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Serafín Sillero, un ganadero joven, metedor y profesional, explica por qué no resulta tan sencillo ponerse a producir pensando en incrementar las exportaciones de carne

Fuente: Bichos de Campo 30/08/2024 10:32:26 hs

En el agro argentino sobran ganas de exportar. Sobre todo carne vacuna, un producto emblemático. Ya cayeron muchas trabas para hacerlo pero, sin embargo, los productores ganaderos tienen que pensar en su negocio y su supervivencia, y no pueden esperar sentados un futuro prometedor que no termina de configurarse ni derrama beneficios, porque el grueso

En el agro argentino sobran ganas de exportar. Sobre todo carne vacuna, un producto emblemático. Ya cayeron muchas trabas para hacerlo pero, sin embargo, los productores ganaderos tienen que pensar en su negocio y su supervivencia, y no pueden esperar sentados un futuro prometedor que no termina de configurarse ni derrama beneficios, porque el grueso de los embarques de carne provienen de categorías de poco valor que van a China (generalmente vacas viejas) y no de los novillos gordos que en otras épocas fueron orgullo del sector.

Mientras tanto, a pesar de la crisis de consumo, los argentinos siguen siendo los principales clientes de la carne local, absorbiendo 70% de la oferta. Por esa razón, muchos productores siguen refugiándose y produciendo carne pensando casi exclusivamente en el deprimido mercado interno.

Ese es el caso de Serafín Sillero, un productor ganadero de apenas 36 años que eligió controlar de modo muy profesional todos los eslabones de la cadena (cabaña, cría, invernada y feedlot) y no anda con demasiadas vueltas a la hora de definir su objetivo. “En este momento, el mejor margen que tenemos es el de la terminación a corral con un animal liviano”, explicó a Bichos de campo tras competir con sus toros en la reciente Exposición Rural de Palermo.

En momentos de transición es difícil tomar decisiones a futuro. El nuevo gobierno trajo esperanzas a los ganaderos y dio señales claras, con la reducción de retenciones, la eliminación de cupos de exportación y el final de los controles de precios sobre los llamados “cortes populares”. Pero queda claro que para abastecer al mercado internacional, hace falta asegurar otras condiciones objetivas y especialmente un proyecto de largo aliento. Por lo pronto, los empresarios sólo pueden pensar en el corto plazo.

¿La razón? El dólar sigue atrasado y es costoso convertir el grano en carnes, sobre todo si los valores de los insumos se disparan al momento de la reposición. Consciente de eso, Serafín es uno de los tantos productores que se quedan con el pájaro en mano y por ahora considera buen negocio vender un animal liviano, aunque su capacidad productiva sea superior.

“Nosotros hicimos la infraestructura de alimentación pensando en un novillo 481 (el novillo pesado terminado en corrales que se exporta a la Unión Europea) y hoy encontramos un margen mejor en el consumo”, explicó el productor, que explota tierras entre Tres Arroyos y Coronel Dorrego para cría, agricultura y forrajes. El productor, pese a su juventud, ha sido el fundador de la cabaña de Angus Quequén Sur, que en la última jura de Palermo obtuvo la cucarda al Mejor Ternero Colorado de Palermo, el máximo logro obtenido por la cabaña familiar.

Profesional de la ganadería hasta el tuétano, Serafín forma parte de un grupo de ganaderos exigen que lo mínimo esté garantizado para poder proyectar. Para este productor, “el factor inmediato más determinante es el tipo de cambio”, que aún no ha permitido recomponer la caída de la renta que significó la devaluación de diciembre.

Uno de los problemas está en el atraso en el precio de la carne respecto al grano, uno de los principales insumos del sector. Si no es convincente el margen de ganancia, difícilmente el productor decida apostarlo todo para que sus novillos ganen peso y crucen la frontera. Mientras no haya señales claras desde lo cambiario y en la estructura de precios del agro, muchos van a priorizar vender rápido antes que engordar más.

“Uno trata de capturar un negocio más corto como el del consumo interno”, comentó Sillero, que defiende su postura como una simple “decisión comercial”. No hay fórmulas universales y, al menos en el mediano plazo, cada ganadero decidirá qué terminación le es más conveniente para subsistir.

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Revertir esta tendencia de pensar en el corto plazo requiere, para Sillero, de medidas que impacten sobre la estructura de la oferta exportable de la Argentina, hoy concentrada en un 75% en los envíos de carne de vabo valor y calidad para China. Por eso, detalla que se necesitan “habilitaciones para vender en otros lugares y los cumplimientos de las cuotas”, como la 481 y la Hilton. Sillero resume en una frase lo que todo el agro le señala hoy al Gobierno: “Hay mucho por hacer”.

La nueva administración de Javier Milei, por cierto, aún goza de cierto crédito por el factor esperanza y porque ya ha dado señales concretas a los ganaderos. “Hay una sensación buena en el ambiente”, describió Sillero, aunque la incógnita es cuánto aguanta la cuerda que está tensada hace meses.

-¿Te imaginás una Argentina recuperando posiciones en el mercado de exportación?

-Ojalá que sí. Uno cree en eso y produce para eso todos los días. Creo que estuvimos pisados durante mucho tiempo y que las mejoras tienen que venir. No sé cuándo, pero es lo que esperamos y para lo que nos preparamos.

-Y mientras tanto, ¿te dan ganas de dedicarte a otra cosa?

-La verdad que no. A mí me gusta lo que hago, soy joven y tengo el corazón acá. Pero hay muchos que han salido con un buen valor de la vaca sobre el fin del año pasado y han decidido abandonar la ganadería. Es cierto que hay cada vez menos ganaderos pequeños, pero sí es alentador que haya muchas empresas grandes invirtiendo en infraestructura para producir carne.

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