro principal recurso productivo: el suelo”.

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