?Balbito? Balbarrey tenía pensado ser abogado, pero el golpe del ´76 se lo impidió y se convirtió en un agrónomo apasionado por la educación rural
“Yo iba a empezar la facultad en marzo de 1976, ya en diciembre del ´75 habíamos quedado con dos grandes amigos que iban a estudiar, uno medicina, otro abogacía, yo también abogacía, todos en La Plata… pero era una época brava, y nuestros padres no nos dejaron ir, entonces, como cuatro de los amigos que
“Yo iba a empezar la facultad en marzo de 1976, ya en diciembre del ´75 habíamos quedado con dos grandes amigos que iban a estudiar, uno medicina, otro abogacía, yo también abogacía, todos en La Plata… pero era una época brava, y nuestros padres no nos dejaron ir, entonces, como cuatro de los amigos que jugaban al rugby conmigo se iban a estudiar agronomía a Balcarce, me sumé y terminé siendo agrónomo, algo que doy gracias”, contó, en su presentación durante la grabación de El Podcast de tu Vida (emitido en abril de 2021).
Se llama Alberto Balbarrey, nació en Buenos Aires un 15 de noviembre, le dicen “Balbito”, un sobrenombre que le pusieron sus compañeros del secundario en Tandil, donde se fue a vivir a los 10 años. Su familia hoy está conformada por María José Arguindegui, su mujer; su hijo Santiago, que estudió agronomía y hoy trabaja en un campo; María que tiene 30, diseñadora gráfica; Rafael, kinesiólogo; y el más chico, Julián, que anda por las Ciencias Políticas.
Durante muchos años y hasta hace un año y medio, “Balbito” formó parte del proyecto Aula Aapresid, a través del cual la entidad busca visibilizar los valores de la institución tranqueras afuera visitando escuelas cercanas a cada regional.
Lector, también regala parte de su tiempo a desentrañar los difíciles caminos de la comunicación en el agro, la comunicación del campo con la sociedad y, entre otras cosas, además, participa de la Mesa de Escuelas Rurales de Tandil (algo que sigue haciendo, aunque con menor participación, al día de hoy).
El teatro y el canto son dos de sus hobbies culturales. Así como también ha dedicado muchos años al club, en especial, el rugby. Fue entrenador de infantiles, juveniles y hasta manager de la primera en Tandil. Pasen y lean esta linda historia…
– Si te digo infancia, ¿Qué te acordás? ¿Hay algo de campo?
– De campo nada en la infancia. Yo nací en Buenos Aires y viví allí hasta los 10 años. Lo único que tengo de la infancia es la escuela estatal, el barrio, e ir a la cancha con mi viejo que estaba muy vinculado al fútbol. De hecho, vivo en Tandil por el fútbol. A los 10 años, gracias al fútbol conocí a mi abuelo, el papá de mi papá.
– Contame un poco más de esa historia con el fútbol…
– Íbamos a la cancha con papá a todos lados. para mí era fantástico. Yo soy de una época que en el Gran Buenos Aires vos jugabas a la pelota an la calle. Y los fines de semana ibas a la cancha. Yo siempre fui hincha de Independiente y tratábamos de verlo siempre. Después papá estuvo en la AFA, fue de los que armó el famoso campeonato Nacional de Fútbol en 1967. Y gracias a eso estoy en Tandil.
– Me contabas antes de grabar que tu viejo había trabajado en SOMISA y en Loma Negra. ¿Cuándo supiste vos que te ibas a dedicar al campo? Porque ibas para otro lado per apareció el campo.
No. Alguna vez cuando terminé tercer año se me ocurrió de ir a escuelas granja, pero tenía buenos compañeros en la escuela que iba y no me cambié. Pero nunca en mi vida se me cruzó la agronomía en ese momento.
– ¿Y qué expectativas tenías vos de agronomía cuando arrancaste? Con eso de que ibas a estudiar abogacía, pero diste el golpe de timón con lo del proceso militar y te metiste en agronomía…
– Yo te digo la verdad, fui haciendo camino al andar, como dice Machado… entré a la facultad, me empezó a ir bien. Tenía facilidad para química y matemática, y así la cosa. Me empezó a gustar de a poco. Empecé a ir al campo los veranos a hacer algún laburo y aprender. Porque la verdad que no sabía nada de nada. No diferenciaba cosecha de siembra. La única diferencia es que cuando era chiquito, en las escuelas públicas de Buenos Aires te hacían sentir el orgullo de ser un país agropecuario. Estamos hablando de mediados de los 60s.
– ¿Qué deportes hacías en aquellos años?
– Yo jugué a la pelota en la calle como todo chico de la época, pero era malo (se ríe). Y después cuando vine a Tandil, mis amigos me llevaron al club Los Cardos, en 1973 y era la época que jugabas acá al rugby porque no había otro. Costaba tanto juntar 15 jugadores que todos venían bien. Jugué hasta los 22 años que tuve un problema de columna. Jugaba de segunda línea… pero era muy malo también… ajja. Y después jugué al tenis, también a la pelota a paleta jugué hasta hace unos años.
– ¿Laburaste de otra cosa antes que de agrónomo?
– La facultad en Balcarce era muy complicada. Nosotros entrábamos a las 8 de la mañana y salíamos a las cinco de la tarde y estabas a 15 kilómetros de la ciudad. Y después había que estudiar. En algún momento fui incluso ayudante-alumno de química orgánica y biológica.
– ¿Qué legado recibiste de tus viejos?
– Mis viejos me enseñaron sobre la libertad. Mamá era de una familia humilde, de mucho esfuerzo, se murió muy joven. De esas personas de la Argentina de antes. Barrio humilde, clase media-baja, sin embargo, quería que su hijo estudiara, que le fuera bien. Y papá fue toda la vida un ejecutivo, muy lector. No sé cómo hacía, pero tenía siete libros en la mesa de luz y los leía todos a la vez. Mi madre, hasta los últimos días de su vida, me decía que no me hubiera dejado venir a vivir solo a los 15 años a Tandil para terminar el secundario. Yo vivía solo en un departamentito en Tandil. Me hacía de comer.
– Vuelvo a lo que hacés hoy como profesional. ¿Qué es lo que más disfrutás de lo que hacés?
A mí me gusta todo loque hago. Disfruto de estar en el campo, hacer lo que hago, aprendo todos los días. Lo bueno que tiene la carrera nuestra es que como tiene que ver mucho con la vida, todos los años hay algo nuevo para aprender. La actividad nuestra es fantástica, es trabajar con la naturaleza, ver que algo crece tan rápido y vos sos parte de eso. Por eso, te decía, gracias a dios no estudié abogacía.
– ¿Por qué creés que no somos hoy un país orgullosamente agropecuario como decís vos que te inculcaban en la primaria del conurbano de chico?
– Es muy difícil. Yo creo que a veces pasa por la mediocridad que somos como país. siempre la culpa la tiene el otro. entonces cada uno para tener trascendencia lo que hace es enfrentar al otro y lo tilda de culpable, no somos valientes para asumir un rol en las discusiones. Somos así. Para hacer algo no saben ser quienes llegan arriba a los puestos de gobierno. Y como no saben ser buscan la confrontación. Nos cuesta convencer a la gente, desde lo que hacemos nosotros, que de esto se sale entre todos. Y el campo fue el lugar para echarle la culpa a alguien. Lo que sí se es que con el campo solo no salimos, eso deberíamos aprender nosotros, los que estamos en esto. No somos el ombligo.
– Estuviste muy vinculado a lo que tiene que ver con Aula AAPRESID, una plataforma donde intentan, desde los colegios, contar qué y cómo se trabaja en el campo. ¿Creés que la clave está en empezar, como digo yo, de abajo hacia arriba, de las escuelas en cada pueblo o ciudad? (N de la R: cuando grabamos “Balbito” formaba parte de Aula Aapreid, hace un año que ya no, pero está en la mesa de escuelas rurales)
– Lo mejor es volver a ser parte de la comunidad. No es que no se haya logrado, pero no se siente. El 90% de los productores son los que más hacen por la comunidad, pero los demás no lo sienten así. Al menos aún. Nosotros a través de la mesa de escuelas rurales teníamos reuniones con las 60 directoras de escuelas rurales. Me tocó dar una charla y una de las directoras me dice, “pero vos no sos productor”. Y la verdad que no. “Antes de 2000 la comunidad de las escuelas rurales estaba formada por productores. Hoy ha habido un cambio de la tenencia de la tierra”, me decía ella.
-¿Y qué pensás vos de eso?
– Un amigo de acá, comunicador me dijo: “Dato no mata a relato”. La gente no se acuerda de los datos, se acuerda de las coas que le tocan el corazón. De todas formas, los datos son importantes. Ojo.
– Te quiero llevar a temas más personales. Una tiene que ver con, llegás a tu casa después de un día largo de trabajo, ¿Cómo despejás tu cabeza? ¿Cómo te reseteas? ¿Qué te relaja?
– Los últimos años vuelvo mucho a casa. en otras épocas me quedaba a dormir en otro lado. Hasta hace unos años también estuve muy vinculado con el rugby entonces iba mucho al club después del trabajo. Entrené infantiles, después juveniles y hasta manager de la primera. Eso me llevaba tiempo. Y lo que hice varios años fue teatro. Hicimos unas cuentas obras, armamos una cooperativa, ¡hasta llegué a cobrar por eso! ja. También canto, hicimos comedias musicales. (N de la R: “hoy dejé teatro y ahora estoy haciendo coro”).
– O sea que por el lado del arte y el deporte… El vínculo con el club es fantástico…
– Mis cuatro hijos se criaron ahí. Santiago llegó a jugar en primera. Y los dos más chiquitos abandonaron en juveniles. Mi hija jugó el hockey. El club es parte de nuestra vida. Más de 50 años ahí adentro.
– Al momento de cocinar, ¿Tenés alguna especialidad?
Yo vivo en departamento desde que me casé. Parrilla, estoy frito. Si en el club fuimos iniciadores del asado de la familia con un amigo que ya no está. Un asado para más de 1000 personas. Y cocinar lo hice toda la vida, desde los 15 años que me vine a cocinar solo. No había delivery. Y en Balcarce cociné siempre. Me gusta hacer de todo. He llegado a cocinar muy bien.
– Juguemos con el tiempo, ¿qué le dirías a Balbito de los 17-18 años, o dando los primeros pasos como estudiante?
– Yo fui una persona de hacer camino al andar. No le diría nada. Hice las cosas bien y mal, pero no me arrepiento. Siempre digo que yo casi no viví la facultad porque me venía todos los fines de semana a Tandil. No me relacionaba con mis compañeros de Balcarce. Los de Tandil nos veníamos todo. Si hubiera hecho algo distinto me hubiera quedao en Balcarce para tener una mayor vida universitaria.
– ¿País o ciudad que más te ha gustado de los que conozcas?
Sigo creyendo que el mejor país es Argentina y la ciudad es Tandil. Me encantó Londres, País Vasco lo disfruté muchísimo, me gusta mucho Uruguay, pero mi lugar es acá. Y de Argentina, otra ciudad, Mendoza.
– ¿Algún lugar por conocer?
– Me gustaría conocer África. Incluso haber estudiado afuera en algún momento, por ejemplo, en Nueva Zelanda o Australia.
– ¿Tu comida favorita?
– Para mí, milanesa con papas fritas. Es la comida argentina, no es el asado.
– ¿Vino o cerveza?
– Vino, ni lo dudo.
– ¿Algo que lograste que no te hubieras imaginado a los 20?
– Haber tenido la familia que tengo. Como me crié muy solo en mi adolescencia y juventud, no me imaginaba esta familia hermosa.
– ¿Una serie, película, libro que quieras recomendar?
– La película de la historia es “Cinema Paradiso”. Libro, hay un cuento de (Nikolai) Gogol que se llama “El Capote” que todos deberían leer. Y de libro, leí muchos y muy buenos gracias a mi viejo, pero hay dos que le recomiendo a todo el mundo que lea para no hablar pavadas de la guerra: uno es “La hora 25” (de Constantin Virgil Gheorghiu) y el otro es “Historia de la estupidez humana” (de Paul De Tabori). No son grandes libros, pero reflejan la guerra.
– ¿Qué superpoder te gustaría tener?
– Lo único que me encantaría es tener dos superpoderes en mi país. volvería a hacer todo el ferrocarril de Argentina y todavía cuando veo un tren me paro a mirarlo porque me parece uno de los crímenes más grandes de Argentina no haber seguido con el desarrollo del tren. Y después volver a tener poder sobre la educación en Argentina. Tenemos que aprender de nuevo el idioma. No nos entendemos porque no sabemos el idioma. Está prohibida la lectura en primaria porque estigmatiza… y después llegamos a la facultad y no sabemos interpretar textos porque nunca leímos.
– ¿Qué animal te gustaría ser?
– Algún animal que sea muy inteligente.
– ¿Un tema musical para cerrar la charla?
– Elijo un tema por la versión, “You have got a friend”, cantada por Glorian Stefan, Shania Twain, Celine Dion y Carole King. Para mí debe ser de lo mejor por las voces. Tengo la suerte, en aulas y escuelas rurales de haber conocidos muchas mujeres fantásticas, inteligentes. Un homenaje a las mujeres.
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