Los tres secretos de La Canducha, un tambo ubicado en plena zona agrícola santafesina en el que siguen invirtiendo y entregando leche a SanCor
Hay tres variables que no fallan para un tambo exitoso y en Bustinza, en la zona agrícola del sur de Santa Fe, se dan todas con un condimento de pasión por las vacas que es fundamental. La unidades productivas familiares que resuelven su continuidad generacional progresan indudablemente. Referentes mayores que confían en quienes los continúan
Hay tres variables que no fallan para un tambo exitoso y en Bustinza, en la zona agrícola del sur de Santa Fe, se dan todas con un condimento de pasión por las vacas que es fundamental.
La unidades productivas familiares que resuelven su continuidad generacional progresan indudablemente. Referentes mayores que confían en quienes los continúan siguieron pueden complementar criterios y adaptarse a las nuevas condiciones.
Tambos donde hay mujeres, tienen una actividad más organizada y mejor desarrollada, por la capacidad de abarcar varias tareas a la vez y de buena manera. En este caso con mujeres a cargo de la organización, a veces del ordeño, pero sobre todo de la guachera y crianza, el avance es concreto.
Los que abren sus puertas, que no temen contar su forma de trabajar, mostrar sus espacios, que dejan hablar a su personal, son los que claramente no se dejan atormentar por el egoísmo de la actividad, permitiéndose también ser parte de capacitaciones, desarrollos científicos y sobre todo de adelantos en su producción que son los que les permiten planificar a largo plazo.
La Canducha es un tambo que toma su nombre de un modismo local para denominar a los pobladores y desde hace más de 50 años, sobre la Ruta 91 en el Departamento Iriondo, este campo de 151 hectáreas -que fue mixto y ahora es decididamente tambo- con 200 vacas en producción, unas 40 en parición, produciendo 4.500 litros diarios que se usan para alimentar a los terneros y que se venden a la cooperativa SanCor y a una pequeña pyme de San José de la Esquina.
Con alfalfa, avena y algo de trigo de ocasión, sumado a megafardos, silo de chala de maíz y el balanceado que le compran a medida a una cooperativa zonal, resuelven la alimentación de un rodeo Holando con genética neocelandesa, en el que usan semen sexado con resultados de un menor tamaño y menos casos de mastitis. Los pocos machos que nacen se derivan a un campo ganadero que tienen en Armstrong y las tres patas productivas de esta familia se completan con otro campo para agricultura, todo en tierra propia.
“Yo creo que todo compensa exactamente cuando falta uno, el otro está mejor y me parece que es una mayor defensa, por lo menos nos manejamos, nos hemos manejado así y sigo apostando por esos motivos”, dice convencido Tito José “Pepe” Travaglino.
El vínculo lechero trasciende las generaciones, así una de sus dos hijas, María José, que es ingeniera agrónoma, sin injerencia previa en el tambo decidió viajar a Nueva Zelandia a hacer una capacitación en el rubro por tres meses y terminó quedándose allá por seis años. “Yo ya estaba medio desinflado con el tambo y si mi hija no volvía la historia sería otra”, cuenta “Pepe”, sobre la clave del recomenzar que tuvo esta unidad productiva en 2017.
Ampliaron la sala de ordeño de 10 a 16 bajadas, se cambió la circulación utilizando un techo premoldeado como corral de espera que tiene aspersores y se cambió el tanque de frío, pasando de seis a diez mil litros de capacidad. Los próximos pasos serían la incorporación de ventiladores, quizá avanzar hacia los collares, todo lo que permita “que las vacas estén bien”, para llegar cómodamente este año a las 250 a 260 vacas en producción.
“Mi hija está en la parte de arriba, manejando todo y tomando decisiones, yo estoy tocando un poco todo y mi señora Marta me lleva los números, con mi otra hija María Marta, para que la ola no nos tape, nos van controlando un poco. Así son las empresas familiares”, explica.
Hoy tienen cuatro empleados, dos en la fosa, un tractorista y una encargada de la guachera, que gracias a un taxi-milk mejoró la entrega de leche a los terneros y redujo problemas en la crianza, por mayor regularidad en su rodeo con marca líquida, sin reposición con ejemplares externos.
Con buena reutilización de efluentes, para fertilización, María José dice con sonrisa amplia, “le tengo un amor terrible a las vacas” y por eso siguen en el rubro, aunque sean uno de los pocos tambos que sobreviven en ese sector de Santa Fe. “Si me pongo a ver los números a esto por ahí no lo haríamos nunca, pero cuando uno le pone ganas y pasión a lo que hace, las cosas funcionan. Si elegimos esto, aunque haya días en los que renegamos mucho, es porque lo queremos”.
Ella repasa todas las actividades del tambo y sabe que tener la tranquera abierta es clave. “Es una actividad que no está en el día a día de la gente, de la que no se habla tanto y por eso sabemos que es bueno abrir el tambo para que la gente venga y que vea cómo se trabaja”.
La Canducha recibe estudiantes de las universidades de la zona y es socio colaborador del proyecto de extracción de ARN dietario de leche fresca, para generar productos con beneficios regenerativos y reguladores del sueño a partir de la startup Kresko RNATech.
Además de ser parte de CREA, no es menor el valor de seguir siendo socios productores de Sancor. “De acá a Sunchales tenemos ida y vuelta 500 kilómetros y a pesar de eso nos vienen a buscar la leche todos los días. Somos cooperativistas, esta la última gran cooperativa láctea que queda y tenemos que hacer que se levante. Yo soy uno de ellos no desearía que nunca que se muera. Yo pasé muchos momentos complicados acá, sin embargo SanCor es una de las pocas empresas que premia por la calidad de leche”.
Lo que Travaglino dice convencido a sus 80 años es que “en este momento estoy cobrando alrededor de un 10% más del precio mínimo de SanCor, eso nos cuesta mucho lograrlo, pero ahí están los mega fardos, los seis kilos por día de balanceado, pero lo hacemos porque producir bien y a conciencia de alguna manera tiene premio, y esto se ve en los tambos que están arriba de los tres mil litros, que hoy tienen un buen precio, que no será excelente, pero que se puede defender. Más adelante se verá, si en la primavera estamos igual”.
El gusto por la actividad estira el horizonte y a pesar de las cuestiones climáticas y económicas de los últimos años. En la Canducha siempre están dispuestos a seguir mirando para adelante.
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