Un informe de la Fundación Fiel detalla los aspectos en los que nuestro país perdió competitividad en manos de su principal socio del Mercosur.

En días en los que el Mercosur le prende una vela a las gestiones diplomáticas entre la Unión Europea (UE) y la CELAC por el acuerdo comercial que lleva más de 20 años de eterna pulseada, un documento de la Fundación Fiel expuso el momento de la producción agropecuaria argentina comparada con sus socios locales.

“El avance de las negociaciones con la UE y la CELAC (sigla correspondiente a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) en un acuerdo de libre comercio podría evitar costos ambientales infundados y favorecer el clima económico para el agro argentino”, afirmaron los analistas Marcela Cristini y Guillermo Bermúdez, autores de un extenso informe que grafica el momento argentino.

El texto contextualiza desde los tiempos iniciales del Mercado Común del Sur (Mercosur), cuando los presidentes de Argentina y Brasil en 1985, Raúl Alfonsín y José Sarney, fijaron los primeros palotes de lo que con el correr de los años derivaría en un bloque de países que en la actualidad también incluye a Paraguay, Uruguay y Venezuela.

Este último país se encuentra suspendido de participar, mientras que Bolivia está a la espera de formar parte del grupo de miembros estables. Chile, Perú, Colombia, Ecuador, Guyana y Surinam son actualmente estados asociados.

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“En el programa inicial de integración bi-nacional (NdR: entre Argentina y Brasil) se destacaban los protocolos de trigo y bienes de capital que favorecían el comercio y las inversiones entre ambos países. También se incluyó un protocolo sobre biotecnología, anticipando la importancia de esta disciplina en ambos países y su potencial actual para favorecer el aumento de productividad, limitando el riesgo de deforestación”, comentaron los autores, acerca del contexto en 1985.

Y sumaron: “En el curso de los años posteriores, en ocasiones de escasez del trigo argentino debido a factores climáticos, Brasil importó el grano de otros orígenes (especialmente de los Estados Unidos), sin que esa competencia lograse desplazar a la oferta de nuestro país en el mediano plazo”.

ARGENTINA VS BRASIL EN EL AGRO

Para Cristini y Bermúdez el resultado es claro: “en todos los capítulos de la integración, y también en este capítulo agroindustrial, los avances fueron mucho menores a los ambicionados y contrastaron con lo que cada país fue logrando individualmente”.

¿Por qué afirman eso? Entienden que la producción conjunta de trigo, maíz y soja de Brasil representó el 10,2% de la producción mundial en la campaña 2020/21, mientras que la Argentina sumó el 5,1%.

“Esta participación los ubica entre los primeros 10 productores principales en el mundo, junto con los Estados Unidos, la Unión Europea, China, Rusia y Ucrania. En el caso de Brasil, la oferta conjunta de estos tres productos aumentó un 144% en los últimos 20 años, mientras que la oferta argentina aumentó en un 76%”, compararon.

Uno de los puntos que destacan desde Brasil tiene que ver con el mayor potencial de rindes obtenidos, y defienden este aspecto a pesar de las acusaciones de desmontes fuera de control.

“Allí destacan que, en los últimos 20 años, la producción agrícola subió tres veces más que el área ocupada por los cultivos, como consecuencia del desarrollo en materia de investigación y tecnología”, indicaron desde Fiel.

Por el contrario, expusieron que en Argentina las distorsiones macroeconómicas “dieron como resultado un cambio en los patrones productivos desde 2011-12 con oscilaciones entre el cultivo de soja y maíz”.

“El boom sojero se redujo en la Argentina”, apuntaron.

Además indicaron que “nuestro país penaliza severamente a la producción local con una alta carga impositiva y un nivel de retribución cambiario diferencial muy bajo (tipo de cambio comercial bajo más retenciones)”.

“Nuestro país ha ido perdiendo posiciones relativas en la producción y exportación de productos básicos agropecuarios frente a Brasil, que aprovechó los buenos precios internacionales para aumentar sus inversiones en tecnología (aumento de rindes) e infraestructura logística”, afirmaron. Para los autores, los productores brasileños “respondieron positivamente a la estabilidad macroeconómica del país que prevaleció superando los disensos políticos”.

¿ACUERDO FRENADO?

El trabajo de Fiel recuerda que luego de 20 años de negociaciones, en 2019 se logró un documento que debía ser revisado en su contenido legal por la UE y aprobado por los parlamentos de los países integrantes de las dos regiones. Y que en el curso de esa negociación final, varios países europeos, entre ellos Francia, se opusieron al contenido que consideran “pone en riesgo la competitividad de sus productores agropecuarios”.

“El objetivo europeo de liderar las medidas contra el cambio climático dio lugar a iniciativas que podrían afectar el comercio bi-regional, como el Pacto Verde de diciembre de 2019, que postula que la UE alcanzará la neutralidad climática en 2050 e impone lineamientos para los productores agropecuarios locales que también alcanzan a los proveedores extra-comunitarios”, afirmaron.

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Luego, la UE envió un documento complementario referido a garantías ambientales para su consideración, principalmente por Brasil. Se trata de un punto más que álgido en las negociaciones que el presidente brasileño Lula da Silva afrontó en su última gira por Europa.

“El acuerdo alcanzado sigue mostrando la fuerte sensibilidad europea hacia la apertura de este sector que se traduce en una apertura restringida a la ampliación y creación de cuotas para los productos que más interesan al bloque latinoamericano”, expresaron.

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