Una crónica desde el pequeño tambo y cabaña de la familia Fux en Felicia: La lechería agoniza con la sequía, el calor y la falta de precio al productor
Termómetros con 40 grados en marzo pueden resultar detalles curiosos si no fuera porque ya se cuentan nueve olas de calor, a lo largo de cuatro meses intensos en la principal zona productiva del país. La sensación del calor se agrava con la vista de lotes de maíz, soja, sorgo, girasol, pero incluso las pasturas
Termómetros con 40 grados en marzo pueden resultar detalles curiosos si no fuera porque ya se cuentan nueve olas de calor, a lo largo de cuatro meses intensos en la principal zona productiva del país.
La sensación del calor se agrava con la vista de lotes de maíz, soja, sorgo, girasol, pero incluso las pasturas como las alfalfas que entre el sol devastador y la falta absoluta de lluvias no logra rebrotar e introduce imágenes invernales por tonalidad en pleno inicio del año.
En los tambos la situación es crítica, porque no sólo hay consecuencias agrícolas, sino que la producción se desplomó hace tiempo, no hay perspectivas de recuperarla pronto y el golpe económico es tan dificil de explicar que los productores optan por seguir trabajando, por recortar de todos lados, pero es el amor por la actividad lo que los mantiene en marcha.
César Fux tiene su tambo en Felicia, una pequeña localidad del Departamento Las Colonias en Santa Fe. Su apellido es de tradición porque hace más de 65 años que desarrollan la Cabaña La Travesía, por la iniciativa que tuvo el abuelo, Edwin.
El campo tiene 65 hectáreas, pero 45 son productivas porque el resto es monte y ocasionalmente se puede usar para tener algo de rodeo ahí, con una cañada que lo cruza, tienen ahora 50 vacas en ordeño de 65 totales, pero sumando a todo el rodeo son unos 150 animales que les representan unas 3,5 cabezas por hectárea.
En general las cabañas viven de los tambos, pero este año con la sequía la ecuación se cambió y es la venta de animales la que sostiene a la producción de leche que cayó un 30% en promedio general.
“Acá todo lo que es registro de cría y pedigree se maneja de la misma manera, porque inseminamos con buen material a las vacas que vamos seleccionando”, siendo la venta de animales la estructura fundamental para esta unidad productiva.
Las ventas fueron buenas este verano y son las que salvaron las cuentas en el mes de febrero, cuando habitualmente repunta la actividad, sin embargo una nueva ola de calor y la falta de lluvias que impulsan las pasturas volvió a poner pausa en los negocios. De todas formas, “estamos vendiendo toros al precio que tenían el año pasado”, porque la crisis lechera pega en todos los costados, incluso en este rubro.
La proyección es tener en la próxima primavera a 70 vacas en ordeño, por lo tanto más litros podían marcar el rumbo de “levantar, de crecer, pero estamos limitados por estas cuestiones climáticas”.
Mientras el calor persiste se producen por día 1.300 litros, por lo tanto este pequeño tambo le da pelea a la realidad. Omar y su esposa siguen ordeñando “por pasión a las vacas”, aunque no recuerden un año como este, en un tambo con cinco bajadas y brete a la par, cada madrugada y cada tarde, con un equipo de frío que les permite reservar dos días de ordeño.
“Este es un tambo familiar, tratamos de hacer todo nosotros porque nos gusta y por los costos”, dice César, mientras ve a sus padres entrar en el tambo. Sus hermanos que no viven ahí, los fines de semana colaboran y también le enseñan a sus hijos el oficio lechero.
“Esto es para el que le gusta, tanto el tambo como la cabaña”, explica reconociendo que el esquema que tienen actualmente “está muy cargado” a pesar de la venta de animales que fueron haciendo de cada lote.
Con alguna ayuda ocasional para las tareas de todos los días, las labores de agricultura se contratan.
La idea era terminar la obra del galpón para poner a los animales que van a las exposiciones, cambiar el espacio de ordeño, hacerlo más grande, con fosa y con ocho bajadas, corral de espera y sombra incluída, aunque también un nuevo equipo de frío, pero desde finales de 2022 está todo en pausa, porque la rentabilidad se vino a pique y no hay indicios de pronta recuperación.
La planificación incluye equipos con retiradores, al menos; y si bien no sueñan con un robot, entienden que la mejora en la calidad del trabajo y el bienestar animal es lo fundamantal para poder seguir.
“Tiene que llover ahora y bien, para que no sea tan tarde, pero si llega a fallar el maíz de segunda vamos a estar mucho más complicados”.
Con diez hectáreas de alfalfa y el resto rotando entre cultivos, con un clima adverso, los cálculos están justos sin humedad en los perfiles y con pronósticos que no prometen recuperar el tiempo perdido por días y altísimas temperaturas.
Para el tambo la alternativa de los rollos no permite una cotinuidad, porque en los lotes de vaquillonas preñadas o el preparto se comen uno cada tres días, alternando maicillo y maíz para no perder fibra. Los rollos de alfalfa se van repartiendo sin libre disponibilidad para que rindan más, “es la primera vez que lo racionamos así”. Se trabaja para que los animales no pierdan condición corporal, eludiendo los desafíos del calor, pero también del costo del alimento.
La dieta se completa con el balanceado en el tambo, en un cálculo de ocho o diez kilos dependiendo del animal, que tiene un costo de 72 pesos, que iguala al valor del litro de leche, mientras que el balanceado para la recría está en 10 pesos más por kilo, lo cual levanta al precio necesario cada vez más arriba de lo que la industria llega a pagar.
“El año pasado en esta época estábamos en 32 litros y ahora estamos en 25. Por eso si nos ponemos a mirar los números nos queremos morir, por la caída que tenemos en producción y porque los costos están en el doble”.
César explica que “las vacas están comiendo alfalfa a la mañana, que le cuesta rebrotar y está muy raleada. A la tarde comen silo, además de balanceando en la dieta para no complicar las preñeces que vienen para adelante, porque hicimos muy buen promedio en 2022 y ahora estamos plantados porque no sabemos cómo va a seguir el año”.
“La leche se hace desde el día uno, entonces la leche se hace por la boca, hay que alimentarlas bien para tener buenos resultados productivos y en las preñeces”.
El tambo chico tiene su oportunidad en la alta productividad. Es este caso el año pasado hubo lactancias de nueve a diez mil litros, una vaca de 13 años tuvo su décima cría, con maíces de segunda que se habían salvado sobre el final de la campaña para generar reservas invernales. Pero en este histórico 2023 ese promedio se va a recortar y ahí se abrirá una incógnita dificil de dilucidar, mientras marzo con el clima sigue castigando y la política no acompaña.
En el campo hay toda sombra natural para los diferentes rodeos, cuentan con aguadas que se mantienen siempre llenas y limpias gracias a un tanque se puede trasladar. Esto les permite calcular un consumo de 130 a 140 litros de agua por día durante este verano por vaca, lo cual marca un aumento del 30 por ciento en la necesidad de los animales.
Larga espera: “Para mí la política en general no está interiorizada en el tema productivo. Se prometieron ayudas que todavía no se cobraron”, explica César que inscripto en el Impulso Tambero desde enero sabe que con esa compensación “no alcanza ni para comprar un equipo de rollos, para seguir estirando un poco la agonía”.
“No tienen dimensión de la sequía que hay, ni de los costos que tenemos que manejar en el tambo”.
Es un constante movimiento de piezas para resisitir desde la mitad de la primavera cuando empezó a recortarse la producción, seguido esto por el apriete a las industrias para que la materia prima no se pague más del 4% de ajuste mensual, por lo tanto las pérdidas están en el precio, en los litros y en la paciencia.
Esta es una cabaña chica, pero que cumple con el control lechero oficial y evaluaciones de la Asociación de Criadores de Holando Argentina, que les permiten tener una reputación bien lograda, sobre todo en los tambos del centro santafesino. Son entonces las exposiciones el lugar clave para seguir difundiendo la tarea y poder acercarse a los clientes, más allá de los negocios de todo el año en el campo.
“Las cosas se tienen que poner mucho peor para que no podamos estar en la ExpoRural de Rafaela, es la vidriera más grande que tenemos porque el fuerte de nuestro negocio es la venta de toros y en toda esta zona. Si se puede vamos a ir a Morteros o a alguna otra, pero necesitamos estar seguros de poder ir a las exposiciones porque para nosotros también es un gusto”. Los eventos tienen un costo anexo, pero del mismo modo requieren atención extra, sobre todo para no desatender ningún aspecto de la producción en el campo.
Las exposiciones son una manera de medirse con los más grandes, de ir controlando el trabajo artesanal que se hace y en casos como el de 2022 cuando consiguieron a una campeona junior, les confirma el camino correcto.
Para César Fux la vaca predilecta es “mediana, fuerte, con muchas costillas, buenas patas, buena ubre y que dé mucha leche, la ideal”.
“La que funciona a campo es una vaca mediana, porque no les cuesta tanto desenvolverse, pueden producir un montón de leche, producir bien, tener buenos partos. Soy extremadamente defensor del Holando, es el caballito de batalla de la lechería”.
Todo en blanco y negro, con algo de Holando colorado para “abrir la sangre”, buenos trabajos en genómica permiten la adaptación a las necesidades climáticas y productivas, con lo que la cabaña sigue apostando a que la tradición familiar siga adelante.
Las malas sensaciones de esta sequía sólo se equiparan con las de las inundaciones de 2016, con aquel mes bajo el agua y con todas las aventuras para salvar a los animales, para no perder la leche, para transitar caminos y hasta para conseguir provisiones para la familia. “En esa oportunidad tuvimos que llevar la leche con tractor hasta el pueblo durante 52 días, toda la colonia estaba hecha un desastre”.
La agonía a la espera de la lluvia podría tener un alivio esta semana, pero sería sólo para cubrir la ilusión de una superficie húmeda que permita sembrar pasturas para subsistir y aflojar con el consumo de reservas, asegurando un poco más las preñeces y las lactancias finales.
“Para mi es un año en el que no podemos planificar”, dice como productor genuino. Para el sector es una temporada donde se precisa acompañamiento, al menos del que demuestra no querer seguir perjudicando a la producción de materia prima y alimento. Dificil de imaginar, complicado de lograr en un país que siempre va a en contra de las necesidades.
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