Matilde Bunge: la bióloga que se convirtió en productora y llegó a la vicepresidencia de CREA
De chica participaba, convocada por su padre, de las reuniones CREA en el campo de la familia. De grande no pensó en estudiar para ser productora, pero la vida la llevó por ese camino y hoy la disfruta. Su historia, en una nueva entrega de ELLAS.
“Mi madrina, que me dejó el campo, y mi padre, que me inculcó que estuviera en las reuniones CREA que se hacían en el campo, me cambiaron la vida, yo no sería la misma sin esos dos hitos importantes”, relata, con certeza y un dejo de nostalgia, Matilde Bunge, bióloga de profesión, que se encontró con la producción agropecuaria y el campo como profesión casi de manera fortuita.
Flamante vicepresidenta del Movimiento que nuclea a los Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (CREA), es la nueva protagonista de la serie de podcasts ELLAS.
La idea original de Matilde nunca fue volver al campo para trabajar. Le encantaban los caballos, había pasado una infancia hermosa pero, de hecho, no estudió ni veterinaria ni agrónoma. Había optado por la biología.
Sin embargo, en 1999, su tío, que en el campo se encargaba de la parte productiva, se volcó a la política. Eso, sumado a que a su padre no le divertía la parte productiva ‒es analista de sistemas‒, significó la entrada de Matilde a la explotación familiar.
Se acababa de recibir de bióloga y tras haber trabajado para su tesis en un instituto de investigación, sabía que no quería pisar más un laboratorio.
“Siempre me había gustado el campo desde el lado de los caballos, desde lo recreativo, aunque nunca le había dado bolilla a nada de lo que fuera producción. Pero bueno, se dieron estos acontecimientos y tuve que ocuparme”, apuntó.
En esta situación, CREA representó para Matilde el acompañamiento técnico y administrativo que requería para mantener la empresa familiar a flote. Buscó y encontró, pero también aportó desde su mirada de bióloga. Una outsider.
– ¿Cómo es tu historia en la infancia?
– De chica íbamos al campo de mi madrina, mucho en los veranos y a veces en invierno. Cuando digo íbamos, era con mis padres y mi hermano. Era un campo sin electricidad. Yo disfrutaba un montón. Soy muy bichera, teníamos una chancha que se llamaba “Crunchi” que era como un perro, se metía en la casa. Llegábamos y me subía al petiso y me bajaba pocas horas antes de irme. ¡Me saqué las dos paletas a los 4 años andando a caballo! Esta madrina que te digo criaba petisos Shetland, todavía tengo esa raza en homenaje a ella. Otra de las cosas divertidas de esa época es que había una sola chimenea con hogar a leña en la casa; cuando íbamos en invierno nos moríamos de frío, entonces calentábamos ladrillos y después los envolvíamos en papel de diario y los poníamos para calentar la cama, como bolsas de agua caliente. Tengo recuerdos muy lindos de esa época. Siempre me gustó el campo y siempre lo disfruté mucho. Disfruté la soledad del campo, los espacios de silencio que se generan. Aún hoy los disfruto.
– ¿Qué cosas, de aquella época, te quedaron grabadas? Olores, sabores, colores…
– El arroz con leche era “el” postre por excelencia. Viste que tiene amantes y detractores. Yo lo amo. ¡Es como el vitel toné de navidad para nosotros, sólo lo comíamos ahí! Y la otra cosa que me acuerdo y me transporta a esos momentos es el olor de las estufas a querosene. El sonido del querosene cuando iba cayendo. Pasaron 45 años, pero eso te queda grabado. Ah. Y hay otra cosa, que en los almuerzos no podíamos tomar agua si no nos tomábamos primero un vaso de leche. Súper sano para mí. Nos traían la leche ordeñada, se hervía, se enfriaba y la tomábamos. Y finalmente, un especiality de mamá, el dulce de leche con leche recién ordeñada. Recuerdos muy lindos de aquella época.
– Pasó la niñez y la adolescencia y llegó el momento de estudiar. ¿Por qué bióloga?
– Honestamente, no recuerdo haberme imaginado dónde quería estar. Pero, la verdad, nunca se me ocurrió jamás que yo me iba a hacer cargo de una empresa agropecuaria. Aunque siempre tuve una conexión con la naturaleza muy grande. Pero la veterinaria no era una opción y la agronomía tampoco. Sí había fantaseado con la genética y la biotecnología. Terminé el colegio en el 90 y ya se empezaba a escuchar la biotecnología más fuerte. Pero para estudiarlo había que irse a Misiones. Yo vivía en Capital Federal, y la verdad que lo pragmático fue pensar, “estudio una carrera de grado y, eventualmente, hago una especialización después”.
– ¿Cómo te fue en la carrera?
– La carrera me fascinó. Volvería a elegirla. Fue espectacular. Me reforzó lo maravilloso de la organización natural.
LOS CREA Y LA TRANSICIÓN FAMILIAR
– De niña presenciabas las reuniones CREA que organizaba tu padre en el campo. ¿Ahí creés que empezó todo?
– Mi papá es uno de los fundadores del CREA Belgrano, que después devino en el CREA del cual formo parte actualmente que es Castelli-Belgrano. Eran los 90′. El lo que quería era que yo estuviera involucrada y conociera de qué se trataba administrar una empresa agropecuaria. Y no me lo dijo nunca en palabras, pero él sabía que yo terminaría acá en un punto. Este campo yo lo heredé finalmente de mi madrina, que es la que lo crió a mi papá, que se quedó sin sus padres desde muy chiquito. Esas dos cosas marcaron mi vida: mi madrina, que me dejó el campo, y mi viejo, que se metió en CREA. Yo no sería quien soy con esas dos decisiones.
– ¿Y qué significó CREA para vos?
– Yo tengo una empresa hoy, porque hubo una red CREA que estuvo ahí para acompañarme. Yo sabía de biología, pero jamás había visto nada de administración, finanzas o economía. ¿Viste que dicen que uno solo va más rápido pero juntos vas más lejos? En el caso de CREA, yo estoy convencida que vas más rápido y más lejos a donde quieras ir. Porque compartimos experiencias, potenciamos ideas, generamos conocimiento. Hoy la red es de más de 2000 productores con los que te vinculás de una u otra manera.
– ¿Qué creés que aportaste viniendo de un palo diferente a la agronomía y la veterinaria?
– La comprensión de un sistema en un ecosistema. Ese concepto es valiosísimo, porque hoy necesitamos mirar el mundo no como entidades aisladas, sino a través de su vínculo con el entorno. Y lo segundo, la curiosidad y el interés por ensayar y probar. Cada vez que surgía y surge algo para probar, ahí estoy yo. Diferentes dosis de un producto, densidades, suplementaciones de novillos, rotaciones, etc, todo eso siempre me divirtió. De hecho, hace unos años se está trabajando la dimensión ambiental en la toma de decisiones empresarias. Y estamos desarrollando indicadores en pos de ello y yo me sumé desde el principio.
– ¿Cómo fue el vínculo con tus padres y tus tíos? ¿La transición familiar?
– El viejo es ingeniero industrial de profesión, pero siempre la fascinaron los sistemas. De hecho trabajó con computación en la década del 80′. Siempre le encantó ese rubro. Es muy inteligente. Y la verdad es que el campo nunca le interesó demasiado. Lo hizo muy bien pero nunca fue una pasión para él. Su pasión son las computadoras y los sistemas. El asunto es que los dos tenemos carácter muy fuerte. Soy digna hija de mi padre. Por eso, duramos… nada juntos… (se ríe) Un día, al poco tiempo de arrancar, dijimos “mejor separados y manteniendo la relación padre hija sanamente”. Él se fue a otro campo, yo me quedé acá.
– ¿Cuáles eran las dificultades, más allá del carácter?
– Teníamos miradas e intereses distintos. Yo arranqué con 27 años, no es que era una niña, pero quería ir por ciertos lugares que a él no le iban. Lo que sí tuve fue un gran acompañamiento de mi marido. Porque en la etapa de aprender, arranqué en 1999, con una seca tremenda, y no tuve hijos hasta 2008, mi hijo es casi hijo de la 125 porque nació un 16 de abril, y en aquellos comienzos me internaba en el campo y aprendí todo con la gente que estaba ahí. Pero sin el apoyo de mi marido, que no tiene nada que ver con el campo, no hubiera podido.
– ¿Cómo fue ser mamá y tener la oficina lejos?
– La verdad que fue bastante difícil. Sobre todo al principio. Imaginate que nosotros vivíamos en Buenos Aires. Y con un bebé chiquito, no me era tan fácil ir y que alguien se ocupara de él. Entonces, los primeros tres años íbamos todos los fines de semana, llegábamos, ensillabamos con el bebé a upa, y salíamos a recorrer. Dábamos toda la vuelta, yo generaba reuniones, y así duró un tiempo. Hasta que eso no fue sostenible y gracias a un programa de dirección de empresas que me ordenó un poco y me permití delegar la gerencia de producción. Eso fue en 2013.
– ¿Cómo te ha ido siendo mujer en una actividad muy de hombres?
– Sé que a muchas mujeres les cuesta y les ha costado, pero a mí creo que me fue más fácil. Me permitieron hacer cambios que quizás de otra manera no hubiera podido. Pero ojo, pude aprender mucho con la gente que estaba. Cuando yo llegué al campo había gente que estaba hacía 30 años. Creo que hay que ir con una actitud de aprender, de saber que no se sabe todo, siempre con respeto, es clave, y la verdad que nunca encontré machismo ni dificultad. Por supuesto que algunas costumbres se cambiaron, que entre hombres es más fácil y con una mujer tienen que cambiar.
FUERA DEL SURCO
– ¿Qué cosa o actividad te resetea cuando venís cargada de trabajo para volver renovada al día siguiente?
– La jardinería. Me encanta. Y no sé nada. Aprendo haciendo. Pero cuando vengo de días intensos llega el fin de semana y necesito silencio. Ir a mi jardín es relax total. Y en el campo cuando necesitaba desconectar me iba al parque.
– Si mirás series o películas, ¿qué elegís?
– No soy muy de mirar. Soy más de escuchar música o podcasts. Lo que sí me gustaba mucho es ir al cine. Y si elijo, es a (Ricardo) Darín y a (Juan José) Campanella. Lo último que fuimos a ver fue “1985”.
– ¿Música?
– El abanico es amplio, pero soy fanática de Cerati. A tal punto que el día que falleció me puse muy muy mal. Estuve de duelo como si se hubiera muerto un pariente. Pero cuando necesito paz pongo a Cerati.
– ¿Algún lugar en el mundo que te gustaría conocer?
– La Antártida. A mí el frío no me gusta demasiado. Pero me gustaría ir a Antártida para ver esa inmensidad.
– ¿Y algún lugar que conozcas y recomiendes?
– El año pasado fuimos a Puerto Madryn con mi familia en septiembre y nos fascinó. Ballenas, pingüinos, lo bien que está la provincia, la identificación botánica, la península de Valdés, todo. Lo recomiendo. Es un lugar para ir.
– ¿Alguna frase como para cerrar la charla, que marque tu norte?
– Sí, tengo una que es la que tengo en el estado de whatsapp hace años y dice “Si querés hacer algo extraordinario no hay un mapa, lo tenés que construir”. Para mí es perfecta porque te da la libertad de armar tu camino.
MUJERES EN CAMPAÑA
“ELLAS” es una serie de podcasts realizados por Infocampo con mujeres de campo que inspiran por su historia emprendedora, y que cuenta con el acompañamiento de “Mujeres en Campaña”, una iniciativa de New Holland Agriculture que ya tiene un camino recorrido y embajadoras de distintos lugares del país.
La Iniciativa Mujeres en Campaña (MEC) surgió cuando comenzamos a notar que existen muchas mujeres involucradas en el campo con grandes capacidades y que todas teníamos algo en común: la necesidad de compartir experiencias vinculadas al campo y al trabajo rural, nuestro principal objetivo es visibilizar el rol de la mujer rural en cualquiera de sus tareas sea como cliente o como una referente para el sector”, señaló Roxana López, referente de Marketing New Holland Argentina.
Desde “Mujeres en Campaña” desarrollaron el concepto de “embajadoras” que permite conocer un poco más de cada una en su rubro y, a su vez, difundir cómo trabajan y cómo se sienten.
El objetivo de este maridaje entre ELLAS y Mujeres en Campaña es llegar a mujeres de distintas edades y distintas zonas geográficas. “Nos enorgullece cuando un padre nos comenta que le recomendó a su hija inscribirse en nuestra plataforma para capacitarse y realizar algún curso de los que ofrecemos”, agregó López.
Desde la plataforma de MEC, se puede acceder a capacitaciones, foros, talleres, entrevistas y contenido de interés, además, cuenta con una Feria de Emprendedoras para dar a conocer los proyectos que lideran las seguidoras.
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