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La apasionante historia de Ernesto Cruz, el ?cabrón? mexicano que se enamoró del maíz y logró batir el récord mundial con 44 toneladas por hectárea

Fuente: Bichos de Campo 21/03/2023 08:57:59 hs

Ernesto Cruz pasó los 60 años y es un mexicano de ley, de esos que lanza a cada rato vocablos como “cabrones” o “buey”, mientras levanta las cejas y los tonos. Nieto e hijo de productores agrícolas de la zona de Jalisco, donde no faltan las lluvias y el horizonte se puebla de enormes cactus,

Ernesto Cruz pasó los 60 años y es un mexicano de ley, de esos que lanza a cada rato vocablos como “cabrones” o “buey”, mientras levanta las cejas y los tonos. Nieto e hijo de productores agrícolas de la zona de Jalisco, donde no faltan las lluvias y el horizonte se puebla de enormes cactus, él también trabaja las 24,8 hectáreas que tiene su “rancho”, porque en México el gobierno no deja que nadie tenga más de 25 hectáreas. Fue allí mismo, en el rancho familiar, que cuando era niño su abuela  alguna vez le dijo que iba a ser “el mejor agricultor del mundo en maíz”. Y él se lo creyó. Así empiezan casi todas las buenas películas mexicanas.

El final está cantando. Ernesto estudió agronomía, armó grupos de trabajo con los que más sabían y con el correr de los años logró batir el récord mundial en ese cultivo: 44 toneladas por hectárea, seis veces más que la media lograda por los productores argentinos de maíz.

Cruz, que pasó casi en secreto por la Argentina , estuvo reunido con cerca de un centenar de productores en Oncativo (Córdoba) y aceptó esta entrevista antes de tomar el avión en Buenos Aires, tiene una vida de novela luego de la anécdota que cuenta sobre su abuela. Más allá de ese mandato fundacional, él ubica el inicio de su obsesión por el maíz cuando en los años 90 los Estados Unidos, México y Canadá firmaron el TLC (Tratado de libre Comercio).

Aunque ese acuerdo arancelario semejante al Mercosur significaba oportunidades para el agro mexicano, especialmente en rubros intensivos, para él y sus cuates de Jalisco era todo un desafío: Estados Unidos es por lejos el principal productor y exportador mundial de maíz. Con sus 25 hectáreas para ellos sería imposible sobrevivir a esa competencia. Por ese entonces, su padre producía 4,5 toneladas por hectárea, superando a su abuelo, que había llegado a los 3.000 kilos.

“En ese momento calculé que si no producía 7,5 toneladas en una hectárea de maíz pues no iba a ser rentable”, analizó Cruz. Ese temor era compartido por otros tantos productores como él que en Jalisco siembran unas 650 mil hectáreas de cultivos extensivos en secano. Además no contaban con mucha tecnología: México siempre se mostró reacio a aceptar los transgénicos como el maíz Bt, pues se trata nada menos que de unas de las cunas del maíz. “Tenemos 66 razas de maíz, de las que se han tocado solo 5”, se ufana el experto, orgulloso de esa “riqueza genética invalorable” que todavía se conserva a campo.

-¿Y qué hicieron?- le preguntó Bichos de Campo.

-Pues decidí ir a ver como hacían maíz los gringos y viajé a Illinois, donde estaba el campo que ostentaba el récord mundial de maíz hasta ese momento, con 22,4 toneladas. Le pregunté al experto que lo asesoraba y me contestó “esto es Estados Unidos, pero en México te será imposible hacerlo”.

Como sea, Ernesto absorbió todos los secretos del agrónomo récord. Cuando volvió a México, reunió un equipo de trabajo y les dijo a sus nuevos compañeros de ruta: “Tenemos que sobrevivir y para eso tenemos que ser los mejores del mundo. Así, al primer año sobrepasamos en mi rancho las 10 toneladas, pero alguien dijo ¿Por qué no 15 toneladas cabrones?”

En 2002 ya estaba produciendo 22,4 toneladas por hectárea cuando llegaron dos emisarios de la embajada de China en México. A las pocas horas estaba evaluando una oferta de trabajo desde una de las grandes corporaciones de ese gigante asiático. El grupo era uno de los grandes proveedores de fertilizantes del mundo. Sin escalas desde sus 24,8 hectáreas, le dieron a manejar un “ranchito” de 80 mil hectáreas en pleno desierto de Gobi, en Mongolia interior. Las fortalezas del proyecto eran 376 pivotes de riego Valley. Una de las principales debilidades, que los chinos tenían 600 tractores pero de solo 40 HP. “Eran más débiles que mi segadora de jardín”, rememora entre risas.

Los chinos aceptaron todas las condiciones que Cruz les puso: quería maquinaria en serio y hasta ordenó mover miles de toneladas de una mina de carbón para fertilizar y poder cumplir con el objetivo que se había propuesto, que era pasar de 4,5 toneladas por hectárea a 10 toneladas en una campaña. Para 2008, ya estaba en 15 toneladas y manejaba 170 mil hectáreas con un ejército de 300 ingenieros. “Me la pasaba viviendo sobre un helicóptero”, recuerda.

Una noticia lo detuvo de ese vértigo en 2008: la muerte de su padre lo obligó a volver a su rancho en Jalisco. Pero cuatro años después, en 2012, fue el propio gobierno comunista chino el que requirió de sus servicios, pero esta vez para dirigir la siembra de maíz en varios millones de hectáreas de granjas estatales. De nuevo en la euforia y de nuevo todo salió bien: los rendimientos pasaron de 5 a 9 toneladas promedio en la superficie que le encomendaron, unas 8 millones de hectáreas que son más de las que siembra la Argentina con la forrajera.

A esta altura de esta crónica de vida, los lectores deben estar pensando cuáles son los secretos del agrónomo mexicano para lograr semejantes saltos productivos. Frente a la pregunta, él habla primero de una adecuada mecanización y luego enfatiza sobre la nutrición de los cultivos, una de sus especialidades. “La nutrición es el factor que multiplica el rendimiento, mucho más que la genética”, define.

Pero sobre todo, Cruz marca y remarca que para producir más maíz es necesario tener “la mente abierta”. Lo dice varias veces en la charla mientras señala su propia sesera con el dedo. “El límite está aquí”, enfatiza tocándose la cabeza.

Este agrónomo y productor mexicano se especializó justamente en eso, fertilización y suelos. Dice que la mayoría de los productores se equivoca al considerar que el ciclo del maíz comienza recién cuando se pone la semilla, porque en realidad hay que mirar cada lote un tiempo antes. “Nosotros en el ciclo del maíz hacemos 24 pasos que tenemos escritos. Recién el paso 17 es la siembra”, asegura.

Por supuesto, Cruz es un fanático de los análisis de suelos y de la riqueza de información que ellos pueden aportar al productor.  Es el primer paso básico. Pero a la vez, cabrones, se queja de los pocos parámetros que suelen ponerse bajo la lupa, buscando únicamente unos 6 o 7 factores cuando hay no menos de 300 indicadores (y no solo el contenido de minerales) que pueden definir la suerte del cultivo al final del camino. Entre ellos, hay unos 56 los nutrientes. No solo Nitrógeno, Azufre, Fósforo o Potasio.

Una segunda razón, muy humana también, le permitió decirle a los jerarcas de China que él prefería quedarse en su México natal: la aparición de la pandemia del coronavirus en 2019, justamente con epicentro en aquellas lejanas tierras de oriente. Nunca, de todos modos, rompió lazos: en su país armó un centro chino mexicano de transferencia de tecnologías en maíz. Y lanzó una compañía, Atider (Altos Rendimientos en Agricultura) desde donde se mueve por todo el mundo dando capacitaciones. Como la que brindó en Oncativo, pleno corazón de la cuenca maícera de la Argentina.

-¿Y qué vio en la Argentina? ¿Qué les dijo a los productores?- fue la pregunta inevitable.

-Noté que tienen una enorme vocación agrícola  y además tienen la suerte de estar sembrando sobre suelos que tienen solamente 50 años de agricultura, cuando los nuestros llevan 5.000 años. ¡Pero cabrones, están haciendo minería más que agricultura!

Traducido, Cruz tomó nota inmediato que el sistema de rotaciones de la agricultura local (donde hay 3 hectáreas de soja por cada 1 de maíz) finalmente extrae de los suelos mucho más nutrientes de los que aporta. Y que esto juega en contra no solo en contra del cuidado del recurso suelo sino que limita los “éxitos” maiceros de los argentinos a rendimientos de 12 o 15 toneladas o a los sumo 20 toneladas. “Rompan el conformismo”, les pidió a los chacareros locales.

Dicho en otras palabras, este mexicano que hizo carrera en China y que logró allá el récord mundial todavía vigente de 44 toneladas de maíz en una hectárea, cree que hay muchísimo por hacer todavía en la Argentina para mejorar la productividad del cultivo, porque las condiciones (ganas de los productores y calidad del suelo) son envidiables. Lo que hay, para decirlo en mexicano, es mucha “flojera” para experimentar nuevas cosas, como la nutrición de cultivos y densidades de siembra.

“Hay 4.500 factores diferentes que inciden en la productividad del maíz. Y por eso un agricultor toma 1.200 decisiones durante un ciclo de cultivo. Pero en una decisión que tome mal, los rendimientos pueden caer 25 o 30%”, dice este experto, que recomienda salir de la zona de confort, analizar la mayor cantidad de variables posibles, extremar la mirada sobre los suelos y mirar en detalle las plantas. “Pero buey, si ellas mismas te dicen lo que les sobra y lo que les falta”, insiste.

Al despedirse, Ernesto termina una anécdota que había comenzado al principio de esta historia, cuando viajó al campo de Illinois para ver de primera mano los secretos del farmer estadounidense que ostentaba el récord mundial en maíz en los años 90. Cuando Cruz ganó fama mundial y se hizo reconocido, el asesor estadounidense que él había consultado viajó hasta su rancho en Jalisco y le preguntó cómo había hecho para estabilizar rendimientos de 30 a 32 toneladas.

-Pero buey, esto es en México. En Estados Unidos no sería posible- lo desafió.

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