¿Olivos en la provincia de Buenos Aires? El agrónomo Marcelo Honore lideró la experiencia de implantarlos en la localidad de Puan, y años después esta orgulloso de sus aceites “de primer nivel”
La provincia de Buenos Aires ya tiene su capital del olivo, que es Coronel Dorrego, donde se concentran alrededor de 2500 hectáreas distribuidas en varias fincas y donde se demostró que también ese podía ser un territorio para producir aceites y aceitunas. Pero eso no invalida que haya muchos otros distritos de la mayor provincia
La provincia de Buenos Aires ya tiene su capital del olivo, que es Coronel Dorrego, donde se concentran alrededor de 2500 hectáreas distribuidas en varias fincas y donde se demostró que también ese podía ser un territorio para producir aceites y aceitunas. Pero eso no invalida que haya muchos otros distritos de la mayor provincia argentina que no tengan sus propios proyectos. La experiencia de Puan, con mucha menor superficie y un trabajo nucleado en la Cooperativa de Servicios y Obras Públicas (CSYOP), viene a demostrar que definitivamente es una actividad viable en suelo bonaerense.
Plantar olivos en esta región del país es, en parte, una aventura agronómica. Cuando Marcelo Honore, junto a otros agrónomos y cooperativistas, empezó allá por el 2005, la única certeza que tenía era que la nueva actividad le daría impulso a la economía local de Puan. Era una necesidad imperiosa, tras temporadas de sequías y las consecuencias de la crisis del 2001.
“En la cooperativa nos planteamos dejar de ser sólo de servicios y anexar una parte productiva”, explicó Marcelo a Bichos de Campo. La cuestión es que, como no querían competir con otras empresas locales dedicadas a la producción agropecuaria, el abanico de actividades disponibles era reducido: analizaron primero la olivicultura, los viñedos o la industria láctea.
Recorrieron el país, se embebieron de experiencia y optaron por la primera opción: producirían olivas. El desafío era cómo trasladar una actividad tradicional de zonas áridas, con mucho sol y altas temperaturas, a la pampa húmeda. Si ya lo había hecho Coronel Dorrego, y con tan buenos resultados, estaban seguros que algún camino debía haber.
Mirá la entrevista a Marcelo Honore:
”Si bien somos ingenieros agrónomos, somos formados en la Universidad Nacional del Sur de Bahía Blanca, y ahí no estudiamos la olivicultura. Tuvimos que recorrer olivares del norte para interiorizarnos”, relató Marcelo.
Hoy, él es el agrónomo responsable del único olivar de Puan, Epu Antu, abocado sólo a la producción de aceites. Su nombre proviene de un vocablo mapuche y significa “la tierra de los dos soles”, explica Honore, que hace referencia a una laguna del municipio en la que, al reflejarse el sol, produce ese efecto.
Con alrededor de 7200 plantas, distribuidas en sus 20 hectáreas, la producción, a pesar de sus altibajos, alcanza para que el circuito de procesamiento y venta sea continuo. Claro que, para llegar a eso, hubo que hacer un largo camino a pulmón. El primer lote lo adquirieron en 2005, “pelado y sin nada”, recuerda Marcelo. Para 2007, ya habían implantado las primeras 12 hectáreas, que completaron en 2012.
El tiempo ha hecho lo suyo y les dio la razón: valió la pena el esfuerzo y lanzarse a lo desconocido. Con orgullo, desde Epu Antu señalan que sus aceites son “de primer nivel”, y tienen el aval, nada más ni nada menos, del Concurso Internacional Olivinus, que reconoce a los mejores del mundo. De las últimas 7 ediciones, el aceite virgen extra de Epu Antu fue merecedor del máximo galardón, la medalla Gran Prestigio Oro, en 6 de ellas. Incluso, ha alcanzado una puntuación de 96 sobre 100, un resultado brillante con doble mérito para una cooperativa del suroeste de la provincia de Buenos Aires.
Sin embargo, pareciera que, más que un limitante, la ubicación geográfica puede ser la clave. Es que cuenta con noches de verano frescas y bastante amplitud térmica en esa época del año, que es el período en que la aceituna forma sus ácidos grasos.
“Esa baja temperatura nos permite una mejor calidad de aceites que en el norte. Por eso, en la provincia de Buenos Aires, son muy buenos todos los productos”, asegura el agrónomo, a quien la experiencia terminó de otorgarle el conocimiento que no adquirió en la academia.
De todos modos, no hay que dejarse engañar. Si esta región no ha sido históricamente olivícola es porque esa baja temperatura tiene su contrapunto: retrasa el crecimiento de las plantas. Por eso, explica Marcelo, el volumen de producción es “similar a Coronel Dorrego pero muy inferior al norte”, donde el proceso de crecimiento es hasta 3 veces más rápido gracias al calor.
“La plenitud, acá en el sudoeste de la provincia, llega al séptimo año desde que se plantó”, detalla el especialista. En su caso, el cálculo les juega a su favor pero, si bien parece que lo más difícil ya pasó, el trabajo sigue siendo un “prueba y error” continuo.
La agronomía tiene tanto de ciencia como de olfato. Marcelo lleva 17 años viendo olivos madurar y lo mucho que ha estudiado sólo le dio una certeza: “todos los olivares se comportan distinto”, resume. Y la máxima no parece muy alejada de la realidad si se tiene en cuenta que hay diferencias incluso entre Puán y Coronel Dorrego, separados sólo por 200 kilómetros.
Por eso es a prueba y error. Hay que hallar la densidad adecuada para la temperatura del lugar, y un mínimo desajuste puede poner en riesgo todo el proceso. Para la Cooperativa de Servicios y Obras Públicas, que trabaja el ciclo completo desde la plantación hasta el envasado del aceite, un error puede ser determinante.
A veces, hay que patear fuerte y al medio. “Se puede prescindir del riego, pero nosotros usamos un sistema complementario por goteo”, explica Honore. Así lo hacen, de forma ininterrumpida, los 6 meses previos a la cosecha, entre noviembre y mayo. Incluso, aunque llueva, prefieren no arriesgarse y regar de todos modos, sobre todo porque en el verano los chaparrones no permiten una buena infiltración del agua.
Además, al igual que otros árboles frutales, los olivos atraviesan un período de vecería, que también provoca altibajos en la producción. El fenómeno es muy común, y sucede porque las plantas que más producen una temporada, suelen entrar en reposo a la siguiente. Contar con plantaciones grandes permite que se compense el efecto.
En total, hay que esperar 2 años para que se geste una cosecha. “Se forma una rama llamada brindilla, que al año siguiente florece y luego saca la aceituna”, intenta resumir Marcelo. Es un proceso tan largo, y son tantos los factores que intervienen, que cualquier desajuste puede afectar al rendimiento y provocar una merma en la producción.
Entre cambios de temperatura e índices dispares de heliofanía, uno de los mayores dolores de cabeza de los cooperativistas es el frío de la pampa húmeda. Este año se contabilizaron tres heladas de diez grados bajo cero, por lo que sólo les queda agradecer no lamentar pérdidas mayúsculas: “Nos pone muy al límite en la supervivencia de las plantas”, señala el agrónomo.
De hecho, la cosecha del 2024 ha sido sólo de un tercio de lo que acostumbraban, y aún no pueden precisar las causas con precisión. “Algo habrá fallado”, dice resignado Honore, a sabiendas que toda la región, y no sólo ellos, ha sufrido el mismo problema.
Así de complejo es su trabajo, en el que saben que tienen aún mucho por investigar y aprender en conjunto. “Estamos muy en contacto entre los olivareros de la zona y compartimos muchísima información porque tenemos que arreglarnos entre nosotros”, explica el agrónomo.
Pasó el tiempo, se asentaron, recibieron galardones y consolidaron a Puán como un nuevo mojón olivícola en la provincia. Que quedarán en los libros de historia de un municipio tradicionalmente cervecero, no quedan dudas. Lo que todavía no queda en claro es si es un negocio rentable y cómo continuarán a futuro, pero mientras disfrutan de la aventura agronómica y confían en la calidad intachable de su aceite.
“El tiempo lo dirá”, expresa con cautela Marcelo, que igual rescata que su actividad, al ser novedosa, “tiene la ventaja de potenciar la región”. Además, trabajar junto a otros especialistas y productores, como lo hizo toda su vida, le da una certeza adicional (y no menor): “en una cooperativa siempre hay una segunda oportunidad”, asegura.
La entrada ¿Olivos en la provincia de Buenos Aires? El agrónomo Marcelo Honore lideró la experiencia de implantarlos en la localidad de Puan, y años después esta orgulloso de sus aceites “de primer nivel” se publicó primero en Bichos de Campo.
Seguir leyendo