Argentina post elecciones: una nueva era para el campo, con la desregulación como oportunidad
Con un gobierno fortalecido y poder legislativo propio, la Argentina se encamina hacia una transformación estructural. El agro, como tantas veces, volverá a ser el termómetro y el motor de esa transición.
Por Lisandro Pacioni – Economista y CEO de Malevo
Hay momentos en los que la política recupera sentido de dirección. Las últimas elecciones dejaron un mensaje contundente: la sociedad quiere un cambio, y esta vez, el gobierno que lo encarna tiene poder real para ejecutarlo.
Por primera vez en muchos años, un oficialismo asumirá con quórum en el Congreso y con margen para implementar un programa económico de fondo, sin depender de pactos frágiles ni mayorías prestadas.
Ese dato, que parece técnico, tiene implicancias profundas. Cuando el poder político se alinea con un rumbo económico coherente, la política deja de ser un obstáculo y se convierte en una herramienta. Y si hay un sector que puede capitalizar esa coherencia, es el campo.
EL PAÍS DESPUÉS DEL PÉNDULO
Durante décadas, la economía argentina se movió entre extremos: el Estado benefactor y el Estado ausente, la apertura abrupta y el cierre defensivo.
Cada viraje dejaba una economía herida, con empresarios que no invertían, productores que no planificaban y políticas que se medían en meses.
El agro, acostumbrado a los vaivenes, sobrevivió mejor que nadie, pero también pagó el precio de un país sin continuidad.
Hoy se abre una oportunidad distinta: un gobierno con poder legislativo propio y un mandato de desregulación explícito. Si ese proceso se ejecuta con consistencia, el agro podría ser el primer gran beneficiario de una economía más libre y eficiente.
LOS ESCENARIOS DE DESREGULACIÓN
La desregulación no es una consigna ideológica: es una estrategia económica. Sus efectos dependen del orden, la secuencia y la profundidad con la que se apliquen.
En términos concretos, pueden darse varios escenarios complementarios:
1. Desregulación cambiaria
- Unificación del tipo de cambio y eliminación de cepos para liquidar exportaciones.
- Impacto directo: mejora del flujo de divisas, menos discrecionalidad y más previsibilidad en precios de granos e insumos.
2. Desregulación fiscal y tributaria
- Simplificación del sistema impositivo y reducción paulatina de retenciones.
- Un esquema más horizontal, sin distorsiones entre cultivos, que incentive la expansión y la inversión tecnológica.
3. Desregulación laboral y de servicios
- Flexibilización parcial de convenios y digitalización de trámites vinculados al trabajo rural.
- Mejora en productividad y formalización progresiva del empleo temporario.
4. Desregulación financiera y crediticia
- Liberalización de tasas y apertura a financiamiento privado o internacional.
- Más crédito para maquinaria, infraestructura y desarrollo de cadenas de valor.
5. Desregulación de mercados agrícolas
- Eliminación de cupos y controles de exportación.
- Transparencia en precios y señales de mercado más limpias para planificar producción.
INVERSIONES EN LIBERTAD: COSTOS Y OPORTUNIDAD
Si la secuencia es ordenada, estos cambios pueden reactivar la inversión en el corto plazo y recomponer la rentabilidad estructural del sector en el mediano.
Por supuesto, el proceso no será lineal. Toda apertura trae tensiones: sectores que pierden protección, costos que se ajustan, mercados que se reacomodan.
Pero la diferencia fundamental esta vez es política: el poder de ejecución existe. Un gobierno con control parlamentario tiene capacidad para sostener el rumbo, resistir la presión corporativa y garantizar continuidad normativa, el bien más escaso de la Argentina.
En este marco, la estabilidad fiscal y la disciplina monetaria son apenas el primer paso. Para que la desregulación genere crecimiento, debe estar acompañada de financiamiento genuino.
Si el sistema financiero logra reorientarse hacia el crédito productivo, el agro puede ser el primer sector en reactivarse.
Una baja de tasas reales positivas, combinada con menos intervención y riesgo país en descenso, abriría la puerta a capitales externos y al crédito privado para maquinaria, servicios y expansión tecnológica.
EL CAMPO COMO TERMÓMETRO Y ANCLA
La historia argentina demuestra que, cada vez que el país ordena sus incentivos, el agro responde con fuerza. Es el único sector capaz de transformar reglas en resultados en un solo ciclo productivo.
Y en un contexto de apertura y desregulación, el campo puede volver a ser el ancla de la recuperación: el sector que genera divisas, empleo y tecnología aplicada sin depender del gasto público.
Vale insistir: la Argentina tiene, esta vez, algo que hacía mucho no tenía, y que es un poder político alineado con racionalidad económica. Por eso, el campo, que siempre fue reflejo de la macro, puede convertirse en símbolo de la reconstrucción.
Si el gobierno logra sostener su hoja de ruta, evitar los atajos populistas y consolidar un marco de estabilidad jurídica, la desregulación no será un salto al vacío, sino el inicio de una etapa de crecimiento real.
El país está, nuevamente, frente a una oportunidad histórica. La diferencia es que, por primera vez en mucho tiempo, las condiciones políticas para aprovecharla parecen estar dadas.
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