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Raúl Mella, el breeder que lleva más de 40 años mejorando al maíz: “No existe un híbrido ideal”

Fuente: Infocampo 31/03/2024 07:44:58 hs

Con una trayectoria de 40 años como breeder de maíz en los semilleros más importantes del mundo, el reconocido investigador y genetista Raúl Mella relató a Infocampo su visión sobre la actualidad genética y tecnológica del cultivo.

Dicen los que saben que la historia es propiedad de quienes se animan a desafiarse, de los que se superan y generan oportunidades.

Así es la trayectoria del ingeniero agrónomo Raúl Mella (75), quien sigue manteniendo la misma pasión de siempre por la genética de maíz, incluso de la misma forma que cuando ingresó a trabajar en Dekalb en la década del 80.

“El híbrido ideal de hoy sería uno que pudiéramos sembrar desde Balcarce hasta el Chaco directamente. Sin embargo eso no existe. Entonces hay que ir haciendo materiales por regiones y después ver hasta cuándo se puede extender su permanencia en el mercado”, cuenta Mella, portando una bandera de liderazgo en investigación que le permitió trabajar en empresas como Dekalb, Monsanto, DonMario, SPS, Limagrain y Pannar, entre otras.

Actualmente, lejos de pensar en el retiro, el experimentado breeder trabaja como asesor externo de RAGT, un semillero francés que quiere convertirse en un importante referente de maíz en la Argentina, proporcionando genética europea de primera línea.

“Afortunadamente, el hecho que las empresas de semillas sean globalizadas, nos permite llegar a germoplasma, eventos y tecnologías que antes no existían. Esto es positivo para el país, pero por sobre todo para los productores locales que alcanzan cada día mejores producciones”, insiste.

Mella, asegura que estamos en una etapa “altamente positiva” para el cultivo, en área, en rendimiento y en tecnología.

“Los distintos programas de mejoramiento en maíz buscan reforzar los potenciales de rendimiento, y a su vez, enfrentar a las plagas con eventos impensados hace 20 años atrás”, sentenció.

TECNOLOGÍAS DIRRUPTIVAS EN MAÍZ

Según el mejorador, en sus primeros años de trabajo en maíz, los procesos tecnológicos en el país eran muy pobres y se hacía lo que se podía. Así y todo, los logros fueron excepcionales para Argentina en materiales que quedaron en la historia.

La tecnología dio un paso disruptivo en la ciencia de los cultivos. Pero no es nada nuevo. El mejoramiento, si lo miramos desde el punto de vista histórico, lo comenzaron los aborígenes, en México con observación visual”, cuenta el entrevistado.

Como referencia, recuerda que  fueron ellos quienes seleccionaron plantas que resistieran las condiciones climáticas del lugar, de grano blanco, almidonoso o amiláceo para la alimentación humana.

Años más tarde, el maíz pasó a formar parte de la alimentación animal y se extendió a la producción de combustible, por lo que aumentar el rinde de los híbridos era algo indispensable.

“Cuando se pensó en la alimentación animal, empezaron a cambiar los distintos mejoramientos de maíz a nivel global que luego en Estados Unidos, fundamentalmente, se basó en buscar materiales que se adaptasen a la producción de combustibles”, señaló.

Pero además, había que adaptarlo para producir carne de cerdo en China y aves y huevo en Brasil. “El mejoramiento cambia de acuerdo a los destinos que se le brinda a la producción y a las necesidades de cada región. Por ello es algo tan complejo”, resumió Mella.

EL DEBATE SOBRE LA DURACIÓN DE LA BIOTECNOLOGÍA

Para el experimentado mejorador, no es conveniente echarles la culpa a los productores sobre la duración de uno u otro evento. “Hay que pensar que cada agricultor es una persona independiente. Por más reglas que le pongan, cada uno opera en base a su manera de pensar y sus posibilidades”, dice convencido.

En ese sentido, argumentó que los sistemas biológicos no son permanentes. “Si usted saca un híbrido de maíz con una tecnología Viptera o Víptera3 Pro, o lo que sea, contra insectos, usted tiene una base genética con un evento. Pero los insectos que están en el ambiente son millones, que se van recombinado”, expresó.

Por ello, contó que el instinto de supervivencia del insecto hace que se renueven, “unos pocos sean exitosos y esos exitosos voltean el evento. Entonces nosotros, como mejoradores, tenemos que pensar que un evento, en promedio, con mucha suerte puede durar 10 años”.

Tomando en cuenta lo expresado, insiste en que las empresas deben ir reforzando los eventos y acumulando genes de resistencia, para potenciar el rinde de los cultivos cada vez más.

LA IMPORTANCIA DE LA INVERSIÓN

Por otra parte, consultado sobre las intensiones del Gobierno argentino en adherir  a la normativa UPOV 91, dijo que todos los países del mundo tienen leyes sobre semillas mucho más actualizadas que nuestro país.

“Cómo en todos los ámbitos, las leyes de semillas, las regalías y demás tienen pro y contras, dependiendo del lado del mostrador en que estemos sentados. Lo que nadie puede discutir es la necesidad de invertir en nuevas genéticas y germoplasmas”, asegura el especialista.

Por lo tanto, aclaró que las empresas de genética “miden el mercado en función de la cantidad de hectáreas, es decir, la cantidad de bolsa que puede vender”, resaltó.

Tomando en consideración esta ecuación, es que determinan cuánto es el plus de dinero que pueden sacar por cada evento. “En función de eso –explicó-deciden invertir en ese mercado o no hacerlo”.

UNA VIDA DE ANÉCDOTAS

Durante sus más de 40 años de carrera, Mella además de ser un excelente mejorador de maíz, fue docente de la cátedra de cereales de la Universidad Nacional de Buenos Aires. “Los mejoradores vivimos de día y pensamos de noche”, sostiene.

Es que su enfoque está basado en potenciar un determinado híbrido de maíz, descartando en el camino a miles que pudieron ser, pero no lograron cubrir las expectativas.

“Desde el vamos sabemos que un solo material es el que será el que llegue a la recta final, pero para eso, hay que probar miles y eso es un trabajito importante”, advierte sonriente.

Como anécdota, cuenta que en sus comienzos uno de sus jefes, como primera medida, evaluaba a los trabajadores por la cantidad de bolsas que vendían; en segundo término analizaba las líneas genéticas generadas, y en tercer lugar un factor muy particular: “Nos evaluaba por la cantidad de esposas que teníamos.  Él nos decía: si el breeder sigue con la misma esposa con la que se casó, quiere decir que se dedica más a la casa que a la empresa”, contó entre risas.

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