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La historia detrás de la foto: ¿Cayó un meteorito? ¿Explotó un avión? No, pero vuelven a volarse los suelos tras la reaparición de las labranzas

Fuente: Bichos de Campo 18/11/2023 09:36:42 hs

La foto satelital es nítida pero a la vez confusa. Claramente se ve allí una especie de columna de humo de gran tamaño, a pocas distancia de una ciudad, la santafesina Gálvez. ¿Qué sucedió? ¿Acaso cayó un avión a tierra? ¿Explotó alguna otra cosa? Entonces uno amplía la imagen y descubre en principio que no

La foto satelital es nítida pero a la vez confusa. Claramente se ve allí una especie de columna de humo de gran tamaño, a pocas distancia de una ciudad, la santafesina Gálvez. ¿Qué sucedió? ¿Acaso cayó un avión a tierra? ¿Explotó alguna otra cosa?

Entonces uno amplía la imagen y descubre en principio que no se trata de humo, pues no son los colores blancos, grises o negros característicos. La columna, en realidad, tiene el color terracota de los campos que la rodean. ¿Entonces es tierra? ¿Es que acaso cayó un meteorito que provocó semejante polvareda?

Uno de los agrónomos que compartió esta imagen en las redes sociales fue Gerardo Mélica. Allí mismo aclaró que se fue tomada el pasado 12 de noviembre por el satélite Sentinel 2 (vía plataforma EOSDA Landviewer). Y también revela de qué se trata la misteriosa columna.

La define como “una nube de polvo desgarradora, resultado de la erosión eólica en un campo con labranza mecánica”.

Es decir, se trataba de un lote que, por no aplicar la siembra directa y remover los suelos antes de la siembra (seguramente como manera de controlar malezas resistentes o eliminar la compactación) había sufrido una enorme “voladura” de suelos que se podía ver desde el espacio.

La misma imagen, pero desde tierra firme, logró captar el ingeniero agrónomo Claudio Bosco, un obsesivo de la agricultura ecológicamente responsable. Ese día estaba trabajando en el lote vecino y realizó una rápida comparación de lo que sucedía, con el mismo viento, en ese campo que recién habían sembrado en directa con lo que pasaba calle de por medio, donde otro productor había aplicado labranza convencional.

 

“Vimos esto y la verdad que nos llamó mucho la atención, nos preocupa. Y con esto no quiero ser ni cerca ser pro siembra directa y anti labranzas, porque a veces hay circunstancias que ameritan a una labranza por diferentes situaciones: malezas, compactación, huellas porque se tuvo que cosechar por humedad y demás”, aclaró de entrada el agrónomo ante la consulta de Bichos de Campo. Fue lo primero que hizo: tratar de no juzgar a su vecino.

“No quiero hacer un juicio de valor y decir que lo que hice yo en el lote de enfrente está todo bien y lo que hace el productor cruzando el camino está todo mal. No, ni de cerca. A nadie se le ocurriría que este productor hizo labranza para que se erosione el suelo. Obviamente que no estaba en sus planes y fue una jugada lamentable que salió mal”, insistió.

Y le salió mal porque al mover el suelo provocó una fenomenal voladura de los suelos, que es el recurso más finito que tienen los productores.

Bosco, en cambio, trata de sacar lecciones de esta desafortunada situación. “Siempre digo que hay que evaluar bien nuestras acciones. En el caso del suelo, lo único que no podemos evitar son las consecuencias”.

Claudio busca la razón de por qué estamos discutiendo nuevamente sobre la erosión de los suelos luego de muchos años donde parecía un tema perimido. “Yo soy de los ingenieros que se recibieron con el nacimiento de la siembra directa, cultivo RR y glifosato. Y como tantos colegas y productores caímos en esa trampa de pensar que era fácil producir. Caímos en esa trampa y simplificamos al extremo el sistema de producción, glifosato, soja y barbecho químico, y al otro año, glifosato y soja. Sumado a esto, a los pocos años aparece maíz resistente al glifosato, y entonces era más fácil todavía hacer maíz y soja. Era altamente fácil producir”.

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“Nos metimos a producir en un sistema complejo como es el medio natural, simplificándolo al extremo. Pero la Naturaleza nos descubrió la jugada. ¿Así que siempre van a sembrar lo mismo? Y entonces dijo la Naturaleza: yo voy a poner una especie que sea tolerante al glifosato. Y bueno, en los últimos años se viene complejizando más el sistema productivo, en la cual ya no trabajamos solamente con glifosato, sino con un sistema un poco más complejo de herbicidas”, completó la historia.

En la actualidad, percibe Bosco, “muchos productores y muchos colegas que no vieron o no se adaptaron a estos cambios, es como que llegaron a un cuello de botella”. ¿Qué significa? Que no pueden solucionar todo con glifosato, se “escapan” las malezas, no se las puede controlar, se pierden rendimiento… “En ese círculo vicioso dijeron: ‘volvamos a 20 años atrás y hagamos como hacíamos antes, con labranza'”.

En esto coincide Mélica, que en su posteo recordó que la labranza desencadena en erosión eólica y que eso debilita la estructura del suelo, disminuye la fertilidad y puede llevar a la pérdida de nutrientes esenciales. “Además, afecta negativamente la calidad del aire y contribuye al cambio climático”, advirtió el profesional, que cree que los planteos deben persistir en la Siembra Directa, con cultivos de cobertura y “prácticas agrícolas sostenibles”.

Bosco apunta que el regreso a la labranza es todavía más tentador cuando los lotes agrícolas tienen un pueblo cerca, como en este caso, ya que alrededor de las zonas pobladas han florecido en los últimos 20 años una serie de reglamentaciones restrictivas del uso de agroquímicos. Esto complejiza el manejo en los periurbanos.

“Cuando se siga con la labranza, cuando todas esas áreas productivas vayan puramente a ser producidas bajo labranza convencional, posiblemente los pueblos nos inundemos de tierra”, advirtió el agrónomo, planteando claramente el nacimiento de un nuevo dilema:

“Vuelvo a la reflexión anterior: podemos cambiar nuestras acciones, lo que no podemos es evitar las consecuencias. Entonces seguramente los pueblos no van a tener derivas de agroquímicos que provenían de aplicaciones mal hechas, no auditadas, donde no se miraba el viento y había muchas irresponsabilidades de los aplicadores. Cierta gente del pueblo se enojó y con justa razón, pero ahora esas zonas productivas por ahí van a volver a hacer labranza y no vamos a tener agroquímicos sino tierra”, reflexionó.

-¿Y cómo salimos de esta trampa?

-Yo no digo no a la labranza, no soy antialabranza porque de hecho la hago. A veces no es que está contraindicada una labranza, a veces es el momento en que se hace o la forma en que se hace. No es la labranza en sí sino el cómo y cuándo.

Como con los agroquímicos.

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En este sentido, el agrónomo recomendó tener mucho cuidado con las herramientas disponibles para mover la tierra, en especial con los llamados “acondicionadores de suelo” que solo remueven los rimeros centímetros, logran controlar muy efectivamente las malezas, pero pueden terminar en voladuras como las que se ven en esa foto.

Respecto del momento para hacer estas labranzas, el ingeniero cree que esa tarea bien podría haberse hecho en mayo (y no en noviembre, antes de la siembra), para luego cubrir el lote con un cultivo de cobertura y mantenerlo cubierto durante el invierno. Esto hubiera permitido sembrar ahora una soja o maíz sin el riesgo de voladuras.

“Hay que ver el eje por donde gira todo. No fanatizarnos por sí o no. La verdad que este episodio nos conmovió a todos los colegas, nos hizo reflexionar”, se despide Claudio.

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